Vivimos en la sociedad de la sobreinformación. Cada vez tenemos más recursos para estar informados y podemos acudir a casi cualquier fuente para saber más del tema que nos interese. Y, con todo y con eso, siempre acabamos recurriendo a lo mismo. Especialmente en cuestión de sexo.
A falta de una educación sexual reglada, los expertos ponen a disposición de jóvenes y mayores webs especializadas, libros, videos de youtube y hasta infografías en Instagram. Pero al final la fuente a la que todo el mundo recurre para aprender “algo más” sobre sexo es la pornografía.
Una pornografía que no es que sea buena ni mala, sino que simplemente es ficción. Una ficción que intentamos aplicar a la realidad, con el único resultado asegurado de que nos llevaremos más de un chasco.
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Más allá de entender que los actores actúan y, por lo tanto, fingen, o que las escenas están editadas, la pornografía ha extendido diferentes mitos sobre nuestra sexualidad que nos sigue costando desterrar:
1. El orgasmo siempre llega: Las películas porno tienen un guión como cualquier otra película. Aunque el final nunca suele ser una sorpresa. Los protagonistas siempre llegarán al orgasmo. No tendrán un día malo, ni se sentirán desconcentrados, ni empezarán a sentir molestias y preferirán dejarlo para otro día.
El orgasmo siempre es la meta y, pase lo que pase, siempre llega. Algo que desde luego no pasa en el sexo real. “No todas las relaciones sexuales incluyen o acaban con un orgasmo, y no por ello dejan de ser placenteras”, insiste la sexóloga Lola González del Centro Borobil.
Según la experta no es sólo que en las películas se olviden de que nuestro cuerpo no siempre está en su mejor momento para un orgasmo, sino que también obvian que a veces el motivo para tener sexo no es sólo llegar al clímax. “Unas veces se puede buscar el placer en forma de orgasmo; otras puede que se quiera un acercamiento al otro para sentir la seguridad o el cobijo de la pareja, por ejemplo”.
2. Es fácil tener sexo ocasional: El repartidor de pizza, un compañero de la oficina en la fotocopiadora, o un escarceo en un túnel de lavado de coches. Cualquier momento, lugar e incluso persona parece perfecta para tener sexo ocasional. Y además un sexo que no es torpe y atropellado, sino el mejor de tu vida. ¿A quién no le ha pasado? A casi nadie. O al menos, no sin evitar todo tipo de complicaciones.
“En el porno, todo se ve muy fácil y sin complicaciones”, reflexiona la también sexóloga Irene Valverde. “En la realidad podemos salir una noche y disfrutar del sexo casual, sí, pero con ciertos cuidados”, sobre todo en el sexo con desconocidos. Lo mismo ocurre con fantasías como los tríos o las orgías, que parecen que están a la orden del día.
3. La excitación aparece por arte de magia: Antes de meter el bizcocho en el horno hay que asegurarse de precalentarlo. Y antes de pasar a tener sexo con alguien, necesitamos un calentamiento. No sólo se trata de los mal llamados preliminares, sino de la seducción previa, de los gestos que hacen saber de las ganas del otro, y obviamente de la estimulación de más partes del cuerpo, antes de pasar a los genitales. Incluso estando excitadas, a veces es posible estar lubricada de primeras, y otras nuestro cuerpo necesita un poco más de ayuda.
“Aunque la lubricación y la excitación suelen aparecer juntas, ello no quiere decir que sean inseparables. Son fenómenos independientes. Se puede estar excitada pero no lubricada, y se puede estar lubricada pero no sentir excitación”, matiza por su parte la también sexóloga Estela Buendía.
4. Nadie se agota durante la penetración: Hay días que las sesiones de sexo se alargan durante horas y da para repetir. Otros, que con un "aquí te agarro, aquí te lo hago” nos damos por satisfechos. Y, en la mayoría, nos dedicamos un rato justo al placer, sin prisa pero sin pausa, porque si estamos demasiado rato con el tema, no sólo nos acabamos agotando físicamente, sino que también la penetración acaba por ser molesta. Algo que en el porno no parece importar.
“Debemos recordar que, al igual que en cualquier otra película, en el porno se cortan escenas. Es decir, si un plano no acaba de convencer al director o simplemente los actores y actrices se han cansado, se corta la escena y más tarde en el montaje parece que ese corte no ha sucedido”, apunta Valverde. No intentemos imitar algo que nunca ha sido real.
5. A más tamaño más placer: Si hay algo bueno en el porno es que nos muestra diversidad. En edad, raza u orientaciones sexuales. Sin embargo, algo que se suele repetir es el tema de los tamaños. Sobre todo en el pene. Cuanto más grande, más placer parece obtener la protagonista. En la vida real, si preguntas a las mujeres, muy pocas te dirán lo mismo.
“A mayor tamaño y/o profundidad de la penetración, a veces lo que se obtiene es molestia o dolor”, apunta Lola González sobre este mito tan extendido. La sexóloga aclara además que “la vagina sólo tiene sensibilidad en su primer tercio, por lo que es irrelevante que la penetración realizada sea más o menos profunda y el pene más o menos grande. De hecho, en el caso de penes muy grandes, las mujeres sí pueden sentir el “golpeteo” en su pelvis, pero ello no significa que les sea satisfactorio”.
6. La violencia siempre excita: Cincuenta sombras de Grey puso en el imaginario colectivo el placer de unos azotes. El porno hace mucho que ya abogaba por mezclar sexo y violencia, sobre todo de hombres hacia mujeres. Tanto es así, que los jóvenes parecen creer que eso es “lo normal”, como nos recordaban algunas escenas de la serie juvenil Euphoria. Y no, no es lo normal, para nada. “Dentro de nuestro imaginario de fantasías eróticas nos puede resultar placentero pensar en un encuentro donde el sexo sea violento, como por ejemplo, que te tiren del pelo o te lancen a la cama. Ahora bien, llevarlo a cabo es otra cuestión”, reflexiona Irene Valverde.
Es decir, que una cosa es la fantasía y otra la realidad. Aunque sea como sea, cualquier juego sexual debe ser comentado y consensuado, para que de verdad sea un buen rato para ambos. “Si nos paramos a pensar, es bastante lógico que no hagamos algo con otra persona sin el consentimiento de esta y en el sexo sucede lo mismo”. Nada de ponerse a azotar sin ton ni son y sin avisar.
7. Todas las mujeres gritan durante el orgasmo: Si hay dos clichés en el cine porno, además de los penes grandes, el otro sería el de los planos de mujeres con caras congestionadas gritando como locas. Es la visión que muchas personas tienen del orgasmo. Tanto que hay mujeres que son incapaces de identificarse con el mismo. Porque hay orgasmos que son como un tsunami, sí, pero otros son más suaves o simplemente hay personas que no son tan expresivas a la hora de mostrar su clímax.
Es por ello que, según Estela Buendía “no podemos concluir que nuestra pareja está disfrutando basándonos en ‘señales’ como los jadeos, la respiración o el movimiento. La única forma certera de saber cómo lo está pasando es preguntar”. En esto los diálogos del porno, simples pero concisos, sí que podrían ayudar.
8. El sexo anal no necesita de preparación: El porno es uno de los motivos por los que existe tanta curiosidad en torno al sexo anal. El problema es que cuando se intenta en la vida real no parece que sea tan sencillo. “El ano no es como la vagina. No se adapta como la vagina y necesita ser dilatado y lubricado (no lubrica por sí mismo). Si se va a lo bestia y no hay preparación, podemos acabar con fisuras y heridas”, advierte Valverde.
Por ello, “lo ideal es erotizar el proceso previo a la penetración anal”, primero estimulando con el dedo, usando un lubricante especial para la zona, probando con un juguete para ir dilatando y asegurando en todo momento que estamos cómodas antes de dar un paso en falso. “Las actrices porno hacen lo mismo, litros de lubricante y preparación previa. Lo que pasa es que esto no se ve en la cámara”, como todo lo demás.
Autora de la nota: Silvia C. Carpallo, Smoda, El País.