El estado brasileño de Río Grande del Sur continúa en estado crítico por las inundaciones que afectan a buena parte de su territorio, principalmente a su capital, Porto Alegre, y a otros 446 municipios que se encuentran en esa región. La reconstrucción de la ciudad parece lejana pero es un tema que las autoridades deberán atender para volver a retomar una cotidianeidad necesaria cuando baje el agua del todo.
Este proceso, según expertos que pasaron por situaciones similares, requiere del desarrollo de ciudades resilientes que permitan la reconstrucción no solo respetando lo que había sino, además, buscando incorporar mejoras que eviten que vuelvan a ocurrir catástrofes como estas. En la Argentina, la ciudad de Santa Fe es un caso testigo por haber quedado bajo agua durante un mes, con un tercio de su población evacuada y pérdidas que se sienten hasta hoy.
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Santa Fe fue la primera ciudad argentina que integró la Red de Ciudades Resilientes, un proyecto promovido por la Fundación Rockefeller que continúa su curso y que también tiene entre sus filas a la Ciudad de Buenos Aires. Justamente, Porto Alegre, la capital de Río Grande del Sur, también está dentro del listado de 100 urbanizaciones.
El concepto de ciudad resiliente surge a partir de la capacidad que deben desarrollar las ciudades para recuperarse de determinados fenómenos y para mejorar diversas cuestiones en ese proceso de reconstrucción con el objetivo de no cometer errores a futuro que vuelvan a situarlas en una condición vulnerable.
En diálogo con TN, la exsecretaria de Comunicación de Santa Fe y especialista en gestión de riesgos y resiliencia urbana, Andrea Valsagna, contó: “A nivel internacional hace más de 20 años que se viene impulsando la gestión integral de desastres, que supera a la atención o a la emergencia. Se parte de entender que es un proceso de resiliencia, usado a escala urbana, para que la ciudad esté mejor preparada para superar situaciones críticas y aprender de ellas”.
“Después de una crisis como la que se vive en Brasil, la primera instancia es habilitar servicios y recuperar el funcionamiento de la ciudad. Luego hay un proceso de reconstrucción que debe ser resiliente, que se dé un paso más, para no volver a construir los mismos factores que hicieron que esté en riesgo”, amplió quien, además, fue directora de Resiliencia de la ciudad en la red mencionada y es profesora en la Universidad Nacional del Litoral (UNL).
Modificaciones por el cambio climático
Fueron varias las voces que mencionaron al cambio climático como parte fundamental para que ocurriera una catástrofe de la magnitud que se vive por estas horas en Río Grande del Sur.
Al respecto, Valsagna dijo: “Está comprobado que con el cambio climático se ha incrementado tanto la frecuencia como la intensidad de estos fenómenos. Si uno mira la evolución de desastres a nivel internacional, hay un incremento considerable. Hay sectores que lo siguen negando o cuestionan que la intervención del hombre genera este tipo de variaciones, a veces se piensa que es algo lejano”.
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Estas variaciones, indicó, obligan a que las ciudades deban tener en cuenta la gestión de riesgos para adaptarse a posibles fenómenos más intensos, algo que fue alertado por numerosos científicos y abogados ambientalistas días atrás.
“Cuando uno sufre estas tragedias y ve las imágenes, se pregunta por qué tuvieron que llegar a eso. A los 10 años de la inundación de Santa Fe, ocurrió la de La Plata. Una lo ve y se pregunta por qué tiene que volver a pasar”, se lamentó la docente universitaria, para agregar que las obras que buscan adaptar las ciudades y prepararlas ante posibles eventos climáticos extremos son necesarias pero “no se ven o no tienen resultados medibles electoralmente”.
“Tiene que haber una mirada a mediano y largo plazo, tanto de los municipios como de las instituciones, para saber en qué se invierten los fondos, que son escasos: mantener defensas, educación para saber qué hacer en instancias de emergencias y saber cómo gestionarlas. Lo ideal es que una ciudad no tenga que pasar por una tragedia para empezar a tomar decisiones sobre el tema. Y más con el cambio climático, que intensifica todos estos fenómenos”, remarcó.
Reconstrucción interminable
El primer paso fundamental es el intento de la reconstrucción de la vida urbana. Valsagna ve un paralelismo entre lo que va sucediendo en Porto Alegre con lo que ocurrió en Santa Fe.
“La cantidad de evacuados es inmanejable”, sostuvo, para recordar que en 2003 se abrieron 500 centros de evacuación espontáneos, con más de 130 mil personas que tuvieron que dejar sus casas, y que tras el retiro del agua de la ciudad queda una parte muy difícil, como es el intento por volver a crear una vida cotidiana en tierra arrasada.
La situación crítica volvió a repetirse en 2007, cuando una nueva inundación obligó a evacuar a decenas de miles de personas en la capital santafesina aunque sin pérdidas de la magnitud que se había vivido cuatro años antes.
Entre las acciones principales, enumeró sacar lo que quedó destruido, evaluar las condiciones estructurales de lo que quedó en pie y revisar qué tipo de intervenciones se deben hacer sobre esas edificaciones, contemplar el estado de quienes están en los centros de evacuados y atender la situación sanitaria, ya que con la ciudad colapsada también se generan focos de contagio de diversas enfermedades, junto a la salud mental de los ciudadanos, que verán un quiebre en sus vidas a partir de la vivencia de estos eventos extremos que cambiaron por completo sus vidas.
Esas afectaciones son inmediatas. A mediano plazo, se verán las consecuencias económicas por haber tenido la ciudad sumergida bajo el agua durante semanas: “Las comunidades se paralizan. En 2003, Santa Fe estuvo un mes así”.
La especialista aseguró que Santa Fe no es la misma que hace 21 años y que está mejor, pero que no logró reconstruirse completamente: “El proceso que sigue es muy doloroso, hay que ayudar a las personas a que procesen todo. En Santa Fe apareció un enorme movimiento solidario, pero así y todo se inicia un camino muy largo que no termina nunca”.