Era una mañana de jueves a pleno sol. El reloj marcaba las 11.05 y el mar lucía sereno. La playa estaba atestada de turistas en la franja de tres kilómetros y medio entre Punta Iglesia y Playa Chica. De pronto, el cielo oscureció y el pánico se adueñó de una reluciente postal de verano: una ola gigante arrasó la costa, luego vino otra y, después, una más. Fueron tres en 15 segundos. El único registro que se tiene de un tsunami en Mar del Plata cumple hoy 70 años.
El 21 de enero de 1954, aquel fenómeno inédito produjo otro: en apenas seis minutos, la marea creció un metro y sumergió al Muelle de los Pescadores y a los espigones. Los bañistas no podían hacer pie y el oleaje barrió a la multitud que correteaba en la orilla y descansaba en la arena. Cuentan crónicas de la época que madres y padres se desmayaban buscando a sus hijos.
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“El cielo se había cubierto en ese momento y amenazaba lluvia. El calor era intenso, sin embargo. El oleaje no presentaba características de mar proceloso. Por el contrario: el flujo y reflujo del mar correspondía a la serenidad panorámica que presentaba el mar. Pero de pronto una ola gigante, a la que sucedieron de inmediato otras dos, produjo en las playas, especialmente en la Bristol, escenas de verdadero terror”, narró el diario La Capital al día siguiente.
Once personas fueron auxiliadas por un principio de asfixia por inmersión y más de 100 sufrieron golpes varios y crisis nerviosas. Al retroceder la marea, el agua se llevó sillas, toldos y sombrillas. “El pánico fue unánime. En la orilla quedó el tendal de bañistas desvanecidos”, retrató el cronista anónimo, y adosó una lista de personas que habían sido asistidas en hospitales de la zona: Enrique Gómez (26), José Veiga (40), Humberto Mastronardi (37), José Piñobelli, Santiago Lanfranco, Juan Carlos Anselmo, un hombre de apellido Elías, y Obdulia de Fernández (38).
No hubo muertos y el fenómeno, en definitiva, fue mucho más leve que el imaginario asociado a los tsunamis, al menos en este rincón del mundo. El mismo día, Prefectura Naval emitió un reporte: “Una creciente extraordinaria que alcanzó su mayor altura en la Playa Popular provocó 11 casos de personas semi asfixiadas que al ser auxiliadas a tiempo quedaron fuera de peligro. El mar recobró placidez y los espacios reservados a los bañistas se despoblaron casi por completo”.
“La conocimos como la ‘ola gigante’. En ese momento no sabíamos acerca del término tsunami. Mi primo y amigos estaban en Punta Iglesia. Solo sufrieron raspones y el agua no paso del paredón. Ellos estaban en el agua y fueron arrastrados”, cuenta Mary Schweighart, una vecina marplatense que entonces era una niña.
La Dirección General de Navegación e Hidrografía del Ministerio de Marina descartó que se hubiera tratado de un maremoto. Tampoco se habló entonces de un tsunami: el vocablo, de origen japonés -tsu significa “puerto” o “bahía”, y nami es “ola”- fue acuñado recién siete años más tarde en la reunión de la Unión Internacional de Geodesia y Geofísica en Hawái. Por el contrario, atribuyó el fenómeno a tres factores: una serie coincidente de olas de pequeña altura y rápida sucesión, el repentino ascenso del nivel del mar y su estado calmo, que hizo que las olas rompieran sobre tierra firme.
Nunca más ocurrió algo semejante en las costas argentinas. Hace poco más de un año, cerca de las 2:30 de la madrugada del 8 de diciembre de 2022, playas de la zona sur de Mar del Plata se vieron afectadas por olas con la altura suficiente para generar daños en la infraestructura de algunos balnearios. Tras analizar las condiciones meteorológicas durante el evento, científicos del Gabinete de Oceanografía del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP) informaron que pudo haberse tratado de un meteotsunami, un fenómeno de origen atmosférico de leve intensidad.
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Con el tiempo surgieron profesionales dedicados a la geología y la oceanografía que -movidos por la curiosidad y disconformes con las respuestas de la época- quisieron correrle el manto de misterio al fenómeno y arrojarle luz científica a lo ocurrido hace 70 años en la Perla del Atlántico.
En noviembre de 2019, un estudio a cargo de los científicos Rubén Medina, Walter Dragani y Antonio Violante publicado en la revista Ciencia Hoy concluyó que pudo haberse tratado de “un suave tsunami local o regional de causa meteorológica, de categoría 2 en una escala creciente de 1 a 6″.
“Es altamente probable que el fenómeno de 1954 haya sido un tsunami de origen meteorológico”, insisten los científicos, y resaltan que “más del 80% de los tsunamis son el resultado de terremotos”. Sin embargo, además de que estos son poco frecuentes en el Atlántico, los registros del Instituto Nacional de Previsión Sísmica y del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) “no mostraron sismos submarinos significativos previos a la ocurrencia del evento en Mar del Plata, ni tampoco se reportaron por esa fecha ensayos nucleares o caída de meteoritos”.
Una explicación alternativa es que las tres enormes olas hayan sido provocadas por erupciones volcánicas submarinas o por el deslizamiento al fondo de grandes masas de tierra. Es la hipótesis del geólogo Federico Isla, director del Instituto de Geología de Costas y del Cuaternario, que depende de la Universidad Nacional de Mar del Plata y de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC).
Isla sospecha incluso que el fenómeno se originó en la Isla Bouvet, un enclave noruego ubicado en el Atlántico Sur completamente cubierto por glaciares y deshabitado, que en base a fotografías aéreas cambió su fisonomía por actividad volcánica durante un lapso que incluye la fecha del tsunami en Mar del Plata. Según el geólogo, el 21 de enero de 1954 se pescaron en la zona tiburones atípicos de más de dos metros. Y un día después, en Miramar, un tiburón blanco “completamente extraño en la Argentina” atacó a un bañista.
¿Puede haber a futuro un tsunami en Mar del Plata?
En febrero de 2020, el Centro Científico Tecnológico de Mar del Plata publicó un informe en el que evalúa las posibilidades de que Mar del Plata pueda sufrir un tsunami a futuro.
El trabajo, publicado en el sitio web del Conicet Mar del Plata, sostiene que las provincias de San Juan, Mendoza y Tierra del Fuego son las zonas más propensas a sufrir terremotos, por su cercanía a fallas tectónicas. Por aquellos días incluso se conoció una “alerta sobre posibilidad de tsunamis” en la provincia fueguina, cruzada por la falla de Magallanes. Surgió a partir de un trabajo realizado por el geólogo Jorge Rabassa, investigador superior del Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic-Conicet).
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Según Federico Isla, la probabilidad de que exista un tsunami en nuestras costas “es baja y no se podría predecir”. Y si llegara a suceder, su impacto sería “mucho menor a los que conocieron en la costa Pacífica de Sudamérica”.
El científico resalta que en las costas bonaerenses suceden otros fenómenos que generan más preocupación que los tsunamis: las sudestadas. “Son mucho más frecuentes, causan daño mas frecuentemente y sí existen elementos que permiten anticipar su llegada, como así también medidas para disminuir sus efectos”, concluye.