La preocupación de los padres acerca de la excesiva cantidad de tiempo que destinan sus hijos al uso de dispositivos digitales para navegar por internet o interactuar en las redes sociales, aumentó en los últimos tiempos y la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria advirtió recientemente que el teléfono celular no es un regalo para los niños, sino un problema. La entidad lo hizo con el objetivo de concientizar a los progenitores de la necesidad de limitar su uso por parte de los más pequeños porque el acceso a los dispositivos digitales con Internet, redes sociales y aplicaciones de Inteligencia Artificial (IA) es cada vez más prematuro.
Ahora, un nuevo artículo publicado en The Lancet Child and Adolescent Health y que fue revisado por expertos del Instituto de Internet de Oxford, de la Universidad de Oxford pone de manifiesto que es necesario establecer un marco preciso para investigar sobre la IA y sus posibles consecuencias negativas para la salud mental de los niños y adolescentes que utilizan esta tecnología.
El artículo se titula “De las redes sociales a la inteligencia artificial: Mejorando la investigación sobre los daños digitales en los jóvenes” y señala la necesidad de realizar una revisión crítica en la forma de estudiar el impacto de las tecnologías digitales en la salud mental de los jóvenes e identifica cómo futuras investigaciones sobre IA pueden evitar errores cometidos en el análisis de las redes sociales. Entre las limitaciones actuales, destacan resultados inconsistentes y la falta de estudios longitudinales que permitan establecer relaciones causales.
Los autores del trabajo indican que dos de cada cinco niños de 7 a 12 años y cuatro de cada cinco adolescentes de 13 a 17 años ya utilizan herramientas y servicios de IA generativa, según mostró un informe del regulador británico Ofcom publicado en 2023. También advierten que las funciones de IA que intentan imitar las capacidades cognitivas y de razonamiento de los humanos y las que permiten generar deepfakes (archivos de vídeo, imagen o voz manipulados que parecen reales) podrían afectar negativamente el bienestar psicológico de los jóvenes y aumentar los casos de depresión, ansiedad y trastornos alimentarios, entre otros problemas.
Regular la integración de la IA en las plataformas digitales
Los investigadores de Oxford consideran que muchos de los estudios que se llevaron a cabo sobre redes sociales y salud mental en los adolescentes son observacionales y no aportan una evidencia causal sólida y señalan que los efectos encontrados son muy heterogéneos y dependen de los factores contextuales y metodológicos.
En tanto, dividieron sus análisis y recomendaciones en cuatro apartados principales:
- una revisión de estudios recientes sobre los efectos de la tecnología en la salud mental de niños y adolescentes, destacando las limitaciones clave de la evidencia encontrada;
- un análisis de los desafíos en el diseño e interpretación de la investigación que subyace a estas limitaciones;
- elaboración de propuestas que mejoren los métodos de investigación para abordar estos desafíos, centrándose en cómo se pueden aplicar al estudio de la IA y el bienestar de los niños;
- medidas específicas para favorecer la colaboración entre investigadores, responsables políticos, empresas tecnológicas, cuidadores y jóvenes.
La Dra. Karen Mansfield, investigadora postdoctoral del Instituto de Internet de Oxford (OII) y autora principal del artículo, añadió: “Los jóvenes ya están adoptando nuevas formas de interactuar con la IA y, sin un marco sólido para la colaboración entre las partes interesadas, las políticas basadas en evidencia sobre inteligencia artificial quedarán rezagadas como sucedió con las redes sociales”.
Los autores del artículo explican que el impacto de las redes sociales suele interpretarse como un factor causal aislado, ignorando los diferentes tipos de uso y los factores contextuales que influyen tanto en el uso de la tecnología, como en la salud mental. Sin un replanteamiento de este enfoque, la investigación futura sobre IA corre el riesgo de repetir los mismos errores y caer en un nuevo pánico mediático, como ocurrió con las redes sociales.
Conclusiones del estudio
El estudio concluye que, a medida que los jóvenes adoptan nuevas formas de interactuar con la IA, tanto la investigación como las políticas basadas en evidencia tendrán dificultades para seguir el ritmo. Sin embargo, si adoptamos un enfoque que aprenda de las deficiencias de investigaciones pasadas, será posible regular de manera más eficaz la integración de la IA en las plataformas digitales y cómo se usan.
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“Solicitamos un marco colaborativo basado en evidencia que responsabilice a las grandes empresas de tecnología de manera proactiva, incremental e informativa”, dijo Andrew Przybylski, profesor de Comportamiento Humano y Tecnología de la OII y autor colaborador del artículo. “Si no aprendemos de las lecciones del pasado, en diez años podríamos volver al punto de partida, y sentirnos impotentes frente a la IA de la misma manera que nos sentimos impotentes ante las redes sociales y los teléfonos inteligentes. Tenemos que tomar medidas activas ahora para que la IA pueda ser segura y beneficiosa para los niños y adolescentes”, concluyó.