Desde que comenzó a regir en 1912 el sufragio secreto, obligatorio y universal, la Argentina vivió una alternancia entre gobiernos democráticos y dictaduras militares. En total, fueron seis los golpes de Estado que sufrió el país en un lapso de casi cinco décadas.
El primer Golpe de Estado fue en 1930, con el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen, mientras que el último sucedió en 1976, con la destitución de María Martínez Estela de Perón. La democracia definitiva regresaría a fines de 1983, cuando Raúl Alfonsín asumió como presidente.
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1930: el inicio de la Década Infame
El 6 de septiembre de 1930, un grupo de civiles y militares, con el teniente general José Félix Uriburu a la cabeza, derrocaron al presidente radical Hipólito Yrigoyen, agobiado por una crisis económica que se vio intensificada por el crac del 29, la peor caída en la historia de Wall Street, la bolsa de valores de Estados Unidos.
Se trató del primer golpe de Estado en la Argentina desde la implementación de la Ley Roque Sáenz Peña, que estableció el sufragio secreto, obligatorio y Universal en 1912. Con la instauración de la dictadura, comenzó el período conocido como Década Infame, durante el cual se evitó, mediante la proscripción, la corrupción y el fraude electoral, que la Unión Cívica Radical pudiera volver a gobernar.
1943: la aparición de Juan Domingo Perón
La Década Infame llegó a su fin el 4 de junio de 1943 con el golpe de Estado militar que, liderado principalmente por Pedro Ramírez, Edelmiro Farrell y Arturo Rawson, sacó del poder al presidente conservador Ramón Castillo.
Otra de las figuras principales de ese gobierno fue el general Juan Domingo Perón. Para julio de 1944, no solo era el vicepresidente de la Nación, sino también el ministro de Guerra y Secretario de Trabajo. Sin embargo, en medio de una fuerte grieta entre peronistas y antiperonistas, renunció el 8 de octubre de 1945 a todos sus cargos.
Cuatro días más tarde, fue detenido y llevado a la Isla Martín García. Sin embargo, obtuvo su libertad gracias a una histórica manifestación de más de 300.000 personas, en su mayoría obreros de clase baja, que se congregaron en la Plaza de Mayo el 17 de octubre, que pasaría a ser conocido como el Día de la Lealtad.
Otra de las consecuencias de esa multitudinaria movilización fue el hecho de que el gobierno de facto convocara a elecciones en febrero de 1946. El ganador en las urnas fue Perón, con el 52,85 por ciento de los votos. De esa manera, comenzaba el primero de sus mandatos. El segundo no iba a llegar a completarlo, debido al golpe de 1955.
1955: cae el peronismo y llega la Revolución Libertadora
El 16 de junio de 1955, un grupo de civiles y militares opositores al gobierno peronista bombardearon la Plaza de Mayo y dejaron como resultado más de 300 víctimas fatales y más de 700 heridos. Ese fue el preludio del golpe de Estado que se concretó apenas tres más tarde.
El 31 de agosto de ese año, Perón brindó el conocido discurso del cinco por uno. “Cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos”, arengó el mandatario ante la multitud reunida frente a la casa de Gobierno.
Sin embargo, no mantendría su postura durante mucho tiempo. El 29 de septiembre, tras una semana de levantamientos en diferentes puntos del país y una escalada de la violencia, decidió presentar su renuncia y pedir asilo en la embajada de Paraguay, para así evitar una guerra civil que desatara una verdadera masacre.
De esa manera, se instauró una dictadura cívico-militar, que se autodenominó “Revolución Libertadora”, aunque la oposición se empeñó en llamarla “Revolución Fusiladora”. Quien se hizo cargo de la presidencia fue Eduardo Lonardi, pero 20 días más tarde iba a ser derrocado por el general Pedro Eugenio Aramburu, quien siguió una línea de acción más represiva.
El 9 de junio de 1956 se produjeron fusilamientos de José León Suárez, la matanza clandestina e ilegal que encabezó el gobierno de facto y que fue documentada por el periodista Rodolfo Walsh en su obra más representativa y famosa: Operación Masacre.
1962: Arturo Frondizi, detenido en la Isla Martín García
El 29 de marzo, las Fuerzas Armadas protagonizaron el cuarto golpe de Estado en la Argentina y destituyeron a Arturo Frondizi, quien fue llevado a la Isla Martín García. No solo porque su relación con el presidente se había deteriorado, sino principalmente porque quería evitar el regreso del peronismo, que el anterior 18 de marzo se había impuesto en las elecciones para gobernador en varias provincias, incluyendo la de Buenos Aires.
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Ese mismo día, el presidente provisional del Senado, José María Guido, ocupó el puesto vacante y se convirtió en el primer civil en asumir la presidencia tras un golpe militar. Por su parte, los militares condicionaron su mandato y lo obligaron a firmar un acta donde se imponía la anulación de las elecciones del 18 de marzo y la proscripción del peronismo, entre otras medidas.
1966: derrocamiento a Arturo Illia
Arturo Umberto Illia asumió la presidencia el 12 de octubre de 1963 tras haber ganado las elecciones con la Unión Civica Radical en fórmula con Carlos Humberto Perette. Hacia 1966, su imagen sufrió un fuerte deterioro y desprestigio ante la sociedad no tanto por el resultado de sus políticas, sino más bien por el accionar de los medios de comunicación, que mediante la analogía con una tortuga, satirizaron su falta de energía y su mesura.
Así fue como el militar Juan Carlos Onganía, con una personalidad completamente opuesta, encabezó el golpe de Estado del 28 de junio de 1966. Se autodenominó como “Revolución Argentina” y, a diferencia de las dictaduras anteriores, que se presentaban como un gobierno provisional, se estableció como un sistema dictatorial permanente.
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1976: la última y más sangrienta dictadura
El 24 de marzo de 1976, la Junta Militar integrada por Jorge Rafael Videla, general del Ejército; Emilio Eduardo Massera, comandante general de la Armada, y Orlando Ramón Agosti, comandante general de la Fuerza Aérea, derrocó al gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, que había asumido el cargo tras la muerte de su esposo el 1 de julio de 1974.
Se trató de la dictadura cívico-militar más atroz que sufrió la Argentina. Tras disgregar los partidos políticos y cerrar el Congreso, se puso en marcha un plan sistemático de secuestros y desapariciones forzadas que sufrieron militantes opositores, estudiantes, periodistas, profesores, artistas y todos aquellos que representaran una amenaza para el régimen.