Que un bebé empiece a caminar a los 10 meses no lo convierte en más inteligente, y que otro lo haga a los 16 meses no es motivo automático de alarma. Según especialistas, el inicio de la marcha autónoma varía ampliamente de un niño a otro, y depende tanto de la maduración biológica como del entorno que lo rodea.
“Aunque se considera normal que un bebé comience a caminar entre los 8 y los 18 meses, no hay una edad universalmente ‘correcta‘”, señala la doctora Iryna Andriichenko, especialista en desarrollo infantil de la Universidad de Oslo.
Un estudio explica que el 90% de los bebés aprende a caminar entre los 9 y los 18 meses, y que esa diferencia está relacionada en parte con la genética, pero también con el tiempo que el bebé pasa despierto, activo y estimulado.
Genes, estímulos y entorno: todo influye en el desarrollo
Además del componente genético, el entorno tiene un rol fundamental en el aprendizaje de la marcha. Los bebés que pasan más tiempo explorando el suelo, en contacto con distintas superficies y objetos, suelen ganar confianza y equilibrio antes que aquellos que permanecen más tiempo en brazos, sillitas o cochecitos.
“Los bebés necesitan moverse libremente en un espacio seguro, gatear, treparse, intentar, caerse y volver a intentar. Es parte del aprendizaje”, explicó la pediatra española Lucía Pérez.
No se trata de “entrenar” al bebé para caminar, sino de ofrecer oportunidades de movimiento adecuadas a su edad, sin forzarlo ni condicionarlo. La clave está en observar y respetar sus propios tiempos, sin compararlo con otros niños.
El rol del adulto: acompañar sin apurar
Uno de los errores más frecuentes es apresurar al bebé para que camine “antes”, ya sea por ansiedad familiar o por presión social. Esta actitud no solo es innecesaria, sino que puede ser contraproducente.
“No es recomendable ponerlos de pie antes de que su cuerpo esté preparado. Eso genera tensiones musculares innecesarias y puede alterar su postura”, explicó la kinesióloga Carolina García, especialista en estimulación motriz.

El adulto debe ofrecer confianza, seguridad y disponibilidad, sin convertir los primeros pasos en una exigencia. En este sentido, los expertos recomiendan acompañar con la mirada y el cuerpo, habilitando espacios de juego libre y sin obstáculos, en lugar de intervenir constantemente.
Por qué los andadores están en desuso
Durante décadas, el uso de andadores fue casi una regla en los hogares con bebés. Sin embargo, cada vez más pediatras y fisioterapeutas desaconsejan su uso. Lejos de ayudar, pueden interferir en el desarrollo natural de la marcha, además de representar un riesgo de caídas y accidentes.
“No enseñan a caminar. Al contrario, pueden retrasar ese aprendizaje y exponen al bebé a lesiones”, advirtió la fisioterapeuta Elena Martín, especialista en psicomotricidad infantil.
En países como Canadá y Estados Unidos, los andadores ya fueron prohibidos por organismos de salud debido a su relación con traumatismos y accidentes domésticos.