Desde que somos niños, estamos sometidos a una gran cantidad de estímulos e información y, a veces, nos gustaría poder hacer lo que los psicólogos denominan “efecto avestruz”. La referencia apunta al mito acerca del animal que esconde su cabeza para supuestamente evitar un peligro y que en los seres humanos se usa como un recurso para aliviar la ansiedad o el estrés que nos generan.
Un ejemplo típico de este comportamiento sería el de aquellos que no acuden al médico por temor a que los síntomas que experimentan se conviertan en una enfermedad diagnosticada, ya que, consideran que ignorar los datos no hace que desaparezcan los temores, pero los puede tranquilizar.

Cuando somos pequeños mostramos un gran interés por todo lo que nos rodea, pero hay un momento en el que dejamos de ser niños curiosos que preguntan sin parar y nos convertimos en adultos que prefieren no saber. Ante esta situación, científicos de la Universidad de Chicago llevaron a cabo un estudio que reveló que cuanto más crecen los niños, más aumenta su tendencia a evitar información desagradable.
Como pasamos de querer saberlo todo al “mejor no me lo digas”
Los niños de 5 y 6 años todavía muestran mucha curiosidad, pero entre los 7 y los 10 ya se observa un cambio porque a esa edad son capaces de esquivar ciertos datos si creen que les van a generar emociones negativas. “Para comprender los orígenes de los comportamientos de toma de decisiones y cómo cambian con el tiempo, la única población que puede brindar información son los niños”, explicó Radhika Santhanagopalan, la investigadora que dirigió el trabajo.
Mientras estudiaba su doctorado en Psicología y Negocios, la experta se topó con una paradoja: en sus clases veía cómo los adultos evitaban cierta información —como no mirar un análisis médico, o ignorar un mal resultado en la bolsa— aunque eso los perjudicara. En cambio, en sus clases de Psicología infantil los niños parecían hacer justo lo contrario, ya que se mostraban insaciablemente curiosos.
Esto hizo que se preguntase cómo las personas pasamos de querer saberlo todo a evitar la información y cuál es el motivo de esta transición.
El estudio
Su equipo le planteó a los niños situaciones basadas en cinco motivos por los que solemos ignorar información
- evitar emociones negativas como ansiedad o decepción,
- no recibir noticias que cuestionen nuestra simpatía o capacidad
- proteger nuestras creencias
- mantener nuestras preferencias intactas
- beneficiarnos a nosotros mismos sin sentirnos egoístas.
Un ejemplo: se les pedía pensar en su golosina favorita y en la que menos les gustaba. Después, se les ofrecía ver un vídeo sobre por qué ese dulce era malo para los dientes y el resultado del experimento mostró que los pequeños de 5 y 6 años querían ver ambos vídeos, mientras que los mayores preferían no enterarse de lo malo que era su dulce favorito, pero no tenían problemas en descubrir lo malo de la golosina que no les gustaba.

En el ámbito de la competencia (por ejemplo, saber si habían suspendido un examen), todos los niños, sin importar la edad, querían conocer la información y los investigadores creen que esto puede estar relacionado con el “crecimiento personal” que se fomenta en la escuela: la idea de que con esfuerzo se puede mejorar.
Qué más hallaron los científicos
Otro de los hallazgos del estudio fue cuándo los niños empiezan a usar la ambigüedad en su propio beneficio, a lo que los investigadores llaman “margen moral” y la autora principal del trabajo dijo: “Queremos actuar en nuestro propio interés, pero también nos importa mucho parecer justos ante los demás. El margen de maniobra moral nos permite lograr ambos objetivos”.
En un experimento, los niños tenían que elegir entre dos cubos con stickers: uno les daba más a ellos, pero el reparto con su compañero estaba oculto. Aunque no les costaba nada averiguarlo, los más mayores preferían no saber cuántas pegatinas recibiría el otro, lo que les permitía elegir sin sentirse culpables. Ese “velo de ignorancia” les daba la libertad de actuar pensando en sí mismos, manteniendo al mismo tiempo la apariencia de imparcialidad.
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Santhanagopalan reconoce que, en algunos casos, evitar información puede ser comprensible, ya que a veces protege del agobio o de la ansiedad, pero excederse en esta actitud también puede traer problemas, como reforzar la polarización política o el pensamiento rígido, por lo cual, para no caer en esta trampa, recomienda reflexionar sobre por qué evitamos ciertos datos, ya que, tal vez estemos priorizando la comodidad inmediata en lugar de un beneficio a largo plazo y dijo que reencuadrar la información incómoda como algo útil puede ser un buen paso.
Además, intervenir en edades tempranas podría ayudar a los niños a mantener su curiosidad natural y evitar que caigan en dinámicas de evasión, mientras que aprender a convivir con la incertidumbre puede ser una herramienta valiosa: “Los humanos tenemos esta propensión a querer resolver la incertidumbre, pero cuando la resolución es amenazante, podemos recurrir a la evasión. Creo que es importante ser capaz de tolerar e incluso aceptar cierto nivel de incertidumbre”, concluyó.