¿Sabías que lo que nos moviliza (o inmoviliza) en la vida son las emociones? La palabra emoción proviene del latín emotio, que se deriva del verbo emovere, que implica “mover, trasladar, hacer mover”. Por lo tanto, hablamos de un impulso que nos saca del estado habitual. En otras palabras, es lo que nos hace actuar.
Las emociones son un mecanismo adaptativo: nos ayudan a acercarnos a aquello que nos gusta, alejarnos de lo que no nos gusta o a comunicar algo a quienes nos rodean. Todos sentimos emociones, lo que puede variar es el modo en que las expresamos. De hecho en algunas culturas, se considera una gran virtud mantener las emociones bajo control, mientras que otras alientan a que sean expresadas libremente y esa libertad en la expresión también ha variado en la historia. Esto quiere decir que, de acuerdo a cada contexto cultural, a la edad o género, aprenderemos las formas “permitidas” de sentir, pensar y actuar.
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¿Por qué son tan importantes las emociones?
Porque no se pueden manejar totalmente. Sin embargo pueden impactar en muchos aspectos de nuestra vida. Tienen un componente biológico, visceral, una reacción ante un estímulo que a veces no se puede disimular, como cuando nos acercan algo repugnante y respondemos con asco, y también tienen un componente cognitivo, que es lo que podemos comprender, nombrar y comunicar para entendernos a nosotros mismo y a los demás.
De dónde vienen las emociones
Las emociones surgen a partir de un estímulo o situación, interna o externa, y son una combinación de varios factores:
- Generan una activación fisiológica: lo que nos pasa en el cuerpo, palpitaciones, rubor, sudor, etcétera.
- Provocan una experiencia subjetiva: lo que evaluemos en nuestra mente sobre esa situación. Es lo que hace que distintas personas reaccionen de manera diferente ante estímulos iguales.
- Están diseñadas para prepararnos para la acción: de acuerdo a lo que evaluamos, vamos a acercarnos con alegría a nuestra comida favorita o vamos a alejarnos con asco y miedo de un insecto desagradable.
- Generan una expresión emocional: que nos permite comunicar lo que nos pasa a los demás, con gestos y acciones (llanto, risa, gesto de disgusto o bronca). Esa expresión tiene algunos componentes iguales para todos, pero también individuales y culturales.
Las emociones que podemos manejar y las que no
¿Qué cosas podemos manejar respecto a las emociones? Nuestras conductas, porque podemos elegir entre romper algo porque nos enojamos o retirarnos a tomar aire fresco para “disolver” esa tensión.
¿Y lo que no podemos manejar? Nuestros impulsos o reacciones, la primera respuesta que nos surge cuando se presenta una situación (miedo, asco, agrado, desagrado, enojo, tristeza).
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Ahora bien, de acuerdo a las normas o hábitos que hayamos aprendido quizás no expresemos nuestro primer impulso, pero no significa que no hayamos sentido esa emoción. Además de las características personales que modifican las expresiones también existen reglas culturales que se organizan para controlar qué mostrar, con quién, con qué intensidad y por cuánto tiempo.
Por ejemplo, se espera que entre amigos o vínculos cercanos las expresiones puedan manifestarse de manera más genuina, y que en los vínculos profesionales y comerciales se repriman más las respuestas. También sucede con los extremos de edad, ya que se toleran más “desbordes” en los niños y más espontaneidad en los adultos mayores, mientras que se espera que personas adultas se repriman más en los ámbitos sociales.
Incluso el género influye en la regulación emocional, y sólo desde hace algunos años se les permite a los hombres expresar sus emociones, mientras que a las mujeres se les permitía hacerlo desde mucho antes por ser más “sensibles”, claramente mostrando que la expresión emocional era algo poco deseable o una característica que mostraba debilidad.
Las emociones básicas y los impulsos
Uno de los psicólogos más famosos que investigó esta área es el estadounidense Paul Eckman, quien inspiró al personaje protagonista de la serie “Lie to me” (Miénteme).
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Eckman enumera seis emociones básicas: ira, asco, miedo, alegría, tristeza y sorpresa, pero distintos autores agregan y complementan un amplio rango de emociones. Sostiene que hay expresiones emocionales que se mantienen de manera constante entre una cultura y otra, y que hay ciertos movimientos o gestos ilustradores que “delatan” lo que en realidad se siente, más allá de que la persona lo niegue. Es por eso que en la serie su personaje podía descubrir casi mágicamente cuando alguien mentía.
Conocer, hablar y comprender nuestro rango emocional tiene una recompensa: nos permite conocernos y administrar mejor nuestro bienestar en la vida diaria, ya que podemos recuperar la calma aún luego de muchos estímulos que hagan surgir emociones negativas.
Si bien el impulso es difícil de dominar, estos pasos pueden ayudarnos:
- Lo primero es que podamos reconocer y nombrar la emoción surgida. Esto puede aprenderse para ampliar el vocabulario y hacer el ejercicio cognitivo de nombrar lo que sentimos.
- El segundo paso es aceptarla, aunque sea negativa. Esto es validar la emoción reconociendo que tuvimos motivos para sentirnos de determinada manera. Este recurso también es vital en las relaciones interpersonales ya que en lugar de decirle a alguien “no te enojes”, podremos decirle “entiendo tu frustración y podemos hablar de ello”, lo cual nos dará un mejor resultado para la resolución de conflictos.
- Luego tendremos que expresarla adecuadamente, sin agresiones ni desbordes, para que los que nos rodean comprendan qué nos sucede y, en el mejor de los casos, también puedan validar nuestro sentir.
- Finalmente, deberíamos regular la emoción y moderar los impulsos para que no nos inunden y que no generen actos peligrosos al estilo del film “Un día de furia”.
En estos tiempos en que solemos reaccionar rápidamente y, a menudo, de forma exagerada, podremos hacer la diferencia positivamente comprendiendo el rol de las emociones en nosotros y en los demás. De a poquito, podremos construir una sociedad con mejores vínculos.
(*) Laura Podio es licenciada en Arte y Psicóloga (M.N. 66.722), fundadora y directora de PSIDEAR Psicología desde el Arte.
