De acuerdo a diferentes consultas con psicólogos especialistas, los rasgos fundamentales cuando alguien tiene un trastorno de personalidad histriónica son: centro de atención, exageración, máscara triste y feliz, consolada/o por amigas/os.
Ser el centro de atención
La psicóloga María Victoria Sánchez López explica: “Cualquier trastorno de personalidad se caracteriza por un patrón permanente de experiencia interna y comportamiento que se aleja de las expectativas de la cultura de la persona (cognición, afectividad, actividad personal o control de impulsos). Es un patrón persistente, de larga duración, inflexible, que genera malestar o deterioro social y laboral o en otras áreas de la persona. Esto último es importante remarcar, más allá de la conducta, que puede ser llamativa, la persona a nivel interno está sufriendo, aunque desde fuera esto a veces no se perciba”.
En el caso del trastorno histriónico, las características son: patrón general de excesiva emotividad y búsqueda de atención que se da en diversos contextos, comenzando al inicio de la edad adulta. El mismo presenta más de la mitad de los siguientes síntomas: incomodidad cuando no se es el centro de atención, habituales comportamientos seductores en la interacción social, utilización del aspecto físico para llamar la atención, considerar las relaciones más íntimas de lo que son, expresión emocional superficial y cambiante, forma de hablar excesivamente subjetiva y con pocos matices, teatralidad y ser fácilmente influenciable. No obstante, la especialista aclaró: “Dentro de estas características puede haber variabilidad en cada persona, igual que en otros trastornos. Una persona es más que el trastorno que pueda tener”.
Exagerada/o
Según Irina de la Flor, directora del Master de Coaching Consciente de la Escuela de Salud Integrativa, la personalidad histriónica se caracteriza por una serie de rasgos que externamente son fácilmente reconocibles. Para ella, las personas histriónicas suelen:
- Hablar más alto de lo normal.
- Llamar la atención exagerando o creando historias que sean especiales para conseguir ser el centro de atención
- Reaccionar de forma excesiva a acontecimientos o situaciones
- Cambiar mucho de estados emocionales: unas veces pueden mostrarse muy felices y en poco tiempo, pueden mostrarse realmente tristes o alicaídos
- Usar el drama o casi la teatralización en sus reacciones para no pasar desapercibidos
Utilizar su físico también para llamar la atención, moviéndose de forma exagerada, haciendo grandes gestos con las manos o con el cuerpo “A pesar de que este tipo de personalidad, si no se corrige a tiempo, puede llegar a convertirse en un trastorno, en nuestra vida seguramente hayamos conocido a una o más personas con esta forma de ser”, afirmó la experta, quien añadió que así como los síntomas externos son fácilmente reconocibles, para comprender el origen de esta personalidad y del dolor que la genera, hay que hacer un análisis en profundidad.
Personas con máscara triste y feliz
Causas que llevan a este tipo de personalidad: “Lo que vemos en la clínica, cuando realizamos la valoración de una persona con un trastorno de personalidad, es que sobre todo las vivencias de la primera infancia han tenido un peso muy importante en el desarrollo de la personalidad, aparte de otras experiencias de estrés o traumáticas. El tipo de vínculo que ofrezcan los cuidadores principales (apego seguro o inseguro) será un factor protector o de riesgo respecto a la salud mental. Si los adultos que nos cuidan nos ofrecen conexión y regulación emocional, afecto positivo, respeto y aceptación internalizamos todo eso y se pondrá en juego en nuestras relaciones posteriores, que podrán ser saludables y satisfactorias. Si, por el contrario, interiorizamos ansiedad, miedo a la pérdida, la idea de no ser queridos o de no merecer ser queridos, culpa, entre otros, eso interferirá en nuestra forma de vincularnos en la vida adulta generando dificultades, limitaciones y sufrimiento. Por eso es muy importante, como sociedad, ayudar a los adultos a construir vínculos seguros con los niños: los padres principalmente, las familias (abuelos, tíos, etcétera), los educadores, profesionales sanitarios, entre otros”, afirmó Sánchez López.
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También destacó la importancia de las vivencias de la infancia. Irina de la Flor, dijo: “En general podríamos decir que las personas que crean este personaje, buscan la aprobación desmedida de los demás porque ellos interiormente no se aprueban a sí mismos, no se valoran o lo que es lo mismo, no se quieren lo suficiente. Esta falta de valía suele venir por lo general de una situación en donde las personas sintieron un profundo rechazo por parte de uno de sus progenitores en su niñez. Personas que, por ejemplo, nacieron en una familia donde uno de los dos progenitores (padre o madre) no querían un hijo, niño o niña, o en una familia donde uno de los padres rechazó al niño por celos. Personas que creyeron que tener un hijo podía suponer un peligro para alguien o para la salud de la madre”, contó la especialista. “Es por ello que, en la edad adulta, la persona busca la aprobación en los demás para encontrar el valor que él/ella entendió que no tiene”, agrega.
Mujer/hombre consolado por amigas/os
Irina de la Flor sostiene que, de alguna forma, estas personas se hacen dependientes de los demás porque realmente solas no se sienten autosuficientes, y por eso necesitan hablar de sus problemas con alguien, hablar mucho y desmedidamente, echar la culpa de sus problemas a los demás y ser el centro de atención. “En algunas ocasiones esta personalidad puede desembocar en la personalidad del mártir, que, en lugar de quejarse, deciden dar mucha atención a los demás (más de la debida) y desvivirse por ellos, descuidándose en muchas ocasiones y abandonándose a sí mismos. En este caso, las personas, además de hablar de ellas mismas, cuentan sus logros y sus batallas para de nuevo ser el centro de atención”, explicó.
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Persona en psicoterapia
Siempre que nos movamos en un nivel que no haya derivado en un trastorno más serio, puede ser equilibrada con una vida más consciente haciendo las siguientes actividades:
- Tomar consciencia de quien nos hizo daño o quien nos rechazó en nuestra infancia.
- Comprender que esa persona, a su vez, se minusvaloraba mucho porque fue a su vez desvalorizado por alguien, incluyendo a uno de sus progenitores.
- Entender que esa persona no podía habernos tratado mejor o habernos rechazado menos debido al dolor que tenía, al miedo y a sus experiencias y dolor personal.
- Una vez que entendemos eso, el siguiente paso es perdonar a esa persona.
- Una vez hemos perdonado a aquel que nos ha tratado mal o nos rechazó, observar que el hecho de ser personas nos hace poseer un valor infinito pues tenemos la posibilidad de manifestar amor infinito e incondicional a nosotros mismos y a los demás.
- Cuando reconozcamos el valor intrínseco en nuestro ser, en nuestra esencia y en nuestro centro, empezar a observar que no necesitamos que nada ni nadie nos apruebe porque ya somos maravillosos.
- Una vez que comprendamos que somos maravillosos en nuestra esencia, debemos hacernos responsables que hacer los cambios pertinentes para pensar, hablar y hacer cosas maravillosas. Lo primero de esto es aprender a querernos, a respetarnos, a ser independientes, valientes y genuinos, y después a diseñar una vida que nos llene y nos haga felices porque valemos un montón y nos merecemos una vida feliz. “Una vez hemos hecho este cambio y hemos llegado a comprender esto con profundidad, es muy difícil volver a poner atención en los demás buscando afuera lo que ya tenemos dentro. En ese momento, volveremos a ser personas equilibradas que vivirán una vida en armonía consigo mismas y con los demás”, detalló Irina de la Flor.
Por su parte, María Victoria Sánchez López concluyó: “Tener un trastorno de personalidad genera problemas y malestar en las relaciones personales. Cuando una persona no se encuentra bien consigo mismo, no puede estar bien con los demás. La familia o pareja actual, según el vínculo que haya y su propio estado emocional, pueden minimizar o empeorar la sintomatología”, expresó por su parte la psicóloga, quien añadió que si estamos hablando de un trastorno de personalidad, para que haya cambios significativos, será necesario hacer un proceso de psicoterapia. “Se puede realizar un proceso de reparación del apego acudiendo a un psicólogo clínico o psiquiatra psicoterapeuta especializado en terapias basadas en el apego”, sostuvo.