El caso del “vampiro blanco” de Río Negro parece de ficción, pero es real. Se habla de una “fantasía sexual”, pero en realidad -y de acuerdo con la lectura y análisis profundo de un psicólogo- se trataría de un caso grave, de un “individuo fetichista, con rasgos de psicópata y una estructura psíquica perversa”.
El psicólogo y psicoanalista Daniel Fernández (M.N. 41.671) mostró su preocupación por este caso que resulta insólito y que desató una búsqueda policial, así como la denuncia de varias mujeres que dijeron que este hombre publicaba avisos de trabajo en los que ofrecía hasta 10 mil pesos por semana a cambio de leche materna.
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“Hola, estoy buscando donante de leche materna. Se paga 3200 pesos y sería tres veces por semana, 9.600 pesos”, señalaba la publicación en Facebook como si se tratase de una salida laboral. Sin embargo, algunos testimonios denunciaron que el sujeto pedía extraerla él mismo del pecho de la mujer, con el pretexto de que no se “contaminara” o perdiera sus beneficios nutritivos.
El psicólogo Fernández dijo: “Dentro de las parafilias se incluyen la zoofilia, la necrofilia, la pedofilia, el sadomasoquismo, el voyerismo, el exhibicionismo, etcétera. Son rasgos de perversidad que denotan una estructura psíquica perversa. Si bien la lactofilia no está encasillada dentro de ese grupo (desde la Psicología o Psiquiatría), sí evidentemente es una perversidad sexual”.
“Cuando aparecen este tipo de prácticas sexuales que se salen de la norma de lo erótico conocido (como orinar sobre una pareja, por ejemplo), se ubican dentro de lo que son perversidades sexuales. Esto puede denotar que estemos hablando de una persona que no sólo tenga una perversidad sexual, sino que pueda llegar a ser una persona peligrosa. Es muy probable que tenga una estructura psíquica perversa, lo que lo haría un psicópata”, advirtió.
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Según él, las personas que tienen estas prácticas sexuales particulares, no pueden tener una considerada normal o habitual. “El placer sexual lo encuentran casi con exclusividad en ese tipo de prácticas, en este caso, en la lactofilia. En otros casos, será en el sadismo, en el fetichismo, etcétera. El placer sexual pasa solo por esa práctica. Lo demás será solo un simple complemento que puede o no estar”, explicó.
La otra persona, generalmente, tiende a quedar reducida a la categoría de un objeto mediante el cual se puede satisfacer. “No estaríamos hablando de una persona con una estructura psicológica normal, sino con rasgos de perversión”, advirtió.
Un ejemplo es alguien fetichista (encuadrado dentro de las parafilias). “Casi siempre, en estos casos el objeto fetiche son los pies. Su relación sexual será entonces con los pies de la otra persona, quien está prácticamente borrada para este individuo. De la misma manera, en alguien que tiene lactofilia, su fin sexual va a ser pura y exclusivamente amamantarse. La persona que se presta a esta práctica es simplemente un objeto. El hecho de que una persona no pueda tener una relación sexual con otra persona completa habla de una falla en el desarrollo psicosexual de este individuo que se remonta a los tiempos de la infancia”, precisó.
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“En el desarrollo psicosexual que describe Sigmund Freud, la primera fase de desarrollo es la oral. Justamente, la lactofilia habla de una fijación a la fase oral. Este sujeto no completó su desarrollo psicosexual hasta llegar a la fase fálica, que sería la última. Por lo tanto, seguramente hablamos de una estructura psicológica alterada, no neurótica. Podría ser que la perversidad de esta persona se limite pura y exclusivamente a esa práctica, pero también es muy probable que no quede solo ahí y hablemos de una estructura psíquica perversa completa”, alertó.
Para Fernández, puede llegar a reunir los demás requisitos para ser un perverso como, por ejemplo, no tener empatía, ser un manipulador, tomar a las demás personas como objetos, siempre buscar el beneficio personal, carecer de sentimiento de culpa, etcétera.
“La lactofilia se puede vincular directamente con el fetichismo porque bien podría ser que el objeto fetiche de este individuo sea justamente la mujer lactante. La lactofilia no sería más que una forma de satisfacer ese fetichismo, una parafilia propia de una estructura psíquica perversa. Y hay que recordar que las estructuras psicológicas (la neurosis, la psicosis, la perversión) siempre se establecen durante la infancia, en los primeros años de vida”, concluyó.