Mason Motz tiene seis años y no podía hablar. Apenas sabía unas palabras pero no podía formar oraciones y lo que intentaba decir era incomprensible. Pasó por muchos médicos y terapias diferentes pero fue su dentista la que encontró qué sucedía y pudo solucionarlo en tan solo diez segundos.
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“Nada estaba funcionando. Su vocabulario comprendía unas cinco palabras, así que buscamos otras formas de comunicarnos”, explicó Meredith, su mamá, a medios extranjeros. Los profesionales que lo atendieron le indicaron que esta situación podía deberse a un aneurisma cerebral que sufrió cuando tenía diez días de vida.
También consideraron que podía deberse al Síndrome de Sotos –que padece–, ya que es un desorden genético que provoca un desarrollo anormal del cráneo en la frente y causa retrasos en el desarrollo motor, cognitivo y social. Sin embargo, una visita al dentista los sorprendió.
“Noté que la lengua de Mason estaba adherida a la base de su boca, algo que se conoce como lengua anclada o anquiloglosia. En el útero, la lengua se separa de manera similar que los dedos, que están unidos. Esto es, simplemente, una división incompleta”, explicó la profesional.
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Al descubrirlo, se acercó a los papás para consultarles si podía utilizar el láser para solucionarlo, ya que solo tomaría diez segundos. Ellos aceptaron y quedaron sorprendidos por los resultados: “esa noche comenzó a hablar con oraciones completas por primera vez en la vida. ¡Fue impresionante!”, detalló Meredith.
El pequeño continúa su trabajo con fonoaudiólogos y avanzó del habla de un niño de un año a uno de cuatro en los meses desde que le solucionaron el inconveniente con su lengua. Esperan que pueda ponerse al día cuando cumpla 13.
Sus padres decidieron compartir su historia para aconsejar a otros padres “que confíen en su instinto”. “Si creen que pasa algo, sigan buscando porque suelen tener razón. Son ustedes los que conocen mejor a sus hijos”, concluyeron.
