Claudio Cata tiene 29 años y vive en Grand Bourg, provincia de Buenos Aires, junto a sus papás y sus dos hijos, Ian y Zamira.
Es divertido, cariñoso, frontal, simpático y de “fierro” con sus amigos, los de siempre. Hoy, pasa tiempo con su hermano menor, Juan Ignacio. Trabajan a la par en un emprendimiento de panadería. Preparan masas, panes y facturas, mientras despejan la mente y charlan de la vida.
Claudio trabajaba en una fábrica, armaba pedidos de calzado deportivo. Pero fue desvinculado de la empresa en 2018 cuando informó que le habían detectado leucemia mieloide aguda. Esta enfermedad afecta la sangre y sólo se puede tratar con sesiones de quimioterapia.
Hace dos años, repentinamente, aparecieron síntomas que lo alarmaron. Bajó mucho de peso y se sentía muy cansado. “No tenía energía, solo quería acostarme y dormir”, expresa Claudio a Con Bienestar.
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De inmediato, fue a tratarse a un hospital municipal del partido de Malvinas Argentinas. Le hicieron análisis de sangre y los resultados no fueron alentadores. “Los estudios daban mal pero nunca me dijeron qué problema tenía. Me atendían recién cada dos o tres meses”, cuenta Claudio.
Un año después, en 2019, las molestias se intensificaron. Sentía mucho dolor de cintura y espalda. Volvió a ingresar al hospital y lo internaron en el área de trauma. A los dos días, recibió el alta porque “supuestamente no tenía nada”, agrega.
Claudio no quería quedarse con los brazos cruzados. No entendía qué estaba pasando, pero sí sabía que algo no andaba bien. Decidió entonces ir a atenderse al Hospital General de Agudos Doctor Ignacio Pirovano. Le hicieron análisis de sangre y, al ver su estado general, los médicos lo internaron. Dos días después, le realizaron una punción en la médula y a las cuatro horas le diagnosticaron leucemia.
Luego de dos meses de internación y un ciclo de quimioterapia, fue derivado al Hospital Interzonal General de Agudos José de San Martín de la ciudad de La Plata. En tres meses, recibió tres sesiones de quimioterapia, pero su cuerpo no logró responder correctamente a la medicación.
Los médicos le dieron el alta, pero enseguida lo internaron en terapia intermedia, para que le suministraran una droga mucho más fuerte que la anterior.
“En total, tuve siete ciclos de quimioterapia. Después del último, me hicieron la punción y me dijeron que la médula estaba completamente tomada por el cáncer”, relata Claudio.
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Hoy, su situación es delicada. Requiere de nuevas sesiones de quimioterapia para continuar con el tratamiento y así, mejorar su calidad de vida. La medicación tiene dosis más altas. Podría ser efectiva pero, a su vez, afectar sus pulmones, riñones e hígado.
Para estabilizar su estado de salud, ya que el porcentaje de glóbulos blancos sube y baja con facilidad a causa de la enfermedad, los médicos le suministran una medicación especial. Las pastillas mantienen los valores normales. Además, tiene controles médicos semanales y recibe transfusiones de sangre y plaquetas.
Claudio necesita ayuda. Él quiere vivir. El nuevo tratamiento de quimioterapia podría cambiar su estado de salud. Mientras aguarda una solución, el tiempo transcurre. El cuerpo no espera. “Estoy a la deriva, no sé cuánto más pueda estar en esta situación. La vida pasa. Mi vida pasa”, sentencia Claudio.
