Para muchos la pandemia fue, en muchos sentidos, el empujón que necesitaron para escaparse del ámbito urbano e instalarse en zonas más tranquilas y espacios rurales. Para Diego Gueler, ese receso obligado demoró un poco los planes, porque la decisión ya estaba tomada.
Diego es periodista y productor audiovisual. Tiene 42 años y nació en la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, siempre sintió algo que lo llevó a buscar un poco más allá. Luego de un proceso que incluyó viajes desde muy chico, mudanzas y aprendizaje, desde hace un año y medio se instaló junto a su familia en Umepay, una ecoaldea ubicada en Villa Yacanto, Córdoba.
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Desde ahí produjo y grabó El Mundo que quisiera, un documental que retrata cómo se transita una vida sustentable entre las sierras.
“Un agente de la SIDE me anticipó el corralito en el VIP de Pachá”: cómo empezó un proceso que parece de película
“Fue un proceso”, responde Gueler cuando se indaga en su decisión de un rotundo cambio de estilo de vida. Sin embargo, se comprende al conocer su camino, que no resulta muy lineal ni predecible.
Podría decirse que es un viajero prematuro, dado que a los 14 años empezó a recorrer el mundo solo. “Soy una especie rara. Me emancipé a esa edad y por eso pude viajar a donde quería desde muy joven”, relata a TN el productor, que hoy puede contar que recorrió 60 países.
Uruguay y luego Brasil fueron los primeros destinos. Otra gran aventura inició, de manera un poco planificada y otro poco no tanto, en el 2001, cuando partió hacia Barcelona, con una previa que parece de película.
“Me fui 3 meses antes del estallido de la crisis. Un agente de la SIDE, en junio del 2001 me dijo un sábado en el VIP del boliche Pachá que a fin de año se caía todo a pedazos”, recuerda. “Me anticipó el corralito. Y eso lo tuve en cuenta para irme”, agrega. En ese momento tenía 20 años. Vivió en el exterior durante seis, y gran parte lo hizo alejado de la gran ciudad.
De vuelta en Buenos Aires, el periodista, que se formó en la escuela TEA y se licenció en España, se dedicó de lleno al oficio, y ya con la idea en la cabeza de cambiar cemento por verde. “Decidí irme de Buenos Aires. Tengo unos amigos en Trevelin, Chubut, y me encantaba el lugar, pero el sur me resultaba muy alejado de mi familia y amigos, y el clima también me costaba. Me instalé varios años en una casa de campo en Ingeniero Maschwitz”, relata. “Ahí tuve como un primer pantallazo”, dice.
“En los pueblos noté que se puede estar en un sitio más sano, con otro ritmo de vida, otro chip. Donde la gente se encuentra y se saluda, los horarios son un poco más flotantes. No está esa ansiedad de la ciudad de querer ser productivo todo el tiempo, todo eso se diluye un poco”, considera.
A Córdoba, precisamente a Umepay, llegó en 2016. Uno de los matrimonios fundadores de la comunidad, que conoció en otras circunstancias en la ciudad, lo invitó a conocer el lugar. El deseo de vivir de otra manera se conjugó con un camino espiritual y un destino que resultó ideal.
En armonía con la naturaleza: la vida en Umepay
Umepay es una ecoaldea de montaña que en diciembre cumplirá 10 años. Actualmente, Gueler, su esposa Luciana Rinenberg, que es terapeuta del tantra, y su hijo Jan, de 3 años, forman parte de los 150 habitantes estables del lugar.
Además de cambiar el paisaje urbano de Núñez, donde vivía en la Capital, por vegetación y sierras; y a las palomas por zorros, liebres, y comadrejas, el nuevo barrio trajo consigo un nuevo paradigma. “Me gustó la propuesta, me sentí muy afín. Cuando pude compré un terreno”, cuenta.
Según cuenta al describir el estilo de vida que mantienen los pobladores de las 500 hectáreas que forman Umepay, en los inicios era “más comunitaria”. Ahora, con el crecimiento, se formaron varios “barrios”, que funcionan como una vecindad. “Cada uno tiene su terreno y entre todos se comparten algunas cuestiones, como el desarrollo de agua y los caminos”, detalla.
Una de las consignas es el respeto a la naturaleza. “Hay un código de convivencia y de edificación particulares. En el barrio más poblado, “La Aldea”, por ejemplo, no se puede tener perros, como para mantener el silencio”, señala.
En cuanto a la construcción, solo se utilizan materiales amigables con el ambiente, como adobe, madera, techos vivos y hasta materiales reciclados como botellas PET.
“Hay limitaciones. Los colores también se tienen que respetar, no podés utilizar uno que no esté en las sierras, por la contaminación visual”, comenta. En este punto destaca el impulso que María “la Negra” Fourcade, que edificó su casa, y Germán de Filippo (desarrollador al frente de 100te Constructora y además uno de los fundadores de la ecoaldea) le dieron a la bioconstrucción.
Ahí mismo funciona un emprendimiento de reciclaje, otro de huerta, y en cada hogar separan los residuos, hacen compost y ecoladrillos para darles un destino a los plásticos de un solo uso. “Es como lo básico”, dice.
Ya trabajando de manera independiente como productor audiovisual (está al frente de Sasho Films), Diego proyectó la construcción de la casa familiar. Con Luciana, con quien se casó primero Brasil en 2021 y luego en Umepay, en febrero de este año, iniciaron la edificación en 2017, y se extendió por tres años.
La mudanza demoró más de la cuenta, pandemia y cuarentena de por medio, pero finalmente en 2020, cuando Jan tenía dos años, se instalaron en la aldea. “Antes de febrero mandamos a hacer los muebles, pero nos agarró la cuarentena. Nos íbamos a mudar a fin de marzo, pero se cerró todo. Así que lo hicimos en octubre”, recuerda.
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La elección de vida es una decisión que el productor reafirma a diario. El wifi le brinda acceso a Internet para trabajar, pero la falta de señal de teléfono aplica una dosis extra a la armonía serrana. “Siembra dicha”, la casa de té desde donde habla con TN ofrece un espacio de coworking que se transformó en un punto frecuente de encuentro de los pobladores.
“El mundo que quisiera”: de la vida cotidiana a la pantalla
De manera paralela a la edificación y planificación de la nueva vida, Gueler comenzó a rodar El mundo que quisiera, un documental que retrata la cotidianeidad en la ecoaldea de montaña, con sus luces y sombras, y los valores que promueven. El objetivo es inspirar a otros a seguir sus sueños.
Se estrenó el 7 de abril en el Cine Gaumont espacio Incaa. El film dirigido por Gueler fue selección oficial en nueve festivales de cine internacionales y obtuvo tres premios: Mención Especial Panorama Ambiental del Festival de Cine Internacional de Puerto Madryn (MAFICI); finalista del certamen del canal de TV y streaming de Estados Unidos, CINEMOI; y mejor producción general en documentales en el Universal Film en Estados Unidos.
“En definitiva, vivir en paz en el paraíso que queramos construir es más que desafiante. Hay que pagar un costo humano elevado conviviendo con amigos en el medio de la sierra, lejos de las familias de origen y ante los nuevos códigos que implica vivir en medio del monte”, agrega el director.