La celebración del Año Nuevo es la fiesta más popular del mundo y de la historia. No hay civilización o comunidad que no tome en cuenta el nacimiento de un nuevo tiempo, sobre todo con ese espectro de repetición que va ocurriendo cuando culmina un período que cada sociedad ubica en determinado momento. Desde aquellas observaciones sobre los ciclos solares y lunares, las estaciones anuales que se repetían naturalmente, pero sobre todo el establecimiento de rutinas, inicialmente religiosas y luego institucionales hasta hoy. Las distintas culturas fueron creando calendarios o almanaques, es decir, ciclos que comienzan en un determinado día para marcar el paso del tiempo en forma metódica, casi siempre vinculadas al orden cósmico, para la organización del tiempo social.
Recorreremos hoy la historia de la organización humana del tiempo y las formas en que las distintas culturas se relacionan con el pasado y con el futuro desde el presente.
El Año Nuevo en Occidente
El calendario romano, que es adjudicado a Rómulo, uno de los fundadores míticos de Roma hacia el siglo VIII antes de Cristo, comenzaba el 1° de marzo (Martius) el mes dedicado al dios Marte. Luego seguían Aprilis, Maius, Iunius (por la diosa Juno), y desde allí numerados como Quintilis, Sextilis, Septembris, Octobris, Novembris y Decembris. Todos los meses tenían 29 o 31 días, ya que se creía que los números pares traían mala suerte. Este calendario estaba regido por los ciclos lunares.
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Cerca de cien años después, se agregaron dos meses finales: Ianuarius y Februarius. Hacia el año 153 A.C. se pasó de los ciclos lunares al solar. Eso ubicó el inicio del año en el solsticio de invierno (en el hemisferio norte) y por eso el año pasó a comenzar en enero, y los meses “numéricos” se desfasaron dos meses. Por ejemplo, el séptimo (septiembre) se corrió a ser el noveno.
El emperador Julio César, en el año 47 A.C., decidió una reorganización formal del calendario, al que se bautizó “juliano”, fijando el inicio del año el 1° de enero, el mes que fue dedicado entonces a Juno, la diosa de dos caras, una que miraba hacia el año pasado y otra hacia el nuevo año. La legalización del cristianismo como religión oficial dentro del Imperio Romano supuso la adecuación al calendario civil desde los inicios del siglo IV, para lo que la Iglesia convocó al Concilio de Nicea, en 325, que intentó ordenar la celebración de las fiestas religiosas, lo que se logró parcialmente.
Las discusiones sobre la fecha de la Pascua cristiana cada año, sobre todo por la decisión conciliar de evitar que coincidiera con la Pascua judía, hicieron que el papa Gregorio XIII, aceptando la recomendación de varios sabios de la Universidad de Salamanca, estableciera en el año 1582, desde el mes de octubre, el calendario gregoriano. Fueron dos astrónomos Cristóbal Clavio y Luis Lilio quienes hicieron la propuesta científica, que impuso que al viejo jueves 4 de octubre de 1582 (según el viejo calendario juliano) le siguiera el viernes 15 de octubre del mismo año. Además, se estableció un día más cada cuatro años, convirtiendo a esos años en bisiestos. Como curiosidad la desaparición de diez días hizo que se alteraran todas las cuentas temporales que caían en esos días. Además, la muerte de Santa Teresa de Jesús el último día de vigencia del antiguo almanaque fue vista como el final de una era en la cristiandad.
El nuevo calendario se puso en vigencia a través de una bula papal llamada “Inter Gravissimas” firmada por Gregorio XIII el 24 de febrero de 1582. Debido a la lentitud de las comunicaciones, el rey Felipe II firmó la “Pragmática de los diez días”, para el cambio de las fechas durante 1583 en todas las posesiones imperiales. Ese texto fue enviado a los virreyes y a los obispos en todo el orbe. En el país se recibió esa orden del rey católico en Santiago del Estero para la puesta en vigor de las nuevas disposiciones en tiempos del mandato del primer obispo en el actual territorio argentino, Francisco de Vitoria, quien la aplicó inmediatamente en toda la jurisdicción bajo su mando.
La reforma del calendario, que considera la adaptación a la vida de Jesucristo, estableció que el 1° de enero se conmemora la circuncisión del Redentor, a ocho días del nacimiento, que fue establecido para el 25 de diciembre, día al que antecede la Nochebuena. Esto convirtió al último día del año, el 31 de diciembre, en la Nochevieja, denominación que hemos perdido los argentinos en nuestras tradiciones, aunque se conserva en los países católicos de Europa.
La reforma se impuso en todos los países católicos, y con demora llegó a todo Occidente, fue aceptada en los países de mayoría ortodoxa recién a principios del siglo XX. Por eso la revolución rusa de 1917 es conocida como la revolución de octubre, cuando se conmemora en el mes de noviembre según el calendario gregoriano. La organización de los días y los meses se ha mantenido incólume desde el siglo XVI y con unos populares versos es posible recordar este calendario: “Treinta días trae noviembre, con abril, junio y septiembre, veintiocho solo uno, y los demás, treinta y uno”. También el recurso de las dos manos unidas en forma de puño, ubicando a enero en el nudillo del meñique, y en el hueco entre nudillos a febrero, y así sucesivamente, los meses que caen en los siete primeros nudillos tienen 31 días y los que caen en los cinco huecos, 30 o 28.
Una curiosidad que no siempre es aclarada es la razón del cambio cada año de la celebración de la Pascua Católica, que se debe a que es fijada por los ciclos lunares: se toma el equinoccio de otoño en el hemisferio sur y el Domingo de Resurrección es el primero después de la luna llena posterior a ese equinoccio. El calendario gregoriano es el más difundido en el mundo y es el que rige las relaciones internacionales, tanto diplomáticas como comerciales. Es considerado el calendario de Occidente.
El Año Nuevo en Oriente
Sin duda, el Año Nuevo Chino se ha constituido en una nueva incorporación de la cultura argentina, ya que la llegada de inmigrantes desde el Extremo Oriente desde la década de 1980 ha hecho de la celebración del Año Nuevo una reunión de la propia colectividad compartida con el resto de la sociedad. Actualmente, estamos en el año del dragón de madera, y a partir del 25 de enero de 2025, se pasa al año de la serpiente de madera, que será el 4725 del ciclo 78, que culminará en el 2044. El año nuevo chino cae en el día de la luna nueva más próximo al día equidistante entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera, en el hemisferio norte.
El calendario chino es solar y lunar combinado, por eso cada año sigue a uno de los animales del horóscopo, once reales y uno imaginario: el dragón. Si bien cotidianamente en la China se utiliza el calendario gregoriano, adoptado en 1912, se siguen las celebraciones según las antiguas fechas milenarias. Tiene meses de 29 días y medio, con lo que completan 354 días, por eso cada dos o tres años agregan un mes para compensar el calendario con el paso de las estaciones. Los bisiestos chinos agregan un mes, a diferencia de los bisiestos gregorianos, que agregan un día.
El Año Nuevo según el judaísmo
La fiesta de Rosh Hashaná es la conmemoración religiosa de la creación del hombre por Elohim y desde ese momento se cuentan los años. Para la determinación de la fecha se toma la luna nueva que se produce en el mes de Tishrei. Aunque Rosh Hashaná significa literalmente “principio o cabeza de año”, el calendario civil judío comienza en el mes de Nisán, hacia marzo o abril, durante la primavera boreal y cerca de la Pascua. El mes de Tishrei es el principio del año religioso judío y es en realidad el séptimo mes del año civil. La celebración del año próximo será el 18 de setiembre y comenzará el año 5781.
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La plegaria matutina contiene el toque del shofar, que según el filósofo Maimónides tiene un profundo sentido moral: “Despertad de vuestro sueño, durmientes... y meditad en vuestros actos: recordad a vuestro Creador y retornad a Él en penitencia. No seáis de aquellos que pasan por alto las realidades en su búsqueda de sombras y pierden sus años en persecución de cosas vanas que no pueden beneficiar ni liberar. Mirad bien por vuestras almas y considerad vuestros actos: abandone cada uno de vosotros los caminos erróneos y los pensamientos impropios, y retornad a Dios de manera que Él pueda tener piedad de vosotros”, (Hiljot Teshuva 3:4). El nuevo año se recibe con miel, granadas y manzanas, para que sea dulce y fructífero. Este tiempo, que comienza con Rosh Hashaná, culmina con la celebración del Día del Perdón (Yom Kippur), a los ocho días.
El Año Nuevo según el islamismo
Los musulmanes celebran su Año Nuevo el primer día del Muharram, el primer mes del año del calendario lunar que siguen, que está basado en ciclos de 30 años, que siguen la tradición sumeria. Es muy interesante el hecho que no tiene vínculo con ningún hecho religioso histórico en particular, y es una fecha en la que se celebra al gran profeta Mahoma y la emigración hacia Medina, llamada Hégira. Los años se cuentan desde la salida de Mahoma desde La Meca rumbo a Medina, perseguido por sus adversarios. El próximo año se celebrará la llegada del año 1447 el 26 de junio de 2025.
Sin duda, el comienzo de un año significa para todos los habitantes del mundo la esperanza de un tiempo mejor. Desde ya, los argentinos compartimos esa expectativa. Quiero desear a todos los lectores de tn.com.ar un muy próspero 2020, en unión y libertad, fortaleciendo la fraternidad social.