El desafío nunca es solo avanzar, sino avanzar sin atropellar. No se trata únicamente de crecer, sino de hacerlo sin pisar ni pasar por encima de nadie. La ciudad de Buenos Aires enfrenta finalmente el reto de modernizar su transporte público hacia un modelo 100% eléctrico, aunque no a cualquier costo.
Según un artículo presentado por las Naciones Unidas en 2022, “una de cada seis muertes en el mundo está relacionada con enfermedades causadas por la contaminación ambiental, una cifra que triplica la suma de las muertes por sida, malaria y tuberculosis, y multiplica por 15 las ocasionadas por guerras, asesinatos y otras formas de violencia”.
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En ese contexto, el mismo documento agrega que “la contaminación atmosférica es el mayor contribuyente ambiental a las muertes prematuras, al causar unos siete millones de víctimas cada año”.
Evidenciado esto, los países deben encontrar la forma de que el crecimiento económico, al que lógicamente apuntan, no comprometa la calidad de vida de las futuras generaciones. Un punto crucial es lograr que movilizarse dentro de las grandes urbes no implique un desgaste irreversible del ambiente que nos protege.
Un transporte sustentable, seguro y eficiente
El transporte sustentable busca, como ya ocurre en las principales metrópolis del mundo, reducir la emisión de gases tóxicos y la —poco mencionada— contaminación sonora. ¿De qué modo? Creando un sistema de transporte público urbano mucho más amigable con el medio ambiente y, al mismo tiempo, tan cómodo como el automóvil particular, cuyo uso se espera desalentar progresivamente.
Así, los autobuses utilizados exitosamente en grandes capitales mundiales son 100% eléctricos, silenciosos y cuentan con comodidades cada vez más valoradas por los usuarios urbanos, como Wi-Fi, aire acondicionado y carriles exclusivos con semaforización prioritaria, lo que evita embotellamientos y acorta los tiempos de viaje.

La modernización del transporte público eléctrico ya es una realidad en otras ciudades. Dejó de ser un desafío técnico para convertirse en la alternativa por excelencia para la movilidad urbana, lo que genera presión en ciudades como Buenos Aires, obligadas a mantenerse a la altura de las grandes capitales del mundo.
La sustentabilidad y la protección ambiental son fundamentales para comunidades densamente pobladas como la de CABA, aunque no deben comprometer ni la calidad del servicio ni la seguridad. La transparencia y la eficiencia son claves para garantizar el éxito, la continuidad y la expansión del proyecto hacia otras ciudades del país.
El éxito de estas nuevas formas de movilidad radica, principalmente, en su capacidad para desplazar progresivamente a los vehículos de combustión fósil y su alto poder contaminante. A esto se suma que, en promedio, un automóvil privado suele transportar a una sola persona, dejando entre tres y cuatro asientos vacíos. En cambio, cada unidad de autobús eléctrico —como las utilizadas en Europa— puede trasladar a más de 100 pasajeros, reduciendo considerablemente la cantidad de vehículos en circulación y eliminando esos “lugares vacíos”.
Siguiendo los pasos de grandes ciudades europeas donde este tipo de transporte comenzó hace décadas y continúa con éxito, Buenos Aires asoma decidida al cambio.

En ese camino, se inscribe la implementación del servicio anunciado con bombos y platillos en febrero pasado por el Gobierno porteño como un sistema de colectivos 100% eléctricos que promete reducir las emisiones contaminantes y sonoras, mejorando así la calidad de vida urbana. Para conectar todas las líneas de subte por el centro y el oeste de la ciudad, se requiere un transporte comprobado, de última tecnología, con bajos costos de mantenimiento y verdadero nivel de avanzada. No basta con autobuses diésel reconvertidos o prototipos poco confiables que terminarán siendo pruebas esporádicas.
Buscar el camino correcto y no repetir errores del pasado
Sin embargo, la licitación pública para adquirir las unidades necesarias para lograr un verdadero cambio sostenible ha generado polémica.
La sustentabilidad y la protección ambiental son objetivos fundamentales en la planificación urbana, y la electromovilidad es una tendencia creciente en las ciudades más avanzadas. No obstante, implementar estos sistemas requiere una planificación rigurosa y una ejecución transparente.
La experiencia de otras ciudades que han implementado sistemas de transporte eléctrico exitosos demuestra la importancia de asociarse con empresas con experiencia real y estándares internacionales. Apostar por lo contrario puede significar años de demoras, sobrecostos y un servicio deficiente que no cumple con los objetivos planteados.
Por eso, este servicio representa una gran oportunidad para transformar la movilidad en Buenos Aires, pero es fundamental que las decisiones actuales estén bien fundamentadas y garanticen su calidad y eficiencia. La sustentabilidad y la protección ambiental deben ser prioridades, pero no a costa de sacrificar el buen funcionamiento del sistema.
En tiempos en los que, cuanto más se cuestiona el calentamiento global y el cambio climático, más se evidencian sus efectos, la necesidad de entender las cuestiones ecológicas como una política de Estado —y no como un enunciado vacío, a menudo más oportunista que premeditado— obliga a no mirar para otro lado. Es hora de que el aire puro de la responsabilidad estatal y empresarial se imponga al humo oscurantista de las soluciones rápidas.

Una licitación cuestionada y una empresa sin flota comprobada
Según el documento de la licitación pública N.º 244/24, dos empresas compiten por la provisión de 74 vehículos eléctricos: Irizar e-Mobility, una firma española con operaciones en más de 90 países y experiencia comprobada en capitales europeas, y Megacar SA, una empresa argentina que no pudo acreditar la existencia de una flota real. Lo que presentaron fueron renders digitales y promesas de desarrollo local.
Una fuente cercana a la licitación deslizó que sería “poco seguro y extraño que se adjudique a una empresa local un producto que no tiene”. Y lamentó que Buenos Aires “no tenga la misma calidad de transporte que circula en las mejores capitales del mundo”.
Ventajas de la electromovilidad y promesas aún pendientes
Desde el punto de vista ambiental, el TramBUS tiene fundamentos sólidos. Un estudio de la Agencia Internacional de Energía (IEA) indica que los autobuses eléctricos reducen en un 39% las emisiones de carbono en comparación con sus versiones diésel. Además, su bajo nivel de ruido mejora la calidad de vida urbana. En este sentido, Buenos Aires seguiría los pasos de ciudades como París, Bogotá o Barcelona.
(*) Licenciado en Accidentología y Prevención Vial, abogado y magíster en Planificación y Políticas de Transporte. Especialista en análisis del lugar del hecho, perito judicial del PJN, y docente universitario en Seguridad Vial y Transporte. Director del Instituto Superior de Prevención Vial (ISPREVI) y asesor en accidentología vial.