Lo más llamativo fue que no venía a cuenta de nada: no fue parte de una discusión acalorada, para acallar una crítica que incomodaba al oficialismo, ni para tratar de cerrar a favor de LLA una disputa de las muchas que en estos días la enfrentan al PRO. Nada de eso: consistió en una pura, espontánea e inmotivada muestra de agresividad y desprecio.
“Se te conoce no por tu capacidad como funcionario sino por tu enfermedad”, le espetó Nicolás Márquez, quien “se conoce” es simplemente coautor de un libro sobre Milei y un maníaco tuitero libertario, a Esteban Bullrich, quien fue ministro de CABA y la nación, diputado en dos ocasiones y senador en una, años atrás le ganó una importante elección nada menos que a Cristina Kirchner, y además padece ELA.
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Un gol en contra
La ocasión que encontró Márquez para lanzar semejante muestra de brutalidad, encima, agrava las cosas: Bullrich estaba festejando una fecha significativa en su carrera política, así que lo del “biógrafo oficial” fue casi como ir a insultar a alguien el día de su cumpleaños y porque sí. Recibió ayer una respuesta que honra al agredido: “No tomes una crítica de alguien que no tomarías un consejo”. Fin. Gol en contra de las Fuerzas del Cielo.
Y no es el primero: se está volviendo costumbre esto de que los tuiteros libertarios se vayan a la banquina por no saber controlar su agresividad ni sus deditos en el teclado de los celulares.
Semanas atrás le pasó a Fran Fijap, otro joven sin experiencia política alguna que en poco tiempo se convirtió en un multilikeado líder de opinión de las huestes oficiales, que el presidente legitimó como “vocero”, y que con todo el entusiasmo del éxito se metió con un asunto complicado para incinerarse, mostrando su peor rostro: Fijap, Franco Antunes como en realidad se llama, celebró en X que un excomisario de la policía bonaerense dirimiera con un disparo mortal una discusión con vecinos por el volumen de la música durante las fiestas. Y lo hizo con expresiones de una brutalidad inconcebible: “Merecido por marrón incivilizado”, escribió sobre la víctima, explicando que el victimario “se infló las pelotas de la música y pidió dos veces que le bajaran un toque el volumen, los orangutanes se irritaron y lo increparon aún estando equivocados, se quedó cortísimo, había que repartir plomo”.
Esta gente es la que Javier Milei quiere llevar al Congreso de la Nación. Para construir una fuerza “liberal-libertaria” doctrinariamente cohesionada y políticamente disciplinada, no como la que ahora tiene allí. Que lo ayude a terminar con los abusos y atropellos del populismo estatista, y a fundar un reino de libertades individuales plenas.
Su representante más preclaro es el autodenominado Gordo Dan, Daniel Parisini según su DNI. Quien fue el que empezó en verdad esta retahíla de despistes tuiteros, cuando anunció que pretendían conformar con sus colegas el “brazo armado” del presidente. Uno que, en principio, se “limitaría” justamente a usar y abusar de los mensajes por celular, para librar lo que entienden es una decisiva “batalla cultural” para su movimiento: contra el progresismo, el estatismo, el izquierdismo en todas sus formas, y más todavía el liberalismo tibio, el centrismo y cualquier otra forma de moderación.
Todo lo cual el propio Javier Milei, pudiendo entonces frenarlo antes de que hiciera más daño, decidió alimentar y profundizar: celebró el anuncio del Gordo Dan, animó a él y sus amigos a continuar y ampliar esa batalla, desmintiendo a quienes se alarmaron por las implicancias potencialmente violentas de sus palabras (porque, según el mandatario, “habían sacado de contexto lo del brazo armado”). E incluso mandó a Guillermo Francos a decir que Parisini y otros de su grupo serían “excelentes candidatos” en las legislativas.
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Así que puede que algo bueno, finalmente, salga de los penosos episodios que siguieron a esas definiciones presidenciales: si tan poco hubo que esperar para que se viera “lo excelentes candidatos” que podían ser, tal vez esté a tiempo el gobierno de corregir el rumbo. Porque de otro modo estas vergonzosas muestras de lo que significa ser libertario se van a repetir en medio de la campaña, y entonces el presidente tendrá que hacer mucho más esfuerzos que hasta aquí para convencer a los votantes de que la violencia es un módico y razonable precio a pagar para que baje la inflación y suban los bonos.