Tomás Sanz siempre se caracterizó por mantener el perfil bajo. Ahora y también antes, cuando formaba parte del grupo de jóvenes que transformaron el humor argentino y en cierto modo el periodismo en general.
Todo empezó con la revista Satiricón, a comienzos de los años 70, en una salita de la agencia de publicidad de Oscar Blotta. Sanz trabajaba con sus dibujos en la agencia hasta que Blotta volvió de los Estados Unidos entusiasmado con la idea de hacer una revista de humor, a la manera de Mad y National Lampoon.
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Según él mismo ha declarado, llegó tarde a esto del humorismo. Había estudiado Ciencias Económicas, pero abandonó para inscribirse en la escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano; se dedicó luego al dibujo publicitario hasta llegar a las revistas que ya forman parte de la historia del periodismo y que llegó a dirigir.
La revista Satiricón cambió el estilo ingenuo del humor reinante, como Patoruzú o Rico Tipo para incorporar la ironía, la audacia y eventualmente la maldad -que a Tomás Sanz le pesa hasta hoy- con secciones como por ejemplo “Pateando al caído”. Pero el éxito de la publicación indicaba que el cambio era bien recibido, incluso necesario. Satiricón era atrevida pero con cuestiones sociales más que políticas.
Bajo una dictadura, aun la de Lanusse, sin política ni políticos, no había a quien molestar. Salvo Landrú (Juan Carlos Colombres) que tuvo la osadía de representar a Juan Carlos Onganía como una morsa. Y le cerraron su revista, Tía Vicenta.
Después de Satiricón, clausurada en 1974, apareció Humor Registrado, más o menos con el mismo equipo. Tomás Sanz, como siempre, manejaba todo y llegó a dirigirla, pero casi nunca firmaba con su nombre. Firmaba “Humor”, como si las ideas y la realización hubieran surgido de la redacción entera y no de su talento personal. La época de oro de la revista fue entre 1980 y 1984, cuando leer Humor era como pertenecer a una cofradía, como un salvoconducto que decía lo que muchos pensaban y no se animaban a decir.
Con la democracia ya no estaba tan claro quién era el enemigo. Tomás Sanz volvió al dibujo; junto con Roberto Fontanarrosa publicó el Pequeño Diccionario Ilustrado del Fútbol Argentino. En 2015 hizo una muestra memorable con todos sus dibujos en el Museo del Humor: Zapatos en la Heladera. Trabajó más tarde en la revista El Gráfico y fue director del diario deportivo Olé.
