Bárbara Smith usa mucho la computadora: hay días que pasa hasta 12 horas frente a la pantalla. A sus 74 años, sigue trabajando como secretaria de un médico así que no le resultó extraño tener contractura en el cuello y dolor de hombros.
“La rigidez comenzó en la parte inferior de mi cuello y se extendió a lo largo de los hombros. Llegó un momento en que los movimientos normales y cotidianos se volvieron difíciles: no podía darme vuelta para hablar con alguien, agacharme para mirar el horno ni mirar el espejo retrovisor al conducir”, detalla la mujer a medios locales.
El médico de cabecera le diagnosticó artritis y le recetó un medicamento antiinflamatorio. El dolor seguía y ya casi no podía dormir. Hizo de todo para resolver el problema: durante los siguientes cinco años tomó sesiones de kinesiología, cambió de sector en su trabajo y, por sugerencia de un cirujano, se sometió a una reducción de senos. Nada de todo esto solucionó el problema.
Más de seis años después del momento en que comenzó su dolor, en un chequeo oftalmológico de rutina, descubrió por fin el origen de su malestar: los anteojos.
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“En ese momento, mis hombros estaban tan rígidos que ni siquiera podía agacharme para apoyar la barbilla cuando el óptico quería probar la presión de mis ojos”, recuerda Bárbara y agrega: “Me preguntó qué me pasaba y le expliqué. Luego quiso saber si usaba anteojos bifocales para el trabajo en la computadora”.
“Cuando le respondí ‘sí', me dijo que esa era posiblemente la causa, ya que constantemente movía el cuello para ver a través de mis gafas correctamente. Había estado usando bifocales durante unos 20 años y fue increíble pensar que estos ligeros movimientos habían causado todo este dolor”, reconoce la mujer.
Los anteojos bifocales son aquellos que tienen dos graduaciones diferentes para permitir a la persona corregir errores o defectos refractivos en la visión de lejos y de cerca, pero no para visión intermedia. Es decir, pasan de un campo de visión a otro de forma abrupta, con un “corte” o un “salto”. Como consecuencia de esto, ofrecen una visión poco natural a la que cuesta adaptarse.
Un artículo publicado en la revista Ergonomics analizó el efecto de usar bifocales mientras se realizaban trabajos en computadoras: 14 de los 33 participantes llevaban lentes bifocales, el resto tenía anteojos con un sólo tipo de cristal.
El estudio concluyó que aquellas personas con lentes bifocales movieron la cabeza hacia adelante y flexionaron el cuello en numerosas oportunidades, lo que aumentó el riesgo de trastornos musculoesqueléticos y dolores de cabeza.
“Con el tiempo, mover la cabeza en lugar de los ojos para ver la pantalla tendrá un efecto acumulativo que hace que los nervios alrededor de las articulaciones sean más sensibles. Esto también puede conducir a un desequilibrio en los músculos entre el omóplato y el cuello, incluso algunos se vuelven rígidos”, explica Gary Jones, fisioterapeuta.
A una semana de que la óptica le hiciera un par de anteojos especiales para usar con la computadora, Bárbara notó la diferencia. “El dolor en mi cuello y hombros comenzó a aliviarse y, en unos cuatro meses, se había ido por completo”.
La experiencia la hizo ser más cuidadosa con el uso de los anteojos adecuados. “Si estoy haciendo algún trabajo de pantalla, incluso leyendo libros en mi iPad, me aseguro de usar mis gafas de computadora. Es increíble el impacto que los lentes correctos han tenido en mi vida”.
