Elliot Godfrey, un británico de 42 años, comenzó a sufrir fuertes dolores de cabeza poco después de regresar de vacaciones con su familia. Como muchos adultos con bebés pequeños, pensó que se trataba de agotamiento y estrés. No fue hasta la fiesta del primer cumpleaños de su hijo que amigos cercanos notaron su malestar y lo convencieron de consultar a un médico.
En abril, los estudios confirmaron un diagnóstico inesperado: glioblastoma multiforme, un tumor cerebral de grado IV, considerado uno de los más agresivos y de peor pronóstico.
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“Los médicos me dieron un 20% de probabilidades de morir en la cirugía. Las tasas de supervivencia eran difíciles de aceptar”, contó Elliot, exgolfista profesional, hoy empresario. Se sometió a una operación en la que le extirparon el 95% del tumor, seguida de semanas intensas de radioterapia y quimioterapia.

Más allá del impacto físico, Elliot compartió su experiencia emocional. “Una de las cosas más difíciles es procesarlo solo y ver a tus seres queridos sufrir. Te sentís culpable, como si los hubieras decepcionado”, expresó en una entrevista.
Qué es el glioblastoma y por qué es tan difícil de tratar
El glioblastoma multiforme (GBM) es un tumor que se origina en las células gliales del cerebro, responsables de sostener y proteger las neuronas. Su clasificación como tumor de grado IV indica el máximo nivel de malignidad: crece rápido, invade tejido sano y tiene alta capacidad de volver a aparecer incluso tras tratamientos agresivos.
Entre los síntomas más comunes se encuentran:
- Dolor de cabeza persistente y progresivo
- Cambios en la visión
- Problemas de memoria o conducta
- Náuseas y vómitos sin causa aparente
- Crisis convulsivas
La localización del tumor dentro del cerebro determina qué funciones pueden verse afectadas.
Aunque aún no se conocen con claridad las causas del glioblastoma, los expertos coinciden en que no suele estar asociado a factores hereditarios ni a exposiciones ambientales comunes. Esta falta de marcadores claros hace difícil su prevención y diagnóstico temprano.
El tratamiento estándar combina cirugía, radioterapia y quimioterapia. Sin embargo, debido a la agresividad del tumor, este puede duplicar su tamaño en menos de dos meses, lo que complica el control a largo plazo.
Tratamientos experimentales y búsqueda de esperanza
Decidido a mejorar sus chances, Elliot lanzó una campaña de recaudación en GoFundMe para acceder a terapias experimentales en Alemania, que no están disponibles en el sistema público de salud británico. Ya reunió más de 140.000 libras esterlinas.
Dos de los tratamientos que planea iniciar son:
- Campos de tratamiento tumoral: una gorra con electrodos que emite campos eléctricos suaves para interferir con la división celular del tumor. Debe usarse hasta 18 horas al día.
- Vacuna con células dendríticas: estimula el sistema inmune para que ataque selectivamente a las células tumorales.
“Estoy haciendo todo lo que puedo para mejorar mis posibilidades. Hago ejercicio, cuido mi alimentación y mantengo una actitud positiva”, relató Elliot. Según contó, los médicos se sorprenden al ver su buen estado general. “Si no tuvieran mis notas clínicas, no creerían que tengo glioblastoma”.
Hoy, su objetivo es claro: estar presente para su hijo el mayor tiempo posible. “No soporto la idea de que este sea el único tiempo que me queda”, concluye.