No voy a leer Sinceramente. Ella ya me aburrió. Ya escuché sus cadenas nacionales durante ocho años. Y todavía tengo apiladas en mi biblioteca las obras completas de Dostoyevsky, Cervantes y Oscar Wilde que me regaló mi mamá hace mil años. Con esto quiero decir que, si tuviese ganas, leería un libro de verdad. No uno que ya conozco de memoria y todos sabemos cómo termina.
Por suerte, yo no soy medida de nada. De hecho, Sinceramente es un éxito total. Los números lo reflejan: 230 mil ejemplares vendidos y primero en el ranking global de Amazon. Al tiempo que muchos festejan estas cifras imaginando que pronto se convertirán en votos, no son menos quienes desde la otra vereda coinciden en que si Cristina se hubiese dedicado a escribir sus relatos, en vez de tratar de hacerlos realidad, hubiese tenido más éxito. Ella y todos.
A propósito del libro, leí en el diario que Cristina habló con su numen inspirador, Alberto Fernández, sobre las agresiones que sufrió Maru Duffard, periodista de Telenoche y TN, durante la presentación del libro. Ellos declararon que “nadie puede avalar algo así”. Sinceramente no les creo. Sinceramente creo que son muy hipócritas. Está claro que esas conductas son un espejo de cómo piensan bien arriba y que, en la punta de la pirámide, está Cristina. Todo empezó hace 10 años cuando de forma sorpresiva (no era común entonces) Néstor Kirchner apostrofó severamente a Leonardo Mindez, periodista Clarín, durante una conferencia de prensa en La Plata. El cronista le había pedido al expresidente que explicara su enriquecimiento personal del 570 por ciento. No era una pregunta cualquiera.
Cristina retomó esa tradición y la fue perfeccionando. ¿La manía de enriquecerse? No. Me refiero en éste caso a la costumbre de señalar a la prensa como el enemigo. Sus funcionarios y después sus fans la emulan. Quienes agredieron a Maru no son “orgánicos” ni lo hacen porque les pagan. Lo hacen porque están muy convencidos. Y gritan, insultan y agreden desde una pretendida superioridad moral. Ellos creen que que son mejores. Y eso es muy Cris.
Ellos entienden que sus altos ideales los ponen legítimamente por encima del respeto y el cuidado que cualquier ser humano merece. Como los que creían que matar estaba permitido si era en pos del socialismo (o en contra de él). Como los que creen que robar y después mentir (o tolerar que nos roben) es correcto cuando se lucha contra un mal mayor.
En abril de 2017, Cristina, en su versión youtuber, publicó un video en donde me culpaba a mí y a TN por una manifestación en contra del gobierno de Alicia Kirchner en Santa Cruz. Hoy insiste con ese tema desde las páginas de Sinceramente. La acusación es ridícula, pero los kirchneristas que agredieron a Maru seguramente la tomarían por cierta. En abril de 2017 la provincia se incendiaba luego de 26 años de kirchnerismo y la culpa era de otro.
// De cómo planear una revolución en dos días
La culpa siempre es de otro. La lamentable falacia no es patrimonio exclusivo del kirchnerismo. Después de más de tres años de gobierno de Macri muchos pensaron que las excusas fundadas en la herencia recibida estaban agotadas. Pero las encuestas que ponen a Cristina arriba en las encuestas no enseñan que eso también puede volver.