La relación de Fidel Castro con los gobiernos argentinos fue sinuosa y siempre estuvo marcada a fuego por la presencia -vivo y aún muerto- del guerrillero cubano argentino Ernesto Che Guevara.
El líder cubano pisó Buenos Aires cuatro meses después de tomar el poder, el 1 de mayo de 1959, y fue recibido como un héroe. Llegó vestido de militar y, aunque todavía no había declarado el carácter socialista de la revolución, su primera visita le trajo problemas al entonces presidente Arturo Frondizi, que estaba en jaque por los sucesivos planteos de los militares golpistas.
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Fidel recién volvió al país cuando gobernaba Carlos Menem, para la Quinta Cumbre Iberoamericana que se hizo en el hotel Llao Llao de Bariloche. A pesar de sus diferencias ideológicas, dijeron que intercambiaron vinos riojanos y puros cubanos en señal de amistad.
En 2003 fue invitado a la jura de Néstor Kirchner como presidente y habló ante una multitud en las escalinatas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. "¡Viva la hermandad entre los pueblos! ¡Viva la humanidad! Gracias, hasta la victoria siempre”, dijo en esa oportunidad.
En su cuarta visita, el padre de la revolución tenía la salud deteriorada y estaba a punto de delegar el poder en su hermano menor, Raúl Castro. Esa vez aterrizó en Córdoba en medio de un gigantesco operativo de seguridad para participar de la Cumbre del Mercosur. Era el tiempo de oro de los gobiernos populistas de la región y junto con su amigo, el expresidente venezolano Hugo Chávez, visitaron la casa museo donde vivió en su adolesencia el Che Guevara, uno de sus lugartenientes en la Sierra Maestra cuando luchaban para tomar el poder en Cuba.
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Esa fue la última vez que Castro salió de la isla. Ahí se cerró un historial de visitas nuestro país, donde que tuvo mayor afinidad ideológica con algunos presidentes que con otros. Así como se abrazó en 1982 con el canciller de la dictadura militar durante la guerra de Malvinas, no dudó en llamar "lamebotas yanqui" a Fernando de la Rúa por la condena en la Organización de las Naciones Unidas a la política de derechos humanos en Cuba.
Su relación con la Argentina fue sinuosa, pero siempre emocional.