“El mirador del ahorcado”. Así llaman a la casona abandonada en el barrio porteño de San Cristóbal que oculta una trágica historia de amor, celos y muerte. Una leyenda urbana conocida -y temida- por los vecinos.
Ubicada en la avenida Entre Ríos al 1081, la imponente casa de tres pisos fue construida en 1922 por el arquitecto italiano Virginio Colombo. En el barrio también le dicen “Casa Anda”, por el apellido de Leandro, el empresario que la mandó a hacer.
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En 1926, la familia Rocatagliatta se mudó a la planta alta de la casona. Los integrantes eran Luiggi, su esposa Glorietta, y sus mellizos de 17 años Emmanuel y Vittorio. Mientras que en la planta baja vivía el húngaro Ernest, su esposa Dolores, y su hija Celina Amparo, de 16 años.
Las familias se hicieron muy amigas y compartían demasiado tiempo juntas, pero surgió un fuerte conflicto. Los mellizos se enamoraron de la bella Celina y comenzaron los celos. Pero la situación empeoró la noche lluviosa del 17 de mayo de 1927.
Vittorino no toleró que su hermano haya susurrado el nombre de la chica en medio de un sueño. Empezaron a discutir y la pelea fue subiendo de tono hasta que lo ahorcó. Y como no pudo cargar con la culpa, subió a la parte del mirador con un alambre que utilizaban para colgar la ropa y se ahorcó también.
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“La leyenda dice que las noches de lluvia, si uno mira para arriba, ve la imagen del ahorcado en el mirador”, le dijo a TN Adrián Dubinsky, miembro de la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal.
Horas después, el padre vio los cuerpos de sus hijos y murió de un infarto. La madre encontró primero el cadáver de Emmanuel y después el de Vitto, que se movía al compás de las fuertes ráfagas de viento. Consternada, intentó arrojarse desde el bacón hacia la vereda, pero un médico detuvo su intento de suicidio.
Finalmente, ella quedó sola en la casa y al tiempo falleció en soledad. “Todo indica que perdió la razón”, señaló Dubinsky.
Los padres de Celina, al enterarse de las muertes, comenzaron a sospechar que su hija estuvo involucrada. De hecho, en el barrio ya se hablaba del posible vínculo de la chica con la tragedia.
Tiempo después, la joven se casó y se fue a vivir a Brasil con Pedro Posse, un carnicero mujeriego que vivía en la parte de abajo. Poco y nada se supo sobre el paradero de ambos. La idea de dejar atrás su pasado le salió a la perfección.
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Los años pasaron y el edificio fue cambiando de dueños. Ivanildo Menezes y su esposa, Marie, fueron otros de los propietarios, que utilizaban el lugar como un templo umbanda. Con la llegada de este matrimonio, se comenzó a decir que las noches de lluvia se podía ver al ahorcado en el mirador. Un mito que se sostiene hasta la actualidad.
La casona está deteriorada
La imponente casona de la avenida Entre Ríos se encuentra en ruinas y tapiada en la entrada. Quienes pasen podrán ver sus ventanas abiertas como si alguien viviera allí, pero hace años que está deshabitada.
Una de las vecinas que vive justo en el edificio de enfrente le contó a TN que el lugar fue tapiado poco antes de la pandemia. ¿El motivo? Había gente que entraba a vender droga. Ese fue uno de los últimos movimientos que se conocieron.
“La casa tiene un cuidado y una protección patrimonial, pero solamente en la fachada. Nadie se hace cargo. Los herederos que quedan están esperando que se venga abajo para hacer un negocio inmobiliario”, indicó Dubinsky, y pidió que se la convierta en un centro cultural.
