Y un día volvió Milei: ese Milei que conocíamos y que justo antes de las elecciones del 26 de octubre sorprendió “desapareciendo” y bajando el perfil agresivo para volverse más “amigable” con sus potenciales aliados, ahora reapareció -y con todo.
Enfureció a sus aliados “naturales” del PRO quitando del Presupuesto 2026 la deuda de coparticipación que tiene la nación con la ciudad de Buenos Aires desde una maniobra del gobierno de Alberto Fernández, ya declarada inconstitucional.
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También despertó a la alicaída CGT dejándole servida una crucial reforma laboral por negarse a explicarla con claridad: se la dejó picando a los gremialistas para que patearan al arco justo cuando ya estaba “a punto de caramelo” para ser aprobada en el primer tramo de las sesiones extraordinarias antes de que termine el año.
El regreso de Milei
El Presidente volvió a uno de sus canales de streaming favoritos para insultar al economista Carlos Melconian, por ejemplo (un ferviente defensor de reformas, como la laboral), en lugar de dedicarse a explicar por qué la Argentina difícilmente “pegue la vuelta” de su eterno camino al descenso económico, sin una reforma laboral profunda.
Por falta de consensos, ahora esa reforma pasaría a un segundo tramo de sesiones extraordinarias o -directamente- probará mejor suerte en sesiones ordinarias, a partir de marzo.

¿Entenderá Milei que eso es una pésima noticia para su gobierno?
El jueves, la CGT jugó el juego que mejor domina: copó el centro porteño protestando contra la “reforma laboral esclavista”, según proclamaban los carteles en las principales avenidas.
Los argumentos de los sindicalistas son bastante fáciles de rebatir: Gerardo Martínez, el capo de la construcción que inicialmente se había aliado al gobierno, salió a decir en medio de la marcha sindical que “para crear puestos de trabajo, no hace falta una reforma laboral, sino un modelo económico distinto”. ¿Se referirá al que puso en práctica el kirchnerismo en las últimas dos décadas?
El resultado de tanto desatino
El empresario que espera una reforma laboral para contratar con más certidumbre y menos costos, seguirá esperando. Esa espera desesperante puede terminar siendo fatal para el plan económico de Milei.
El líder libertario se presenta como experto en crecimiento y en macroeconomía. La “micro” se las deja a los empresarios, como suele decir casi despreciativamente.
En las ciencias económicas, en macroeconomía se analiza cómo juegan variables monetarias, la tasa de interés, el tipo de cambio, los flujos de comercio exterior. La “micro” se concentra en el análisis de los mercados individuales.
Pero pensar que se trata de dos “economías” diferentes y que un gobierno se puede ocupar sólo de la macro para “dejarles la micro a los empresarios” sería un error fatal que podría estar cometiendo el primer economista en presidir la Argentina.
Por lo menos esa es la sensación que da la falta de capacidad del gobierno de Milei para explicar mejor a la sociedad los por qué y para qué de una reforma que -a primera vista- parece un tema “microeconómico”, pero es la clave de que funcione la macro: sin un mercado laboral que esté en condiciones de contratar en blanco a mucha más gente que hoy, la macro argentina no cierra: no se puede ni pensar en resolver el gravísimo problema previsional por falta de aportantes, ni bajar los planes sociales, ni bajar sustancialmente el gasto público, ni lograr crecimiento, ni inversiones y -mucho menos- eliminar la inflación.
La reacción sindical y los números que no cierran
La marcha sindical y de la izquierda del jueves evidenció claramente que el gobierno de Milei perdió dos años completos sin aprovechar ese tiempo para explicar por qué la reforma laboral es la clave para que el Estado deje de ser un “seguro de desempleo trucho” y que empiecen a aparecer inversiones privadas que den trabajo.
No perdió un momento en explicar los beneficios que traería para la macroeconomía que las Pymes puedan contratar para que la estructura económica argentina se parezca un poco más a la de -por ejemplo- Chile.
Al otro lado de la cordillera, trabaja -o busca empleo- el 62 por ciento de la población. Comparativamente, en la Argentina sólo el 48 por ciento está en el mercado laboral. Pero de ese porcentaje, casi la mitad está “en negro”. Y de la mitad que está formalizado, una mitad trabaja para el Estado: sus aportes a la seguridad social salen de los impuestos que pagan los argentinos.

Poco más del diez por ciento de la población está en el sector privado formal sosteniendo al resto.
Para que la Argentina “cierre” macroeconómicamente, como Chile, que no tiene inflación y mantiene crecimiento constante desde 1983, la mitad de la población argentina tendría que trabajar en el sector privado y en blanco: significaría sumar como mínimo diez millones de puestos de trabajo en el sector privado formal, y eso es algo que no se puede ni empezar a pensar sin una reforma laboral a fondo.
El boom de Vaca Muerta y la minería pueden aportar la décima parte de esos puestos de trabajo, en el mejor de los casos, y según las estimaciones más optimistas del propio ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger.
Para el resto, hacen falta reformas, como la laboral, para que se animen a contratar las Pyme y para que vengan empresas de todo tipo a invertir.
¿Le irá mejor con la reforma laboral en un eventual segundo tramo de sesiones extraordinarias en febrero?
Milei tiene hoy una posición fortalecida en el Congreso, pero todavía está bastante lejos de tener mayorías propias. Antes que buscar consensos en el peronismo, va a necesitar recuperar el apoyo de la opinión pública: el “precio” de las leyes sube mucho cuando las encuestas no acompañan. Y las encuestas podrían no acompañar mucho tiempo más, si la economía no da señales de que el país empieza a crecer.
¿Entenderá Milei que se encerró en un círculo vicioso del que tiene que salir urgentemente para coronar con éxito su gobierno?
Un ejemplo de esa amenaza que pende sobre el plan económico la dio la semana pasada el Índice Líder que elabora mensualmente el Centro de Investigaciones en Finanzas de la Universidad Di Tella. Es un indicador que pronostica la evolución en el futuro inmediato de la economía que se elabora en base a diez datos tan dispares como el índice de las acciones, el precio de la soja, la recaudación de IVA y diversos datos de producción, además del propio Indice de Confianza del Consumidor de esa universidad privada.
La semana pasada se publicó el dato de noviembre con una caída de 3,6 por ciento y una probabilidad de recesión altísima: 98 por ciento.
Es más probable que el ánimo social triunfalista que acompañó a Milei en las semanas de esa nueva “luna de miel” postelectoral no siga mucho más allá del verano, si se cumple el vaticinio del índice de la Di Tella de que la coyuntura económica no apunte al alza.
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Un panel de expertos en comunicación reunido por la revista Imagen le recomienda al Presidente “explicar más” y sumar a “terceros creíbles” para evangelizar sobre la necesidad de una reforma laboral y organizar estrategias de comunicación por diversos canales: esas fueron las tres propuestas más elegidas para conseguir aprobación en la opinión pública de las reformas que le quedaron pendientes, según ese sondeo a ese panel de 55 profesionales de comunicación y consultores políticos.
Traducido para el caso de la reforma laboral, que es un cometido que intentaron todos los gobiernos no peronistas de la democracia y en el que todos fracasaron: no dejar la explicación de qué se trata esa reforma exclusivamente en las manos de los sindicalistas.



