Muchas personas llegan a comprobar en algún momento que tienden a asustarse ante la percepción de un latido cardíaco acelerado que no es del todo frecuente, un temor que se convierte en un problema en el momento en que llega a interferir en el normal desarrollo de la rutina diaria. Sin saberlo, están padeciendo cardiofobia o miedo a los infartos cardíacos.
Tal y como recoge el manual DSM-V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría), se trata, por sus distintivos rasgos, de un trastorno de ansiedad que tiende a cursar, entre otras sensaciones asociadas al corazón, con quejas -que pueden llegar a hacerse crónicas- de palpitaciones y dolor en el pecho, que pueden no corresponderse con la realidad.
“Cuando el acceso ansioso se dispara, resulta altamente displacentero para la persona que lo padece”, señaló el psicólogo catalán Andrés Navarro Romance, quien dijo que, típicamente, una persona aquejada de cardiofobia tenderá, en ciertos momentos, a percibir como anormal una elevación fisiológica -y por tanto, natural- del ritmo cardíaco debido a un estado de excitación, estrés o activación física.
También suele ser característico de estas personas presentar pensamientos rumiativos respecto a una posible cardiopatía y acudir, repetidamente, a especialistas médicos por miedo a un posible infarto y, por tanto, a un posible fallecimiento. Normalmente, solicitan un sinfín de pruebas médicas que suelen arrojar resultados negativos.
La ansiedad como base de la cardiofobia
Como ocurre con otras fobias, el miedo a los infartos es de base esencialmente ansiosa, suele presentar características algo irracionales y desconectadas de la realidad de los hechos. Además, produce un considerable malestar psicológico que puede derivar en una relativa discapacidad para la persona afectada.
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Pero, según el especialista, al igual que ocurre también con otros miedos y elementos ansiógenos, la cardiofobia es susceptible de ser abordada terapéuticamente con alta probabilidad de éxito. La terapia cognitivo-conductual, como la literatura científica recoge, suele ser eficiente en dicho abordaje, al igual que lo es para otros tipos de fobia, como la agorafobia o la fobia social.
Síntomas del miedo a los infartos
Una persona que padece cardiofobia podrá mostrar, en el momento de aparición de este miedo específico, algunos de los siguientes síntomas, que incluyen variaciones tanto físicas como cognitivas y psicológicas:
- Elevados niveles de ansiedad.
- Evitación de actividad física.
- Aparición de patrones de respiración dificultosa (disnea) o excesivamente rápida (taquipnea).
- Taquicardia o palpitaciones.
- Mareo y/o vómitos.
- Sudoración excesiva.
- Sequedad bucal.
- Problemas de concentración.
- Incoherencia discursiva.
- Temblores.
- Irritabilidad.
- Sensación de pérdida de control.
- Cefaleas.
Posibles causas de la cardiofobia
El psicólogo dijo que, como fobia específica o ‘aislada’ que es, el miedo a los infartos puede derivar en ocasiones de algún tipo de trauma previo, especialmente, los infantiles y aquellos que implican daño físico. Generalmente, los factores claves de la cardiofobia no suelen ser de tipo social.
En el campo psicológico se tiende a opinar que las fobias específicas pueden, al menos algunas de ellas, comportar factores hereditarios. La respuesta de lucha o huida que caracteriza a la aparición de una fobia podría, por ejemplo, darse con mayor facilidad en personas genéticamente más predispuestas a ello. Las personas que sufrieron algún suceso cardíaco en su vida presentan mayor tendencia a desarrollar cardiofobia.
La educación parental puede, en algunos casos, desempeñar un importante papel en la generación de la fobia. En estos casos, los padres pueden haber criado al niño o niña en la creencia de que irregularidades percibidas en el ritmo cardíaco podrían ser indicadoras de una fatal anormalidad en el funcionamiento del corazón.
Algunos tratamientos para el miedo a los infartos
Entre los abordajes terapéuticos de mayor eficacia centrados en la extinción de esta fobia, se destacan:
- La TCC o terapia cognitivo-conductual.
- El aprendizaje de estrategias de relajación.
- La terapia cognitiva.
- La psicoterapia.
- La terapia grupal.
- La hipnoterapia.
- La meditación.
- La psicofarmacología.