Los avances en las diferentes áreas de la medicina están sorprendiendo, incluso, hasta a los propios profesionales de la salud y, en uno de los campos en el que los cambios de paradigma son evidentes, es el de la neurología, debido a que se están logrando reparar algunas lesiones que hasta ahora se creía que no tenían solución.
Así lo ilustra el caso de un paciente que recuperó en buena parte la movilidad de un brazo y una mano que había perdido por sendas lesiones, según indicó el portal de noticias sobre medicina Medical News Today. Para eso, fue necesario realizarle una cirugía de 15 horas de duración a cerebro abierto, llevada a cabo por un equipo de especialistas de distintos cambios del centro Northwell Health de Nueva York, Estados Unidos.
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El procedimiento pionero fue bautizado como bypass neural doble y consistió en la implantación de una especie de chip que actúa como un puente electrónico que facilita el intercambio de información entre el cuerpo del paciente, su médula espinal y su cerebro.
Un puente entre el cerebro y el cuerpo
Keith Thomas, el paciente en cuestión, sufrió en julio de 2020 un accidente de buceo que le dañó la médula espinal entre la altura de las vértebras c4 y c5, causándole una pérdida de movilidad y tacto desde el pecho hacia abajo. Con el fin de reparar este daño, el equipo médico tuvo que realizarle a Thomas diferentes pruebas de resonancia magnética para “mapear” el funcionamiento de su cerebro, especialmente en lo relativo al movimiento y a las sensaciones táctiles.
Gracias a ello, pudieron encontrar las áreas relacionadas con el movimiento del brazo y el tacto de la mano, lo que resultaba clave para saber dónde insertar los electrodos motores y sensoriales del dispositivo. Como en otras instancias de cirugía a cerebro abierto, el equipo mantuvo a Thomas consciente, de manera que pudiera reportar en tiempo real las sensaciones que sentía en las manos. Esta técnica permite a los cirujanos ser más precisos en sus operaciones.
Una vez instalado, el dispositivo emplea un ordenador para procesar las intenciones del sujeto a través de herramientas de inteligencia artificial y traducirlas en señales eléctricas que, posteriormente, son enviadas a sus puntos de destino mediante electrodos situados en los músculos del brazo y en la médula espinal.
De este modo, Thomas fue capaz de mover el brazo a voluntad por primera vez desde que sufrió el accidente, así como de sentir el contacto físico con su hermana. Los autores de este hito creen que se trata de un ejemplo pionero de una tecnología que, a medida que se continúe desarrollando, podría permitir a las personas con enfermedades y daños neurológicos graves recuperar capacidades como el tacto o la movilidad.