La reciente salida de Diana Mondino del Ministerio de Relaciones Exteriores generó un gran revuelo en el ámbito político y diplomático argentino. Despertó, además, dudas sobre cómo se terminó precipitando su despido tras meses de desgaste, que llevaron a la Cancillería y a la Casa Rosada a un punto de fuertes choques.
A medida que avanzaban los meses, Mondino se iba vaciando de poder político, tanto dentro como fuera del Ministerio. Muestra de ello fueron las “intervenciones” que el Ejecutivo realizó a través de distintos nombramientos clave y los gestos de desautorización que no hicieron más que exponer la figura de la canciller.
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El malestar principal de Javier Milei y su círculo más cercano fue, según las propias fuentes de la Casa Rosada consultadas por TN, que sentía que la dirección de la política exterior de la Nación no iba en línea con muchas de las ideas que quería plantear tanto dentro como fuera del país.
Desde un primer momento, Mondino se rodeó de un gabinete conformado, mayoritariamente, por diplomáticos que desde el Ejecutivo nacional empezaron a mirar con recelo rápidamente, tal es el caso de Leopoldo Sahores, quien fue el vicecanciller hasta hace dos semanas, cuando comenzó la última gran crisis que envuelve a la Cancillería.
Los primeros gestos marcados de desaire se empezaron a dar en junio con una concatenación de situaciones que expusieron la debilidad de Mondino en el Gabinete. En primer lugar, Karina Milei se quedó con el control de la Agencia de Promoción Comercial e Inversiones, una pieza que se suponía iba a ser fundamental en la nueva Cancillería que, tal como Mondino prometió al asumir, buscaría aumentar los lazos comerciales con el mundo.
Rápidamente, se dieron otros dos hechos notorios. En primer lugar, la ahora excanciller no viajó a la cumbre del G7 en Italia y, en segundo término, la Rosada decidió llevar a la esfera del Ministerio de Relaciones Exteriores a Ursula Basset, una abogada que arribó a la cartera de política exterior sin cargo formal, pero con el aval para supervisar la agenda más sensible para el Gobierno, como la de la ONU.
Esa fue la primera parte de lo que, puertas adentro, se llamó la “intervención de la Cancillería”. Luego, poco tiempo después, llegó la reforma de la Secretaría de Culto. Se le agregó el nombre de “Civilización”, se nombró al legislador provincial Nahuel Sotelo y bajo su órbita se llevaron áreas clave como la de derechos humanos, que hasta ese momento se encontraba en la Secretaría de Relaciones Exteriores (la vicecancillería de Sahores).
Sotelo llegó con la premisa de mejorar la comunicación entre Cancillería y Rosada a través de Santiago Caputo. Intervino, además, muy rápidamente en discursos trascendentales como el de la apertura de la Asamblea General de las Naciones Unidas o en frenar iniciativas relacionadas con cuestiones de género o medioambiente que la Argentina planeaba participar.
Para ese entonces, el ruido dentro de la Cancillería era total. Más teniendo en cuenta que el Gobierno había impulsado a través de la Ley Bases una reforma para que los diplomáticos tuvieran que empezar a pagar el Impuesto a las Ganancias sobre el sueldo en dólares que cobran en el exterior, además del que cobran en pesos. Esa medida finalmente quedó frenada por la Justicia. El cuerpo diplomático le pidió más acción a Mondino, que se vio más debilitada todavía puertas adentro.
A este vaciamiento de poder le siguieron dos gestos que generaron mucho ruido. Durante el viaje a Nueva York para participar de la apertura de las Naciones Unidas, Javier Milei no subió a Mondino al avión oficial -como si lo hizo con otros ministros- y ella tuvo que viajar en un vuelo de línea. Días después, se confirmaba que el embajador ante la ONU, Ricardo Lagorio, dejaría su cargo tras más de un choque con el Ejecutivo nacional.
Los tentáculos de la Rosada, mientras tanto, avanzaban sobre distintas áreas de Cancillería, como así también crecía la presión contra los diplomáticos a través de inusuales cartas como la que Milei le envió a todo el cuerpo del Servicio Exterior amenazando con que “el que no siguiera las ideas de la libertad, tenía que dar un paso al costado”.
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Ante esta situación, y una presión que parecía insostenible, es que Leopoldo Sahores, el número dos de Mondino, dejó su cargo hace dos semanas. Desde allí se había iniciado un proceso de reconfiguración muy fuerte en todo el Ministerio.
La votación de la Argentina sobre Cuba enciende un signo de interrogante sobre quién estuvo detrás de la instrucción que le llegó al embajador argentino en Nueva York para que vote con esa posición. Fuentes de la Cancillería aseguran que tenían el aval de la Rosada. Mientras que el propio Milei habla de un error de la canciller, Mondino, a fin de cuentas, hoy está afuera del Ministerio.