La imagen de una abuela que recupera energía y vitalidad al volver a su pueblo de origen puede parecer poética, pero detrás de esa escena hay fundamentos científicos. La terapia de reminiscencia se basa precisamente en esto: activar recuerdos del pasado para mejorar el bienestar actual, especialmente en adultos mayores.
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Según la Organización Mundial de la Salud, uno de cada cuatro mayores de 85 años puede desarrollar demencia. Esta cifra convierte al envejecimiento en el principal factor de riesgo, por lo que resulta crucial adoptar estrategias que ayuden a preservar la memoria y la identidad. La terapia de reminiscencia es una de ellas y, aunque no reemplaza tratamientos médicos, puede ser una aliada poderosa.
Esta técnica consiste en recuperar momentos significativos del pasado mediante estímulos como fotografías, objetos, música, aromas o relatos. El objetivo es estimular la mente, fortalecer la autoestima y crear espacios de conexión con otras personas.

En la práctica clínica, suele aplicarse en sesiones individuales o grupales, acompañadas por profesionales de la salud mental o cuidadores. También puede realizarse en casa, con ayuda de familiares. Los beneficios más documentados incluyen:
- Reducción de la depresión y la ansiedad
- Mejora en la interacción social
- Refuerzo del sentido de identidad
- Aumento de la autoestima
- Ralentización del deterioro cognitivo
Además, en pacientes con enfermedades avanzadas o en cuidados paliativos, esta terapia puede ayudar a encontrar sentido, mitigar el miedo a la muerte y dejar un legado emocional.
Qué tipos de reminiscencia existen y cómo se aplican
Las terapias pueden variar en formato y profundidad. Según los psicólogos Amparo Sanabria y David Peris, existen tres modalidades principales:
- Reminiscencia simple: centrada en compartir recuerdos agradables, sin mayor análisis.
- Revisión de vida: incluye tanto recuerdos positivos como negativos, con el objetivo de lograr mayor conciencia y aceptación.
- Reminiscencia integradora: busca transformar experiencias difíciles en aprendizajes, fortaleciendo la percepción positiva de la vida.
La psicóloga Karen González-Arévalo destaca que la condición mental del paciente es clave para determinar el enfoque, la duración y la evaluación del tratamiento. También resalta la importancia de generar un vínculo previo entre el facilitador y la persona mayor, ya que la confianza es esencial en este proceso.
Además de las sesiones guiadas, hay ejercicios que pueden implementarse en casa. Algunos ejemplos incluyen:
- Armar álbumes de fotos con comentarios manuscritos
- Preparar cápsulas del tiempo con objetos significativos
- Hacer preguntas sobre anécdotas familiares o juegos de la infancia
- Escuchar música de la época y conversar sobre lo que evoca
Todas estas actividades refuerzan la memoria autobiográfica y promueven el bienestar emocional.