¿Cuánto deberán profundizarse más todavía las relaciones entre el gobierno kirchnerista y China, en el rumbo que siguen, para que les quepa el término de “relaciones carnales”, que acuñó en otros tiempos de gobiernos justicialistas el ex canciller Guido Di Tella para definir el alineamiento del menemismo con los Estados Unidos? (La definición formal bilateral del vínculo de la Argentina con el gigante asiático es “alianza estratégica integral”).
El tono laudatorio y de agradecimiento hacia su par Xi Jinping, utilizado por el presidente Alberto Fernández en la celebración del centenario del Partido Comunista Chino (y la condición de único mandatario latinoamericano invitado al acto) añade un ingrediente político a la elocuente preponderancia, por magnitud y variedad, de la presencia económica y financiera de la potencia socialista en la Argentina. Insoslayable, y para algunos riesgosamente desequilibrante.
Se cuentan por decenas los proyectos de inversión china - varios en marcha- en rubros estratégicos que abarcan: infraestructura, minería, hidrocarburos; energía hidroeléctrica, nuclear y eólica; transporte y producción de carne porcina, entre otros, a lo largo y a lo ancho de la Argentina.
Algunos de esos planes están fuertemente cuestionados por quienes sostienen que podrían afectar a la soberanía argentina en ciertos casos (como la estación espacial china en Neuquén en operaciones desde fines de 2017, con cláusulas secretas y sospechas de un eventual uso militar), y dañar el medio ambiente en otros (el plan para la duplicación de la producción de carne de cerdos)
Perón y Mao
Al aludir en su intervención a la antigüedad de la relación entre el Justicialismo y China, Fernández se ocupó de destacar el intercambio epistolar de 1965 entre Mao Zedong (en aquellos tiempos Mao Tse Tung) y Perón. Los dos grandes líderes pudieron haberse conocido cuando en mayo de 1973 Mao lo invitó a viajar a Pekín (hoy Beijng). Finalmente el encuentro no se produjo. Perón envió como representante a su esposa Isabel, acompañada de José López Rega y Gloria Bidegain. Y Mao los hizo recibir por su mano derecha, Chou en-Lai.
Hubo un antecedente todavía más antiguo. En 1947 durante la primera presidencia de Perón, el canciller Juan Bramuglia y el representante chino Chen Chie firmaron el primer Tratado de Cooperación y Amistad Chino- Argentina. Después pasaría mucha agua bajo el puente. En aquél entonces nadie podría predecir que tres cuartos de siglo después iba a estar tan cerca el (parafraseando a Perón) “para un peronista no hay nada mejor que… un chino”.
Fernández mencionó que Mao y Perón “compartieron visiones”. En la carta, llevada en 1965 a Mao por jóvenes del Movimiento Revolucionario Peronista (MPR) en la que lo halaga como “maestro revolucionario”, efectivamente Perón escribió que “en lo fundamental somos coincidentes”, aunque ya se sabe que era experto en decir a cada uno lo que éste deseaba oír.
En un reportaje llegó a exagerar que Mao “era casi un justicialista” y que “le robó la idea” de la Tercera Posición. Y no faltaron teóricos en la Argentina que se empeñaron en descubrir influencias del maoísmo en Perón. Es historia antigua, y ya nada es igual. Para algunos analistas el Partido Comunista Chino dejó de ser maoísta, y muchos dudan de la índole peronista del kirchnerismo.
Vacunas por izquierda
Además de destacar que China se convirtió en el segundo socio comercial de la Argentina, Alberto Fernández enfatizó que “nos ayudaron de modo definitivo con las vacunas”. Puso así el dedo en la llaga de un elemento tan revelador como el económico en la opción del gobierno como orientación geopolítica.
El sesgo “socialista” es evidente si se mira el origen de las vacunas (todas son valiosas) preferidas mayoritariamente por el gobierno argentino: la china Sinopharm y la rusa Sputnik V (también llegaron en menor medida la británica AstraZeneca y su versión india, Covishield), y el interés por las que está desarrollando Cuba. Pero sobre todo se notó en las trabas autoimpuestas (hasta que se impuso la urgencia electoral que obligó al gobierno a recular) para la importación de la vacuna Pfizer y otras provenientes de los Estados Unidos.
Algunos integrantes de la oposición criticaron que Fernández haya participado en la celebración de una organización política responsable de atrocidades que provocaron millones de muertos, como la hambruna masiva del Gran Salto Adelante desde fines de la década del 50 hasta principios de la de 1960; la purga de la Revolución Cultural entre 1966 y 1976, y la masacre de la plaza de Tiannamen de 1989, en la capital de China, cuando el ejército diezmó a la muchedumbre de manifestantes, especialmente estudiantes, que reclamaban mayores libertades y el fin de la corrupción.
Pero otros críticos no se mostraron extrañados por la convalidación con el silencio por parte de Fernández de actos antidemocráticos del pasado. “Es el mismo justicialismo en el poder –alegaron- que no solamente no condena, sino que respalda a gobiernos contemporáneos cuestionados por violaciones a los derechos humanos”.
Lavarse la cara
La adhesión entusiasta de Fernández a la celebración del centenario del Partido Comunista Chino, encabezada por Jinping contrastó con la dura crítica aparecida en el órgano oficial del Partido Comunista Revolucionario (PCR) de la Argentina, con identidad política maoísta. Fundado en 1968 en ruptura con el Partido Comunista, se presenta como un partido guiado por “la teoría revolucionaria del proletariado: el marxismo-leninismo-maoísmo”.
“La actual cúpula del Partido Comunista Chino (PCCh) es absolutamente consciente de que restauró el capitalismo, se ufana de haber salvado a China del maoísmo. Son profundamente anticomunistas”, señala una nota de opinión que firma Estéban Ramírez en la página oficial del PCR, en la que critica la “desmesura festivalera” del acto.
Desde hace años el PCR pone énfasis en aclarar que el kirchnerista actual Procurador del Tesoro, Carlos “Chino” Zannini, nunca perteneció a esa organización, sino que militó en otra llamada “Vanguardia Comunista”.
Ya en 2015, cuando Carlos Zannini fue designado candidato a vicepresidente de la Nación, el PCR había proclamado que “la insistencia en esta desinformación, solo puede indicar el intento del funcionario kirchnerista de lavarse la cara de su protagonismo en la entrega del patrimonio nacional al nuevo imperialismo chino”.
Contra el “imperialismo chino”
En su corta historia el PCR se planteó “fusionar el marxismo-leninismo-maoísmo con el movimiento obrero e integrarlo con la práctica de la revolución argentina… contra sus enemigos (el imperialismo, los terratenientes y la burguesía intermediaria)” y… “el imperialismo chino”. Su objetivo de fijar como foco de labor partidaria los grandes centros industriales tuvo su mayor manifestación exitosa en el SMATA Córdoba con René Salamanca, desaparecido después de ser secuestrado el 24 de marzo de 1976.
Otro hito de su protagonismo fue la ocupación durante 18 días de la planta de Ford en General Pacheco por sus 4.800 obreros, liderada por el delegado Miguel Delfini, del PCR. La medida, en rechazo al despido de 33 trabajadores se extendió desde el 26 de junio hasta el 15 de julio de 1985, lapso en el que se fabricaron 33 unidades. Finalmente la planta fue desalojada por un dispositivo policial con 2.000 efectivos, carros de asalto, helicópteros y perros.
Más adelante Delfini fue cuestionado por el PCR que lo tildó “kirchnerista”. Y el jujeño Carlos “Perro” Santillán, otro luchador social partidario que alcanzó notoriedad liderando puebladas y cortes de ruta durante el menemismo, fue expulsado de la organización después de polemizar con sus autoridades. En su momento el PCR apoyó la alianza FREJUPO, que llevó a Carlos Menem a la presidencia de la Nación en 1987.
Más recientemente, en 2008 el PCR respaldó al levantamiento rural contra la resolución 125 de retenciones, llegando a titular en el semanario partidario: “En los piquetes agrarios palpita el argentinazo”, en evocación de la pueblada que echó a Fernando de la Rúa. Actualmente el dirigente más notorio del PCR es Juan Carlos Alderete. Feroz crítico de los Kirchner hace algunos años (“deberían explicar que hacían durante la dictadura”, decía de ellos. Desde diciembre de 2019 es diputado por el Frente de Todos.
Verdades peronistas
La intervención de Alberto Fernández en el acto celebrado en Beijing, exacerbó la crítica del PCR hacia el kirchnerismo, sobre el que hace poco manifestó:
“Lo nuevo que llegó con Kirchner al gobierno fue un sector vinculado al imperialismo chino, sector que maneja palancas claves del gobierno nacional a través del secretario legal y técnico de la Presidencia, Carlos Zannini”.
Sordo a las críticas y cuestionamientos, el gobierno profundiza la relación política y comercial con China y se ufana de los resultados: “desde el año 2000 la cooperación con China significó el ingreso de 25.000 millones de dólares”, declaró hace un tiempo el ministro de Producción, Matías Kulfas. Las cifras son incuestionables, pero ¿a qué costo?
Al hablar ante Xi Jinping, el presidente Fernández destacó la decisión de profundizar las relaciones con China que convirtieron a ese país en el segundo socio comercial de la Argentina. Y también evocó el lema enunciado por Perón en 1950 como parte de las Veinte Verdades Peronistas: “Una patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”. Más temprano que tarde quedará en evidencia si esos dos objetivos son compatibles o contradictorios.