La votación de la Argentina a favor de la resolución de las Naciones Unidas (ONU) que pide el fin del bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba terminó siendo la gota que rebalsó el vaso para que Javier Milei echara a Diana Mondino, tras una larga lista de decisiones políticas que la Casa Rosada fue tomando en los últimos meses para desgastar la figura de la ahora excanciller, tanto dentro del Ministerio como hacia afuera.
Puertas adentro del Palacio San Martín y tal como pudo averiguar TN de distintas fuentes oficiales del Gobierno, ahora también se plantea el interrogante de cómo se gestó la votación argentina que terminó con el puesto de Mondino y quiénes intervinieron para que Ricardo Lagorio, todavía representante ante la ONU, terminara presionando el botón verde.
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Las votaciones en los ámbitos multilaterales se concretan tras una serie de deliberaciones, consultas y, sobre todas las cosas, instrucciones que los representantes argentinos en el exterior reciben de la Cancillería. Los embajadores y funcionarios tienen la oportunidad de dejar sentada su posición –a favor o en contra- de la instrucción, pero deben respetar la orden que se les emite a través del cable diplomático.
Exactamente esto fue lo que sucedió con la votación de Cuba. Por eso, empiezan a emerger las sospechas de traiciones y complicidades detrás de la decisión de emitirle la orden a Ricardo Lagorio en Nueva York. “La Casa Rosada sabía de esta decisión, siempre se consulta en casos sensibles y esta vez no fue la excepción”, aseguraron a TN distintas fuentes.
Los ojos apuntan a Nahuel Sotelo, secretario de Culto y Civilización, que es el hombre de Santiago Caputo dentro de Cancillería. Sotelo llegó hace poco menos de dos meses al Ministerio con un fuerte poder de incidencia en las posiciones de la Argentina en materia de género, derechos humanos, cambio climático y otros temas, de los cuales muchos se discuten en ámbitos multilaterales como la ONU.
Otros van más lejos y aseguran que Mondino, a través de los funcionarios que la acompañan en el gabinete como el nuevo vicecanciller Eduardo Bustamante, extendieron las consultas más allá de Sotelo y Caputo. Karina Milei viene, desde hace algunas semanas, intentando ganar más peso dentro de las decisiones de la política exterior argentina. Alguien tiene que haber dado el OK para que esa instrucción salga de la forma que salió hacia Nueva York.
Dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores también reconocen que a Mondino le puede haber faltado visión política y pecó, tal vez, de un exceso de ingenuidad en medio de un ring de batalla entre los principales asesores de Milei que vienen trabajando para acaparar cada vez más áreas de la Cancillería.
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La decisión del Presidente generó sorpresa. Nadie lo esperaba al inicio de esta semana. Hubo, en distintos momentos durante los últimos meses, rumores de que Mondino iba a dar un paso al costado. Su diálogo con Milei era casi nulo y por eso habían decidido intervenirle el ministerio, primero con la abogada Ursula Basset y luego con Sotelo.
La llegada de Gerardo Werthein, de fluido diálogo con Milei, busca zanjar esta crisis comunicacional entre la Cancillería y Casa Rosada. El hasta ahora embajador argentino en Washington ya actuaba como un embajador en las sombras, acompañando al Presidente en los viajes más importantes y participando en reuniones con empresarios y políticos organizadas por él mismo.
Se esperan cambios en la Cancillería en las próximas horas y una renovada presión de la Casa Rosada contra los diplomáticos, de quienes Milei desconfía por no defender “las ideas de la libertad”, tal como él mismo expresó en una carta enviada a todos el Servicio Exterior de la Nación hace dos semanas. Fue la misma comunicación en donde aseguró que sino “tienen que dar un paso al costado”.