Cuando Alice tenía dos años, su mamá notó que tenía ciertos inconvenientes en su ojo izquierdo, aunque nada indicaba la severidad del cuadro que descubriría luego. De todas formas, la llevó a un médico, a un oftalmólogo e incluso a una clínica de ojos, pero lo único que le dijeron fue que la pequeña quizás podría necesitar un parche correctivo.
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Meses después de esto, mientras jugaban a los piratas, Emily Taylor se dio cuenta que su hija tenía problemas en la vista. Sabía que algo no andaba bien así que decidió hacer algunas pruebas por sí misma. Le colocó el parche de pirata en el ojo derecho y notó que Alice no veía. Cuando observó el izquierdo a la luz, era casi transparente.
“En ese momento me asusté. Llamé al hospital para saber si podían atendernos pronto”, escribió la mujer en el sitio web de una ONG inglesa destinada al cáncer infantil. Una vez en la clínica, a Alice le diagnosticaron retinoblastoma, un extraño tipo de cáncer que se forma en la retina.
Las opciones eran dos: extirparle el órgano o hacerle quimioterapia. Como las posibilidades estaban divididas a la mitad, decidieron empezar por la segunda, esperando poder salvar el ojo. Pero después de ocho rondas de tratamiento, la pequeña no mejoraba, así que se volcaron a la primera opción.
“Los médicos nos dijeron que lo mejor era quitarle el ojo y, en ese momento, ya habíamos pasado por suficiente sufrimiento. No era justo someterla a más. Cuando finalmente sucedió nos tranquilizamos”, recordó Taylor.
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Alice se recuperó rápidamente de la operación y ahora se está adaptando a su órgano artificial, al que llama “su ojo especial”. “Alice ha sido increíble. Le ha tomado cariño al ojo y no la ha perturbado. Pensamos que sería más notorio pero nos equivocamos, es maravilloso”, aseguró su mamá. “Aunque todavía tiene que realizarse controles, por suerte pudo retomar su vida y volver a ser una nena feliz y amorosa”, concluyó.
