El turismo es una creación reciente de la humanidad, que no tiene más de doscientos años y se originó como una acción terapéutica para vivir mejor. Hasta los tiempos de la Revolución Francesa, en 1789, los tiempos de retiro desde las residencias habituales estaban reservados a las clases pudientes y dominantes de las sociedades predemocráticas, y generalmente estaban relacionados con la idea de socializar a través de la organización de cacerías o de largos viajes que mejoraban las relaciones personales entre poderosos.
El siglo XIX, debido al cambio cultural provocado por la revolución industrial en Europa, vio nacer balnearios, tanto en el océano Atlántico como en el mar Mediterráneo, para el reposo y la curación de los miembros de elites de las sociedades modernas de los países industrializados. Es importante destacar que el turismo estaba asociado a la capacidad curativa del tiempo vacacional, que no era más que aquel tiempo sin ocupaciones ni responsabilidades.
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Así se pusieron de moda los baños en el mar, las estadías en hoteles que tenían piletas con aguas de “milagrosas” capacidades minerales, y para mediados del 1800, comenzó la incorporación a esos “puertos de baños” de salas de casinos, no muy diferentes a los actuales, completando así el modelo de viaje para el juego y la salud. Para nuestro país, la llegada de esos impulsos de la modernidad debió esperar que se consolidara la independencia y se lograra la organización nacional.
El turismo en Argentina
La tardía sanción de la Constitución Nacional en 1853 hizo que estas costumbres de las clases altas de Europa y de los Estados Unidos llegaran más tarde a la Argentina, y lo hicieron de la mano de inmigrantes emprendedores. Algunos historiadores y sociólogos consideran que 1880 marca el año en que la República se consolidó definitivamente, y podemos afirmar que ese año también es testigo del inicio del turismo en el país y en toda Sudamérica, con las termas como eje fundamental. El noroeste argentino fue el centro de ese desarrollo, y sigue marcando la permanencia de ese turismo, hoy específico entre tantas modalidades, que van desde el turismo extremo hasta el natural, pasando por lo más sofisticado y lo más simple.
Curiosamente, la provincia de Santiago del Estero participó de este progreso a través de la consolidación de las Termas del río Hondo como destino desde 1884, cuando se abrió el primer alojamiento. Vale reiterar que en esos tiempos las visitas a los centros de atracción eran solamente de tipo terapéutico, tomando casi como conmemoración aquellos viajes de los incas a las aguas curativas de río Hondo antes de la llegada de Colón al continente americano, y las legendarias estancias de San Francisco Solano en las “aguas calientes” a orillas del río Dulce.
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La llegada de los grandes hoteles de turismo al país comienza entonces en 1880 y se prolongará su instalación en los años de oro de la economía argentina que se llega hasta 1930, es decir durante medio siglo. Visitaremos hoy con nuestra imaginación y evocación la historia de algunos establecimientos legendarios, algunos de los cuales aún hoy prestan sus servicios.
El fundador del Hotel Termas en Rosario de la Frontera
Antonio Joseph Palau y Queralt fue un catalán nacido en Tragó de Noguera en 1837, que se gradúa en medicina y cirugía hacia 1868. Se incorpora como profesional a la Marina de Guerra española, y curiosamente se niega a jurar la bandera, por lo que termina castigado en la isla de Fernando Poo, frente a Guinea Ecuatorial, por entonces una posesión ibérica y que había dependido del virreinato del Río de la Plata hasta la Revolución de Mayo de 1810, hecho que conoció Palau mientras está prisionero allí. Intrigado por esa curiosidad histórica, pide la baja de la escuadra y se radica en Montevideo en 1875, junto a su esposa Luisa Garrigó.
Al poco tiempo cruza el río de la Plata y comienza a ejercer su profesión de médico, cuando la Argentina era gobernada por Nicolás Avellaneda, quien pide al catalán que viaje a su provincia natal, Tucumán. Eran los tiempos de la “Gran Aldea” y cualquier ciudadano podía cruzarse con el presidente en las calles porteñas. Palau se instala primero en Córdoba, porque apreciaba el excelente clima serrano como lugar de curación para los enfermos pulmonares, y atraviesa Santiago del Estero rumbo a San Miguel del Tucumán. Allí deja constancia de la extrema sequedad del clima y, en la “madre de ciudades”, le hacen saber de las termas en Río Hondo. Comienza así su interés por este tipo de recurso, uno de los más importantes en el desarrollo del turismo en Europa.
Ya instalado en Tucumán con su esposa se dedica nuevamente al ejercicio profesional y allí nacen sus hijas Antonia y Dolores. La familia se completa una década después cuando nacen en Salta Vicente y Luis. El espíritu inquieto de Palau lo lleva a realizar expediciones buscando termas hacia el norte, y cerca del pueblo salteño de Rosario de la Frontera encuentra surgentes termales en las sierras de la Candelaria. Logra un contrato de arrendamiento de cuatro kilómetros cuadrados en las tierras de Melchora Figueroa de Cornejo, dando comienzo entonces a la legendaria historia del primer complejo turístico termal de Sudamérica.
La construcción del hotel pionero y su rápida fama
Palau comienza a desmontar el espeso monte, traza caminos y establece un servicio de carruajes para los visitantes que iban a llegar. El 1° de abril de 1880 se inauguran las precarias instalaciones que consistían en unas casillas de madera y chapa con acceso directo a las aguas termales, que brotaban en un rango de 25 a 99 grados de temperatura. Pero Palau ve un gran negocio entre sus manos y se asocia con Vicente Torres, y más adelante con Ernesto Tornquist, quienes financian la construcción del gran edificio que aún hoy existe. Vale destacar que Tornquist, el más grande emprendedor de la historia argentina, sería dos décadas después el fundador del Plaza Hotel de Buenos Aires. La insistencia del catalán frente a las autoridades hace que el ferrocarril construya la estación “Los Baños” en 1885, a sólo mil metros de las termas.
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Inmediatamente comienzan a llegar visitantes ilustres, como el propio Avellaneda, Domingo Faustino Sarmiento y la familia Uriburu, una de las más tradicionales de Salta. En 1893 se inaugura el notable y gigantesco hotel, obra de los arquitectos Manuel y José Graña, que poseía todas las innovaciones modernas, como luz eléctrica y sistema de bombeo para la circulación del agua termal, a la vez que lucía los más lujosos materiales de construcción: roble de Eslavonia y mármol de Carrara, los que junto con el mobiliario y la legión de mucamas, mozos y servidores, lo convirtieron en el máximo símbolo de la prosperidad argentina. La gastronomía era excelente y se brindaban servicios de masajes a todos los huéspedes.
El complejo se completó con la construcción de una de las primeras canchas de golf del país y el inquieto Palau siguió ampliando sus negocios. Junto al desarrollo del turismo, por entonces íntimamente dedicado al carácter medicinal y reparador de las inmersiones en las aguas termales, Palau instala una envasadora de agua mineral con su nombre, que existe hasta la actualidad. Completando la oferta de servicios, se inaugura el casino, el primero de Sudamérica. El hotel contaba con 150 habitaciones y es el más antiguo hotel en funcionamiento del subcontinente. A lo largo del tiempo se alojaron los personajes más relevantes de la sociedad argentina y norteña, entre ellos el escritor y periodista Belisario Roldán, la escultora Lola Mora, el tribuno Bernardo de Irigoyen, y sobre todo las familias de la aristocracia del 900.
La fama internacional de las aguas del hotel
El año de la consolidación de la fama del complejo es 1892: en la Exposición Universal de Chicago, es premiado el proyecto edilicio del hotel. En 1904 el agua Palau es seleccionada como la mejor “agua mineral natural de mesa del mundo” en los Estados Unidos y en 1906 es galardonada con el primer lugar como alimento higiénico en Gran Bretaña. En la Argentina, el agua Palau era comercializada en todos los nuevos centros turísticos, incluyendo Mar del Plata, donde hacía furor a principios del siglo XX. Entre la Navidad y el fin de año de 1906, don Antonio Palau muere en Cosquín, Córdoba, donde fue sepultado. En 1915, al cumplirse el cuarto de siglo del hotel, se inauguró un monumento en homenaje de don Antonio Palau, que se encuentra en el patio central del hotel.
Es importante destacar que el negocio siguió adelante y, venciendo los avatares de la economía y los vaivenes políticos del país, el hotel concesionado siguió funcionando. Durante años fue el servicio turístico con mayor afluencia de extranjeros del país, ya que las termas de Rosario de la Frontera figuraban en las guías de aguas termales de todo el mundo. El negocio quedó en manos de Ernesto Tornquist y hacia 1940 alcanza su máximo esplendor, cuando el flujo de visitantes era tal, que el ferrocarril Central Córdoba, luego General Belgrano, tenía servicios directos a la estación Los Baños desde Buenos Aires, Córdoba y Salta.
Los últimos 75 años del hotel
Los grandes cambios de la década del ‘50 hacen que el complejo cambie varias veces de mano y termine en manos del estado provincial de Salta, que lo declaró monumento histórico provincial, siendo reconocido de la misma manera a nivel nacional por una ley del Congreso en 2015. Las inmensas galerías, con vistas a la yunga, siguen siendo fascinantes y el agua mineral se comercializa con el mismo nombre del fundador: Palau. Esos pasillos, que siguen decorados con las baldosas cerámicas importadas desde Europa, guardan historias y leyendas de los personajes que los han transitado.
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Las historias de fantasmas son habituales en el complejo: hay quienes dicen que los espectros de aquellos ilustres visitantes suelen darse una vuelta para recordar esos momentos deliciosos pasados en el lugar. Hay quienes incluso dicen haber encontrado a un tal Sarmiento disfrutando, no hace tanto, de un baño termal tan efectivo que relajó su carácter hasta hacerlo reír profusamente. La historia de este hotel histórico en el mejor sentido de la palabra ha sido recopilada con maestría por Carlos J. Maita, cuyos escritos recomendamos fervientemente.
El hotel Termas de Rosario de la Frontera fue el pionero de una larga tradición de hoteles extraordinarios que se construyeron en todos los puntos cardinales de la Argentina entre 1880 y 1950. Nombres como el Club Hotel Sierras de la Ventana de Tornquist y el Boulevard Atlantic Hotel de Mar del Sud, en la provincia de Buenos Aires; el Hotel Edén de La Falda y el Sierras Hotel de Alta Gracia, en Córdoba: el Hotel Termas de Cacheuta y el Hotel Puente del Inca, en Mendoza y la Mansión de Invierno, el más lujoso hotel de la Mesopotamia en Empedrado, Corrientes; constituyen los hitos de un camino histórico que vale la pena seguir recorriendo. Con ese propósito, si Dios quiere, nos encontraremos la semana que viene.