“Carne sin hueso” es su traducción en japonés. Y hablar de ello nos transporta inmediatamente a pensar en “la carne de los vegetarianos”. Y en esencia, el tofu es un ingrediente básico, siempre muy recomendado en dietas vegetarianas y veganas, ya que ofrece una buena fuente de proteínas vegetales sin ingredientes animales.
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¿Qué es el tofu?
No es más que leche de soja coagulada, muy similar a la elaboración del queso de soja. El tofu se caracteriza por ser un producto de origen vegetal, pero que contiene un buen porcentaje de proteínas que aportan todos los aminoácidos esenciales en las cantidades necesarias.
El tofu se elabora a partir de semillas de soja (las de color amarillo y tamaño mediano), agua y un coagulante que suele ser sulfato de calcio, cloruro de magnesio o cloruro de calcio, y que son los que otorgan una textura y firmeza diferente a cada uno de sus tipos.
¿Cuántas variedades existen?
Sin perder nunca el sabor, hay tofu con diversas texturas y firmezas. Así podemos encontrar desde la suavidad del tofu Silken a la aspereza del tofu chino tradicional. En cuanto a la firmeza, podemos hablar de tofus suaves, firmes o extra firme.
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¿Cuáles son los más conocidos?
- Tofu firme: su textura es porosa, por lo que absorbe el líquido donde se conserva y se suele prensar antes de cocinarlo.
- Tofu extra firme: tiene una textura dura, compacta y muy granulosa. Se puede usar para rallar.
- Tofu sedoso: tiene una textura muy suave debido a su gran contenido en agua, lo que hace que se desarme con facilidad. Se suele usar para sopas y sustituye al huevo en las recetas veganas.
- Tofu sedoso firme: menos blando que el anterior, cuya textura permite emulsionarlo con la batidora y hacer cremas untables o la “tofunesa”, que es la versión vegana de la mayonesa.
- Tofu ahumado: es un cuadrado de color marrón clarito. Si lo cortas en tiras es perfecto para añadir a salteados de arroz, pasta o fideos. También se puede preparar a la plancha.
¿Y el sabor?
El sabor del tofu es muy neutro, por eso no es recomendable comerlo solo o sin cocinar. Lo ideal es combinarlo con todo tipo de alimentos, ya que adquiere el sabor de aquello con lo que se cocina y permite usarlo tanto en platos dulces como salados.
¿Cuáles son sus orígenes?
Hay diversas versiones, pero la mayoría coinciden en que fue en China donde se originó por primera vez, alrededor del 160 antes de Cristo. No obstante, otras fuentes afirman que fueron los mongoles quienes lo llevaron a China, entre el siglo IV y VII. También los japoneses, que tradicionalmente no disponían de tantas variedades de legumbres y su dieta era principalmente basada en vegetales, han empleado el tofu como una fuente significativa de proteínas.
¿Cómo conservarlo?
Al ser muy perecedero debe consumirse fresco. Una vez abierto, se conserva sólo unos 3 o 4 días en la heladera dentro de un recipiente cerrado y sumergido en agua mineral, que se aconseja renovar a diario.
No es recomendable congelarlo, ya que el tofu quedaría esponjoso y poco parecido al inicial, el hielo se derretirá y el espacio que ocupaba se llenará de aire. Y llegado el caso de hacerlo, antes de congelarlo hay que dejarlo escurrir con peso encima, secarlo con papel de cocina, envolverlo y meterlo en un recipiente apto.
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¿Cuáles son sus beneficios?
Muy similares al de la soja. De todas las legumbres, la soja es la que más proteínas y menos hidratos posee, pero también, se trata de la legumbre con más grasas y por eso tiene un gran aporte calórico. Sin embargo, estas grasas son saludables, de buena calidad, ya que contiene omega 3 y se compone de ácidos grasos poliinsaturados que benefician la salud cardiovascular.
De todos sus beneficios, el más destacado es su alto aporte de proteínas de muy buena calidad y altamente digestivo, muy recomendado para personas que sufren diferentes problemas estomacales. Aporta además minerales y calcio. También tiene una buena cantidad de hierro, de muy fácil asimilación para el cuerpo y perfecto para prevenir la anemia. El tofu ayuda a mantener los niveles de glucosa en diabéticos. De hecho, un estudio comprobó que el consumo de soja reducía en un 66% la excreción de glucosa por la orina.