Este sábado a las 22 el termómetro marcaba 12 grados en el barrio de Constitución. Pero entre luces, pasillos angostos y micrófonos, la temperatura en el edificio de TN era otra mucho más caliente: la del cierre de listas para la elección legislativa bonaerense.
A la medianoche vencía el plazo -para todos menos para el peronismo, que pidió prórroga- en el que podían presentarse las candidaturas provinciales en Buenos Aires. Y Marcelo Bonelli y Edgardo Alfano se ponían al mando -como no podía ser de otra manera- de un programa especial de A dos voces, pensado para escuchar las propuestas de los políticos.
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En paralelo a lo que se debatía frente a cámara —renovaciones en ambas Cámaras, la tensión en los municipios, las fórmulas aún abiertas—, se vivía una trama distinta en el detrás de escena. Candidatos ajustando discursos, asesores mandando mensajes a último minuto, militantes subiendo en grupos al ascensor y periodistas que reconocían, con media sonrisa, que llegaban “bastante puntuales” al canal, aunque con la cabeza en otro reloj: el del cierre real, el de las listas.

Un total de 14.376.592 personas están habilitadas para votar el 7 de septiembre en los 135 municipios de la provincia de Buenos Aires. La elección definirá no solo concejales en cada distrito, sino también diputados y senadores provinciales en las ocho secciones electorales.
Las más populosas, la Primera y la Tercera, representan el núcleo duro del Conurbano: entre ambas concentran millones de votos, una gran parte de los cargos legislativos en juego. y la atención total del oficialismo y la oposición.
La provincia, gobernada por Axel Kicillof, también se divide en regiones con peso político propio: el interior profundo (Segunda, Cuarta, Quinta, Sexta y Séptima) y la capital bonaerense, representada por la Octava Sección, con La Plata como único distrito.
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En A Dos Voces, mientras los conductores repasaban el mapa electoral y las fórmulas en danza, los pasillos del canal ofrecían una postal paralela: la campaña en carne viva.
Luego de descartar cualquier tipo de acuerdo con otros espacios, el exintendente de San Isidro, Gustavo Posse, decidió jugar por su cuenta y lanzar una nueva propuesta vecinal, con la que buscará recuperar el distrito que gobernó durante 24 años.

Entre los nombres que encabezarán esa boleta aparece una figura conocida para la audiencia televisiva: la periodista y panelista Evelyn von Brocke, que irá como candidata a concejal. Su presentación como parte del armado se mantuvo en reserva hasta último momento, tanto que —según contó ella misma en el programa— se lo comunicó a su familia ese mismo día.
Evelyn subió al ascensor sonriente, saludó con un beso —sin perder la compostura ni en el apuro— y apenas se cerraron las puertas preguntó con tono de backstage: “¿Hay alguien que me pueda retocar el maquillaje? Lo tengo desde la mañana...”. Quienes la conocen sabían que no se trataba de vanidad: era oficio. En televisión, el rostro también comunica.
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El clima en el estudio resultaba extremo. Afuera, las camperas gruesas, las bufandas y los guantes; adentro, los equipos de luces obligaban a dejar todo en el perchero o a cargarlo en la mano.
En ese escenario, Félix Lonigro, abogado constitucionalista y candidato por el Frente Potencia, fue uno de los invitados al piso. Al terminar su participación y mientras un productor le quitaba el micrófono, se cruzó con Von Brocke.

“¿Qué hacés acá?”, le dijo Lonigro, entre sorprendido y sonriente. “¿Viste?”, respondió ella, con la naturalidad de quien ya jugó varios roles en su vida pública. Conversaron distendidos, se preguntaron por sus trabajos y compartieron un abrazo cálido. “Igualmente, tuve vínculo con la política anteriormente”, aclaró Evelyn, dejando en claro que no era debutante.
El color de la noche fue, curiosamente, el rojo. Lo vistieron Manuela Castañeira (candidata por el Nuevo MAS), Romina Del Plá (referente del Frente de Izquierda Unidad) y la propia Evelyn, como si hubieran coordinado sin querer una señal visual de presencia fuerte. Cada una, a su modo, llevó la intensidad del momento a la vestimenta.

Marcelo Ramal, también del Frente de Izquierda, protagonizó otra escena que no se vio al aire y vale la crónica.
Llegó con su propio equipo, rodeado de militantes y otros candidatos. Cuando las puertas del ascensor estaban a punto de cerrarse rumbo al cuarto piso, un hombre corpulento con paso decidido logró detenerlas desde el otro lado, aun a riesgo de averiarlas. “¡Yo no me quedo afuera!”, gritó, sin pedir permiso.
Ramal lo reconoció y lo celebró: “¡Sin vos no hacemos nada!”, le respondió con complicidad. “Así es. Soy militante”, remató el recién llegado, que fue con la única misión de acompañar a sus referentes.
La dinámica era constante: con cada dirigente llegaban al menos diez personas más. Algunos con carpetas, otros con celulares al oído, varios con galletitas, aguas y agendas apretadas. Todos sabían que lo que se decía en cámara era importante, pero lo que se decidía afuera era determinante.

El especial de A dos voces buscó reflejar en vivo ese clima de definiciones: las internas cruzadas en La Libertad Avanza y el PRO; los tensos movimientos del peronismo en busca de una lista de unidad; los nombres que todavía esperaban el visto bueno para entrar a una boleta.
Pero fue en los silencios, en las miradas, en los abrazos y en las frases al pasar donde se jugaba buena parte de la historia entre los pasillo de TN.
A la medianoche la puerta del plazo se cerró. Las listas quedaron entregadas; salvo, claro la de Fuerza Patria. Algunos candidatos respiraron aliviados, otros se enteraron que no estaban. Lo que quedó fuera del aire fue tan revelador como lo que pasó frente a las cámaras.
Porque en la política —como en la televisión— el detrás de escena cuenta.