La pediculosis es un problema que no sólo afecta la cabeza de los chicos sino también la de los padres a la hora de buscar una solución. Científicos argentinos desarrollaron una fórmula que pretende superar a los limitados tratamientos usados en la actualidad para eliminar a los piojos
El hallazgo “arroja resultados promisorios, pero como son experimentales se deben superar varias etapas más de estudios preclínicos y clínicos para que puedan ser registrados como pediculicidas”, señaló el doctor Ariel Toloza, del Centro de Investigaciones de Plagas e Insecticidas (CIPEIN), con sede en Buenos Aires y dependiente del CONICET y de la Unidad de Investigación y Desarrollo Estratégico para la Defensa (UNIDEF).
Toloza explica que la nueva fórmula se basa en la actividad de nanocápsulas o esferitas de 20 a 100 nanómetros (menos de la diezmilésima parte de un milímetro) que liberan en el sitio de acción un compuesto antiparasitario llamado ivermectina, aprobado en humanos para tratar enfermedades como la oncocercosis y la sarna.
En los ensayos sobre muestras de piojos, los efectos fueron contundentes. En el plazo de ocho horas, mientras los piretroides mataron al 20% de los parásitos, la eficacia de las esferitas de ivermectina llegó al 80-100%.
Además, destacó Toloza otra posible ventaja de la fórmula estudiada: “no contiene alcohol, una sustancia que suele provocar irritaciones en la piel”.
Los tratamientos actuales tienen más contras que pros: para empezar no siempre resulta fácil eliminarlos, por otro lado, se basan en la acción de la permetrina, un ingrediente activo piretroide que resulta ineficiente contra aquellos piojos de varias regiones del país que resisten su efecto por mutaciones.
Otros contienen siliconas muy viscosas que son difíciles de remover del cabello con un solo lavado, y otros requieren varias aplicaciones durante 7 a 10 días, lo cual dificulta completar los esquemas.
La aplicación práctica de este novedoso tratamiento podría ser una magnífica solución para combatir la pediculosis, un problema que, según varios estudios de América Latina, afecta a alrededor de un tercio de los chicos de tres a doce años.