Hace 10 años, Viviana Yzaguirre (53) viajó por primera vez al Impenetrable con cuatro bolsas de medicamentos. Hoy encabeza una fundación con 170 voluntarios que asisten a las comunidades wichís del monte chaqueño para garantizar el acceso a la salud y una adecuada nutrición de los pueblos que habitan esa región de la Argentina.
Un viaje familiar a Río de Janeiro para presenciar la edición 2013 de la Jornada Mundial de la Juventud, encabezada por el papa Francisco, despertó una inquietud que esta médica cordobesa tenía alojada en algún rincón del alma. En medio de la muchedumbre, por el atuendo, Viviana identificó a una monja de la congregación Hermanas de la Misericordia, vinculada con el colegio al que iban sus hijos en Alta Gracia, su lugar de residencia. Se acercó y, en un breve intercambio de palabras, la religiosa alcanzó a decirle que vivía en Taco Pozo, en la entrada del Impenetrable.
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“Volvimos muy movilizados de aquel viaje -cuenta Yzaguirre a TN-. El Papa habló de cuidar las infancias, la tercera edad. Yo me quedé con la imagen de la monja y conseguí el número. La llamé y le comenté que quería viajar y ayudar a la gente que vivía allí. ‘Ponelo en oración’, me dijo. ‘Hay un problema, hermana: yo no rezo’, le contesté. Insistió con que rezara y me cortó”.
Tres meses más tarde, en octubre, Viviana tenía la decisión tomada y un equipo de voluntarios dispuestos a subirse a su aventura. Ya no había vuelta atrás. “Alquilé una camioneta y le saqué los asientos traseros para llenar el espacio de cosas. Viajé con una médica clínica, una odontóloga, una psicóloga, mi marido, mi hijo mayor y un amigo. Llegamos al Impenetrable y atendimos en el paraje Brasil”, recuerda.
Así nació Todo por Todos, asociación civil por la que Yzaguirre fue condecorada como Abanderada del Año (2022) por la Fundación Noble, del Grupo Clarín. “El último viaje lo hicimos hace unos días, en el fin de semana largo. Fuimos 51 personas”, cuenta.
Una vez en el monte chaqueño -o en Salta, donde también suelen viajar-, Viviana y su grupo de profesionales voluntarios montan hospitales de campaña y ponen su tiempo, energías, saberes y sueños al servicio de las comunidades postergadas del Norte. Nadie cobra un solo peso. Yzaguirre además presta servicio en una sala periférica de Alta Gracia y es médica legista (también se formó como cirujana y en auditoría médica y salud laboral) en dos compañías de seguros en Córdoba: de este último trabajo obtiene sus ingresos mensuales.
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“A los jóvenes los vuelvo locos para que se queden en el país”
“Mi marido me gasta, dice que soy el diablo. La gente paga para ir y encima trabaja gratis -se ríe-. Pero hay mucha convicción, sobre todo de los más jóvenes, que tienen mucha hambre de aprender y en vez de irse de vacaciones en el fin de semana largo o quedarse a jugando a la Play, deciden hacer esto”.
Salvador, hijo mayor de Viviana, comenzó a estudiar medicina y, al ver que las universidades exigen que los alumnos acumulen una determinada cantidad de horas de voluntariado, se le ocurrió crear un convenio. “Hay muchos chicos que viajan a África y yo los vuelvo locos para que se queden acá -sigue la médica-. ‘¿Para qué vas a ir a África? Vení al Chaco que es más cerca, más barato y vas a ver exactamente lo mismo’, les digo”.
El trabajo solidario de Viviana y Todo por Todos tiene márgenes más amplios que la asistencia sanitaria. “Los caciques de la comunidad wichí nos pidieron que hiciéramos ollas populares. La última vez las hicimos en los parajes de Misión Esperanza y La Emboscada”, detalla, y amplía: “Se ven postales muy tristes: niños desnutridos que viven en condiciones deplorables, chozas con cuatro palos y trapos alrededor. Estaban felices porque habían cazado un puma y tenían varios días para comer. También hay muchas mujeres que fueron violadas y últimamente se animaron a contarlo”.
En los últimos viajes, la fundación también montó talleres de costura, tejido y pintura en tela para que las integrantes de las comunidades aprendan oficios. “También festejamos los cumpleaños de los niños. Llevamos tortas, velas, bonetes, globos”, cuenta.
“Tenemos lista de espera de voluntarios”
A una década de su fundación, Todo por Todos aglutina a profesionales de diferentes lugares del país. “Tenemos médicos de Sunchales, Rafaela, Mar del Plata, Buenos Aires, Villa María y podría seguir”, enumera Yzaguirre. El impacto que tuvo el galardón como Abanderada del Año posibilitó, entre otras cosas, que la fundación CEDA Washington donara a la fundación 100 cintas MUAC y tablets para realizar una vigilancia nutricional y el registro de historias clínicas en los viajes.
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“Se armó una bola tan grande que tenemos lista de espera de voluntarios y estudiantes”, menciona la médica, y sigue: “Yo dejo que siga girando. Y si sigue creciendo, Dios proveerá”.
El próximo objetivo es construir un centro sanitario en un terreno donado a la fundación en Chaco: “Montarlo nos llevaría dos años. Una vez que anclemos eso, queremos ser el Médicos sin Fronteras local”.