La adolescencia es una etapa de exploración y construcción de identidad. En ese camino, la curiosidad, el deseo y la búsqueda de independencia se cruzan con la falta de experiencia y la influencia de un entorno digital donde las referencias sobre sexualidad no siempre son saludables.
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En la Argentina, según datos del Ministerio de Salud, la edad promedio de inicio sexual se sitúa entre los 15 y 16 años y muchos adolescentes acceden a información sobre el tema a través de internet, amigos o redes sociales antes de recibir educación formal o contención familiar.
Por eso, encontrar preservativos en la mochila de un hijo o una hija puede despertar en los padres un cúmulo de emociones: sorpresa, miedo, preocupación o culpa. Pero, lejos de ser un motivo de alarma, los especialistas proponen tomarlo como un punto de partida para el diálogo.
La reacción importa más que el hallazgo
El psicólogo español Luis Miguel Real, autor del libro La mentira de la fuerza de voluntad, sugiere dejar de lado el impulso de interrogar y mirar la situación con empatía.
“Respirar. Eso es lo primero. No gritar, no hacer un drama, no interrogar como si estuvieras en un capítulo de CSI. Encontrar preservativos en el bolso de tu hija o hijo no significa que esté teniendo sexo sin frenos ni que haya empezado una doble vida. Significa que, probablemente, está empezando a asumir responsabilidad sobre su sexualidad. Y eso, aunque te choque, es una muy buena señal.”
La clave, explica Real, está en la reacción: “Si hacés una escena o generás culpa, lo único que lograrás es que la próxima vez esconda más las cosas. No que deje de hacerlas, sino que vos no te enteres. Lo ideal sería usar esta situación como una oportunidad para abrir conversación, sin ironías ni reproches. Podés decir algo como: ‘He visto que llevás preservativos y me sorprendió. Si querés, podemos hablarlo con calma cuando te sientas cómodo’. Así dejás la puerta abierta. Que sepa que puede acudir a vos sin miedo”.

El especialista insiste en que llevar preservativos no implica necesariamente estar manteniendo relaciones.
“No es sinónimo de estar teniendo sexo, igual que llevar curitas no implica que te hayas cortado. Puede ser simple prevención o curiosidad. Sea como sea, mejor que los tenga y no los necesite, que al revés.”
Naturalidad y respeto para construir confianza
La psicoterapeuta Carmen Durán, especialista en terapia infantojuvenil, remarca que el diálogo es más importante que el contenido.
“No solo importa qué decir, sino cuándo, cómo y desde dónde. Antes de abordar el tema, asegurate de que haya confianza y un vínculo de complicidad real. Sin ese terreno fértil, cualquier conversación puede sentirse forzada o invasiva”.

La profesional sugiere elegir un momento íntimo y tranquilo, y evitar los sermones:
“Lo ideal no es ‘dar una charla’, sino abrir un espacio de diálogo sin presión, donde el adolescente no sienta que estás investigando su vida privada, sino compartiendo desde la empatía. Naturalidad y respeto son las claves. Evitá el tono solemne o ‘profesoral’. Podés usar el humor con sensibilidad o compartir alguna anécdota propia, incluso un poco vergonzosa, para que se sienta en igualdad emocional”.
Durán recomienda avanzar de lo superficial a lo más íntimo, tanteando con preguntas abiertas y evitando imponer conclusiones.
“Si ves interés, podés profundizar; si no, frená. Respetá los silencios. No quieras cerrar el tema como si fuera una clase magistral. Mejor dejar la puerta abierta con un ‘cuando quieras hablar de esto, contá conmigo’. Y reemplazá el ‘deberías’ por el ‘en mi opinión…’, que genera diálogo, no rechazo.”
Educar desde la prevención, no desde el miedo
Ambos especialistas coinciden en que el gran desafío es romper el tabú que aún rodea la sexualidad adolescente. Hablar de preservativos o consentimiento no significa fomentar relaciones sexuales, sino prevenir riesgos y construir autonomía emocional.
La educación sexual, explican, no empieza con una charla puntual, sino con pequeñas conversaciones a lo largo del tiempo, desde la infancia. Esos intercambios cotidianos —sobre el cuerpo, los límites o la intimidad— son los que crean confianza y reducen la posibilidad de conductas impulsivas o de riesgo.
Real lo resume con claridad: “Debería preocuparte más que tu hijo no lleve preservativos y se deje llevar por la emoción del momento. Si los lleva, es porque está siendo precavido. Lo importante es que sepa que puede hablar de eso sin miedo ni vergüenza”.
Durán añade una reflexión final: “Hablar de sexualidad no es solo hablar de sexo. Es hablar de emociones, cuerpo, intimidad y autoestima. Y eso no se enseña, se comparte. Si tu hijo siente que puede hablar con vos de estos temas, ya estás haciendo mucho más que cualquier charla formal”.