John Tarrant no es un corredor mundialmente famoso. No es una estrella de los Juegos Olímpicos ni ha recibido un reconocimiento de la Corona Británica. Pero este corredor de larga distancia inglés tiene una leyenda que rodeó su vida y lo convirtió, en otra época del atletismo, en una figura de la que aún se habla dentro de los círculos de los fanáticos de las carreras.
John Tarrant fue conocido como “El corredor fantasma”. Pero su historia comenzó mucho antes. Tarrant nació en Sheperd´s Bush, a unos pocos kilómetros del centro de Londres, en 1932. Sufrió los bombardeos nazis en la Segunda Guerra Mundial en una zona particularmente castigada.
Su padre estaba peleando cuando su madre murió de tuberculosis. Junto a su hermano, dos años menor, se crió en un hogar para niños en Kent hasta que su padre volvió de la guerra. En 1947, su padre se volvió a casar y la familia se mudó a Buxton en el Peak District en Derbyshire.
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En 1950, a la edad de 18 años, John comenzó a boxear en Buxton y ganó un total de 17 libras esterlinas en premios en el circuito de peleas local. En realidad, no le gustaba el boxeo, pero mientras se entrenaba descubrió que sí le gustaba correr y tenía un gran talento para eso. Se alejó de las peleas y comenzó a prepararse para correr el maratón, con la esperanza incluso de llegar a los Juegos Olímpicos de Roma 1960.
Pero tuvo un revés inesperado: En 1952, Tarrant quiso unirse a los Salford Harriers para registrarse en la Asociación Atlética Amateur de Inglaterra. Cuando se le preguntó si alguna vez había practicado deporte por dinero, decidió responder honestamente y declaró su breve carrera en la lucha por el premio. Debido al estricto código de aficionados que se aplicaba en ese momento, fue inmediatamente prohibido competir de por vida.
John Tarrant decidió seguir entrenando. Ayudado por su hermano Víctor, comenzó a correr carreras a las que se le negó oficialmente la entrada. El problema es que como era un corredor extraordinario, su intención de pasar desapercibido era muy difícil de lograr.
Su presencia, muchas veces sorpresiva, se volvió leyenda. Cuando los medios se fueron enterando de la existencia de un personaje apodado “El corredor fantasma” se dieron cuenta de que tenían un héroe popular que era noticia. Lo convirtieron en un héroe de la clase trabajadora y la gente se sintió identificada con la injusticia que sufría el atleta.
Finalmente, en 1958, debido a la presión de los medios y la gente, a John Tarrant se le permitió competir. Pero con una salvedad: tendría permitido correr oficialmente en Gran Bretaña, pero nunca para Gran Bretaña. Esto hizo que Tarrant tuviera que abandonar para siempre su sueño de ser un atleta olímpico.
En la década del sesenta, Tarrant se dedicó a las ultramaratones y estableció récords mundiales en diferentes distancias. En 1967 se convirtió en el primer hombre en ganar el Gran Slam de la temporada en los cuatro principales ultramaratones de Gran Bretaña (Londres-Brighton, Isla de Man, Exeter-Plymouth y Liverpool-Blackpool).
Mientras participaba en el Comrades Marathon de 90 km en Sudáfrica, en 1968, observó que existía el apartheid y decidió participar de carreras multirraciales, ayudando a romper barreras en ese país. Llegó incluso a ganar la carrera de 50 millas de Goldtop Stanger a Durban en 1970.
John Tarrant murió en 1975, a la edad de 42. Con los años, su nombre creció. En el año 2011 se publicó en Londres una biografía sobre él llamada The Ghost Runner, The Tragedy of the Man They Couldn´t Stop (El corredor fantasma, la tragedia del hombre que no pudieron detener) escrita por Bill Jones. En el libro, Jones cuenta la dura vida de Tarrant y los registros fílmicos que hay de la última etapa de su carrera.
Las fotos que allí aparecen muestran al corredor metido en las carreras, como un verdadero fantasma. Con la publicación del libro se multiplicaron los homenajes y en Hereford hay una campaña para levantar una estatua en su honor. Tarrant amaba correr, correr le permitió sobrevivir y sobrellevar una vida dura. Su legado es el de la pasión, su apodo fue “El Corredor Fantasma”.
Por Santiago García.