El consumo de vitamina C de forma endovenosa se volvió popular en clínicas estéticas y centros de wellness, pero nació como un recurso médico para tratar casos específicos. Y aunque sus beneficios pueden ser reales, no está libre de contraindicaciones.
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Expertos advierten que su aplicación requiere evaluación médica y profesionales capacitados. Mal utilizada, puede traer más complicaciones que soluciones.
Por qué se aplica vitamina C directamente al torrente sanguíneo
La terapia intravenosa con vitamina C permite alcanzar concentraciones en sangre mucho más altas que las que se logran con pastillas o alimentos. Esa diferencia no es menor: según especialistas, el cuerpo tiene un límite para absorber vitamina C por vía oral, mientras que la vía endovenosa lo supera ampliamente, lo que la vuelve útil en ciertos contextos clínicos.
Entre sus posibles beneficios se destacan:
- Refuerzo del sistema inmunológico
- Aceleración en la recuperación de heridas o quemaduras
- Prevención del envejecimiento prematuro de la piel
- Mejora en la absorción de otros nutrientes
“Al aplicarse directamente al flujo sanguíneo mediante un catéter periférico, se evita el sistema digestivo y se obtienen efectos más rápidos y potentes”, explica Katherine Roque, docente de Inyectoterapia y Vitamina C Endovenosa del Instituto Carrión de Perú.
Pero esta eficacia no significa que sea una solución universal o de uso libre. La especialista subraya que antes de iniciar cualquier tratamiento es necesario evaluar la salud general del paciente, ya que no todas las personas son candidatas a recibirlo.
Cuándo está indicada y qué precauciones requiere la vitamina C endovenosa
El uso terapéutico de vitamina C endovenosa tiene indicaciones específicas. Se ha utilizado como apoyo en pacientes inmunodeprimidos, con diabetes o trastornos metabólicos, e incluso como complemento en ciertos tratamientos oncológicos.

Uno de los cuestionamientos frecuentes es que el exceso de vitamina C se elimina por orina, lo que podría volver inútil su aplicación. Sin embargo, Roque aclara que en dosis altas y controladas, se observaron efectos positivos en determinados cuadros clínicos.
Además, la dosis y la frecuencia deben ser personalizadas: algunas personas podrían necesitar una aplicación semanal, otras mensual, siempre según el criterio del médico tratante.
Otro punto clave es la correcta manipulación del tratamiento. La administración de vitamina C inyectable requiere conocimientos técnicos precisos, desde la preparación hasta el monitoreo del paciente durante y después del procedimiento. Si no se realiza de manera adecuada, pueden aparecer efectos adversos o complicaciones como irritación, hipersensibilidad o desequilibrios electrolíticos.
Y lo más importante: no reemplaza un tratamiento médico tradicional. Puede acompañarlo, sí, pero siempre bajo supervisión profesional.
De terapia médica a moda estética
En los últimos años, esta técnica empezó a aparecer en clínicas de estética y centros de bienestar, donde se la promociona como un remedio “antirresaca”, una herramienta antiage o un boost vitamínico para días de cansancio.

La escena se popularizó aún más tras aparecer en series como Sunset: La milla de oro, donde las protagonistas reciben un suero vitamínico como si fuera parte de una rutina de belleza. En algunos países, incluso se comercializa como un “cóctel” con vitamina C y otras sustancias, sin justificación clínica.
Sin embargo, los expertos advierten que esta práctica puede ser peligrosa si se realiza sin indicación médica. No está pensada para personas sanas que buscan un efecto exprés.
“Se requieren conocimientos técnicos para garantizar una aplicación segura y eficaz. Es importante entender que este tipo de terapia no reemplaza un tratamiento médico, sino que puede complementarlo bajo supervisión”, remarca Roque.
Usar esta técnica como si fuera un suplemento sin riesgos es desconocer su verdadero alcance y olvidar que cualquier sustancia inyectable puede tener efectos negativos si se aplica de forma incorrecta.