El yoga pasó de ser una práctica milenaria asociada al bienestar espiritual a convertirse en una herramienta terapéutica validada por la ciencia. En la actualidad, millones de personas lo utilizan para aliviar el estrés, mejorar su postura o recuperar flexibilidad. Pero más allá de sus beneficios generales, esta actividad física empieza a consolidarse como una opción eficaz para tratar enfermedades musculoesqueléticas comunes, como la artrosis de rodilla.
Así lo demuestra un nuevo estudio publicado en JAMA Network Open en abril de 2025, que comparó directamente los efectos del yoga con los de los ejercicios de fortalecimiento convencionales en personas con dolor crónico de rodilla. El hallazgo clave fue que ambos enfoques ofrecen beneficios similares, abriendo nuevas posibilidades para quienes buscan alternativas no farmacológicas y adaptables.

El ensayo clínico, realizado por un equipo de científicos del Menzies Institute for Medical Research de la Universidad de Tasmania en Australia, comparó dos enfoques distintos de ejercicio: el yoga, centrado en la conciencia corporal y la respiración, y los ejercicios de fuerza convencionales. Ambos grupos lograron reducciones similares en el dolor después de 12 semanas, mientras que, además, quienes practicaron yoga mostraron mejoras en la calidad de vida y síntomas de depresión.
La artrosis de rodilla es una enfermedad degenerativa frecuente en personas mayores, caracterizada por dolor, rigidez y pérdida de movilidad. Aunque los ejercicios terapéuticos son recomendados como primera línea de tratamiento, hasta ahora había poca evidencia directa sobre cuál tipo de ejercicio puede resultar más beneficioso o fácil de seguir a largo plazo.
El yoga y los ejercicios de fuerza
En este estudio, participaron adultos mayores de 40 años con dolor de rodilla moderado a severo. Las personas fueron divididas aleatoriamente en dos grupos: uno practicó yoga y el otro siguió un programa de ejercicios de fortalecimiento muscular. Ambos grupos asistieron a sesiones supervisadas durante 12 semanas y continuaron con rutinas en casa hasta completar 24 semanas.
El objetivo principal fue evaluar si el yoga reducía el dolor de rodilla tanto como los ejercicios de fuerza, utilizando una escala visual de dolor de 0 a 100 y, al cabo de 12 semanas, ambos grupos mostraron una mejora significativa, mientras que la diferencia entre ellos fue mínima: solo 1,1 puntos. Esto significa que el yoga no fue inferior a los ejercicios convencionales.

Además del dolor, los investigadores midieron otros aspectos como movilidad, función de la rodilla, estado emocional y calidad de vida. Aunque la mayoría de las mejoras fueron similares entre ambos grupos, el yoga ofreció ventajas adicionales en algunas áreas clave.
Los beneficios más allá del alivio del dolor
Tras 24 semanas, quienes practicaron yoga presentaron mejoras superiores en indicadores importantes como la rigidez articular, la movilidad y el bienestar general. Los resultados fueron especialmente notables en las puntuaciones del índice WOMAC, que evalúa dolor, función y rigidez de las articulaciones. En todos estos aspectos, el yoga mostró diferencias estadísticamente significativas.
También se observó una leve mejora en la salud mental. El grupo de yoga tuvo una mayor reducción en los síntomas de depresión a las 12 semanas, evaluados con el cuestionario PHQ-9, en comparación con el grupo de ejercicios de fuerza. Este hallazgo cobra relevancia dado que muchas personas con artrosis también presentan síntomas depresivos.
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En términos de calidad de vida, los resultados también favorecieron al yoga, especialmente al final del estudio. El grupo que practicó yoga reportó una mejor percepción de su bienestar físico y mental, mientras que uno de los aspectos más interesantes del estudio fue la adherencia. Aunque ambos grupos asistieron a una cantidad similar de sesiones supervisadas, el grupo de yoga mantuvo una mayor constancia en los ejercicios en casa durante la segunda mitad del programa. Esta diferencia podría haber influido en los beneficios observados a largo plazo.
La participación activa en ambas modalidades indica que tanto el yoga como los ejercicios de fuerza son bien aceptados por los pacientes. Esto refuerza la idea de que ofrecer distintas opciones puede aumentar la adherencia y el compromiso en el tratamiento no farmacológico de la artrosis. Los autores destacan que el yoga no solo mejora el dolor, sino que también promueve el equilibrio, la flexibilidad y la atención plena. Estas cualidades podrían ser especialmente útiles en personas mayores o en aquellas que buscan un enfoque más integral del cuidado físico y emocional.