Por Pierpaolo Barbieri*
Con apenas 21 palabras, la Corte Suprema de los Estados Unidos destruyó la estrategia legal del gobierno de Cristina Kirchner. Ni una respuesta positiva, ni siquiera un guiño de la Corte - que tanto lobby había demandado para el gobierno y también, a último momento, para la oposición - pidiendo la opinión del Procurador General estadounidense (Solicitor General). Con lo cual fueron malas noticias y, además, apuradas.
Así saltó el riesgo país y cayeron todos los activos del país, en Buenos Aires y en el resto del mundo. Ahora, mientras los holdouts se apuran a intentar ejecutar la sentencia de primera instancia que ni la Cámara ni la Corte quiso rever, a Argentina no le quedan muchas opciones.
Efectivamente existen ahora tres opciones:
1) Pagarle a los holdouts la sentencia firme (USD 1300 millones) y sentarse a negociar el resto, bajo el auspicio del Juez Thomas Griesa (de la primera instancia en Nueva York).
2) Intentar un cambio de jurisdicción para los bonos reestructurados para seguir evitando pagarle a los holdouts.
3) Abordar un default global, de los bonos de los holdouts así como los reestructurados, básicamente volviendo al nadir del 2002.
Si queremos una Argentina que sea parte del mundo mediante un fin de ciclo ordenado y positivo, la tercera opción debe descartarse. Si la Presidenta recibe buenos consejos, ese debe ser su mensaje. La alternativa no es sólo el fin absoluto de cualquier sueño de una "década ganada," sino el literal regreso al pasado de profunda crisis.
Quizá alguno se anime a hablar bien del aislamiento (si todavía se puede), pero es necesario recordar que eso terminaría cualquier posibilidad de inversión necesaria para desarrollar el potencial energético, productivo e industrial del país. Un default nos regresaría al caos financiero y, con eso, el dolor de volver a empezar, solos y lejos del mundo. Qué lejos quedaron esos momentos vergonzosos de legisladores aplaudiendo la quiebra del país en 2001.
Que nadie se confunda: un nuevo default querrá decir más recesión, más pobreza, más inflación, y más crisis.
La segunda opción parece atractiva desde un plano emocional, pero tanto juristas como economistas dudan que se pueda logar. Por ende, es un fantasma: el default es default si es técnico o no. Esto quiere decir, necesariamente, que un pago parcial nos dejaría aislados, así como también en desacato con las cortes de Estados Unidos.
Uno puede estar de acuerdo o no con el veredicto, pero dado que nuestra deuda fue colocada en los Estados Unidos, no nos podemos escapar de la responsabilidad de responder a esas cortes - y a esos veredictos.
Finalmente, la primera opción no es ni ideal ni fácil, pero es lo sensato tanto para el gobierno como para el futuro del país. El juez dejó abierta la posibilidad de una negociación que satisfaga a los holdouts sin quebrar al Estado; hay que trabajar para lograrlo. Pero se requiere una posición argentina más conciliadora y abierta, tal como se logró con Repsol y con el Club de París, con los que este gobierno logró un buen resultado negociando.
Ser estadista requiere entender que hay momentos cuando la ofensiva a pesar de todo y a costa de todo no es heroica, sino destructiva. Este es uno de esos momentos. Una negociación necesaria que llega tarde, pero mejor ahora que nunca: mejor negociación que un default destructivo para todos y todas.
*Pierpaolo Barbieri es investigador en la cátedra Ernest May Fellow de la Escuela Kennedy de Gobierno de Harvard.