El Gobierno Nacional emitió sugerencias con respecto a las medidas de limitación de la circulación de personas a provincias, municipios y habitantes que lamentablemente son ignoradas por la mayoría. Si bien los parámetros sugeridos pueden ser discutibles, está claro que si no existe responsabilidad social los contagios seguirán en aumento y los sistemas de salud podrán llegar a colapsar.
Por otro lado, veremos no sólo el daño provocado por el virus sino también el colateral generado por un sinnúmero de causas que no podrán atenderse convenientemente por la saturación de los servicios hospitalarios. Es decir, nada diferente a lo que hemos visto que ocurrió en numerosos países.
Está a la vista de cualquiera que aquellas poblaciones que más obedecen las normativas dictadas fueron las que mejor sobrellevaron esta pandemia. Independientemente de las banderas políticas, los avances tecnológicos o las normativas dictadas, la clave para ganar la batalla es el comportamiento de la sociedad.
Hay gobernantes que toman decisiones drásticas. Como Annastacia Palaszczuk, Premier de Queensland (Australia) que ordenó una cuarentena por tres días en cinco áreas municipales pobladas y la cancelación de vuelos entre localidades. Otro ejemplo es en China, donde se confinó a millones de personas. O en la región de Cataluña (España), en la que dictaron un aislamiento perimetral de todo el territorio. Como se aprecia, no es cuestión de distinciones, es sólo procurar el beneficio de toda la población ante esta pandemia que nos azota y de respetar nuestras vidas y la de los otros. Conocemos al enemigo y sus armas para infiltrar nuestras filas, pero parecemos ignorarlo, esperando el arma milagrosa que nos ayude a combatirlo en lugar de tratar de impedir su entrada a nuestro indefenso organismo.
Las medidas de limitación de la circulación y el cierre de fronteras externas e internas deberían haberse impuesto en el mundo de manera más precoz de lo que se hizo ante la evidencia de la dificultad de una real cuarentena del paciente infectado o el desconocimiento de la portación del virus en un paciente asintomático.
La fugaz o inexistente cuarentena que “cumplieron” quienes trajeron al país los primeros casos de infección con el virus motivó la rápida expansión por todo el territorio. Aquellos que limitaban el acceso a sus pueblos o pequeñas ciudades donde, sabían, no tendrían la infraestructura necesaria para mitigar el mal provocado debieron escuchar duras críticas por tomar esas medidas.
Lo más eficiente que por ahora poseemos es un aislamiento estricto y eficaz del infectado para evitar la expansión del contagio
Políticos de cualquier índole, científicos y hasta religiosos se oponían a un “confinamiento” inexistente que debería haber sido adoptado estrictamente por aquellos a quienes les habían permitido el ingreso al país y que acabaron contagiando a contactos estrechos y, consecuentemente, a la comunidad, poniendo en riesgo no sólo la salud sino también la economía del país.
No estamos aquí asignando la culpabilidad de aquellos que así lo han hecho, sino evaluando los errores cometidos para tratar de mitigar de alguna forma las próximas oleadas del virus con lo más eficiente que por ahora poseemos: un aislamiento estricto y eficaz del infectado para evitar la expansión del contagio.
El cierre de las fronteras
Es evidente que el cierre de las fronteras adoleció de fallas importantes en el inicio de la pandemia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) no parece haberlo ni sugerido y sí desaconsejado (al igual que el uso generalizado de barbijos que finalmente debió recomendar).
No sugirió en aquel momento ni siquiera el cierre de las fronteras de China, y aún cuando declaró que el SARS-CoV-2 era altamente infeccioso y constituía una emergencia de salud pública, aconsejó a las naciones que mantuvieran abiertas las fronteras, contradiciendo la opinión de los científicos. Por suerte, muchos países desoyeron el consejo de la OMS y lo hicieron, pero quizá no en forma lo suficientemente eficiente como para detener la expansión del virus en el mundo.
// Después de la vacuna, ¿tiene sentido usar barbijo?
En nuestro país, si bien las fronteras no fueron cerradas a los argentinos que estaban en el exterior (como si el virus seleccionara a quién contagiar por la nacionalidad de su pasaporte), el aislamiento de los ingresados no fue el correcto y en pocos días contagiaron a muchos contactos estrechos. Estos ya sobrepasaban en número a los casos importados en poco más de un mes, pero además, basados en la recomendación de las organizaciones científicas que debía aislarse al que ingresaba ya infectado y no a su conviviente, el virus fue llevado al resto de la comunidad.
También, al ignorar diversas formas de transmisión, incluso por vía aérea (aerosoles) no se tuvo en consideración la posibilidad de contagio durante el vuelo o en los aeropuertos, al igual que en otros medios de transporte. Incluso se veía a las personas usando barbijos con válvula inspiratoria, desaconsejado para aquellos pacientes infectados o sospechosos.
Así, la circulación comunitaria se constituyó al poco tiempo en la principal forma de contagio. Aquella fue una cuarentena inexistente para quienes debían hacerla y obligó a toda la población a un aislamiento que todos proclamaban pero era ignorado por aquellos (infectados o sospechosos de estarlo) que debían sí o sí a realizarlo estrictamente.
Con ese antecedente, las fronteras no deberían volver a ser una suerte de colador inefectivo de los portadores de virus, y hacemos referencia tanto a las externas como internas de un país, una provincia, una ciudad, un pueblo, villa o mismo en el propio hogar, donde debe aislarse correctamente en una habitación al paciente infectado o al sospechoso hasta que se demuestre fehacientemente que no se encuentra infectado.
Las precauciones para prevenir la diseminación de las nuevas cepas requiere de todo un esfuerzo comunitario. Los que ingresen al país (argentinos o no), vengan o no de países con alta circulación viral, no sólo deberían presentar un test negativo antes de subir al medio de transporte, sino que deberían permanecer en una cuarentena estricta por un mínimo de 7 a 10 días. Además, únicamente deberían ser liberados del aislamiento si estuvieran asintomáticos y con un test negativo.
Luego de ese período de tiempo, aunque deberían seguir bajo control clínico por un período similar, sólo debería recibir el alta con un test negativo o alguna prueba que muestre que el virus o la partícula del virus que posee no es viable y no transmitirá la infección a otra persona. Esto no es fácil de realizar y menos aún en forma masiva.
(*) El autor es médico especialista en hipertensión pulmonar y trasplante de pulmón y corazones (M.N. 65.665). La nota fue escrita en colaboración con el doctor Francesco Perrone, médico de Tarragona (España).