Tener algo para decir y encontrar la forma más gratificante de hacerlo es probablemente un triunfo de la vida. Sandra Ramón sufrió una tragedia familiar que la marcó para siempre: se convirtió en traficante de heroína, pasó tres años en prisión y después de mucho tiempo se perdonó.
En diálogo con TN, la colombiana de 43 años, cuenta su historia de dolor y superación. También, anima a otras personas a salir de las prisiones mentales.
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La historia familiar de Sandra: de la tragedia a la quiebra
La menor de cuatro hijos, Sandra cuenta en una charla con TN que tuvo una buena infancia, que siempre fue soñadora y aventurera. “Aun así, nunca todo es color de rosa. Como mi padre estaba presente físicamente pero no emocionalmente yo me aferré a Carlos, mi hermano mayor. Él se convirtió en mi superhéroe hasta que ocurrió lo peor: era piloto de avión y murió en un accidente aéreo a los 23 años”.
Para Sandra, la muerte de su hermano fue un antes y un después: “Había perdido a mi protector, a la persona más leal que tenía en mi vida”. El sueño de Carlos era montar su propia marca de ropa y -tras su fallecimiento-, sus hermanos decidieron avanzar con el proyecto. José Luis (ahora el mayor), construyó la empresa. Al tiempo, la compañía empezó a perder el rumbo hasta que se declaró en quiebra.
Una decisión ilegal: de la valija con 8 kilos de droga a la prisión en Nueva York
“Antes de contar cómo me convertí en una traficante de heroína quiero aclarar que yo no era ninguna pobre, la quiebra no nos iba a dejar sin comer ni mucho menos. En rigor, los motivos por los que decidí salir a buscar dinero tienen que ver con la pérdida: yo no podía fallarle a Carlos, yo tenía que hacer realidad su sueño de la empresa familiar”, explica Sandra con claridad.
En un mundo en el que abunda la crueldad, Sandra se topó con un grupo de narcos que aprovecharon la situación de vulnerabilidad y desesperación que acechaba a esa chica de 22 años. “Me propusieron llevar una maleta de heroína desde Colombia hasta los Estados Unidos. Transportaría dos kilos, pero finalmente fueron ocho y cuando ya había pasado varios controles me descubrieron y me arrestaron en Nueva York”.
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Más de un año sin ver el sol
Antes de ser capturada, Sandra creyó haber tocado el cielo con las manos, pero como ella relata, terminó por tocar los barrotes de la celda más oscura. “Cuando me trasladaron a la prisión estaba paralizada. Tomé el papel higiénico y lo usé de almohada. Automáticamente me dormí, creyendo aun que todo era una pesadilla. Cuando me desperté entendí que era real y temblé y grité. Me pregunté a mí misma, ¿Sandra que hiciste? y la respuesta me da escalofríos: me maté en vida”.
La condena fue de tres años y contempló 15 meses de encierro total sin la mínima posibilidad de ver la luz del día. “Mientras no podía ver el sol, si tenía un elemento a mano me habría suicidado. Después aprendí mucho, empecé a valorar lo importante, vi mujeres como yo y entendí que la cárcel no ayuda en lo más mínimo a la reinserción”.
Presa en libertad
A los 25 años Sandra quedó en libertad, pero en su espíritu seguía presa. “Nadie se salva de las prisiones mentales que condicionan nuestra vida, por eso es importante trabajar mucho en la conciencia emocional”.
A la joven de 22 años que salió de su casa con una valija repleta de heroína, la mujer de 43 le diría que “no existen los caminos cortos y fáciles. Me costó mucho perdonarme, aun cuando todo el mundo ya me había perdonado. Gracias a Dios pude sanar y hace dos años empecé a escribir mi libro para ayudar a otros a sanar también”.
Sandra Ramón es comunicadora social, embajadora de la Cámara Nacional de la Mujer en Bogotá, coach de vida y fundadora de “Reprograma tu corazón”, una institución que brinda ayuda a mujeres maltratadas.
A los 43 años, relató su en el libro: “La heroína de mi vida soy yo”.