La figura histórica de José de San Martín es una joya diamantina de la Argentina. Aún en sus errores, la evaluación de su personaje es extraordinaria. Pidiendo disculpas por la autorreferencia, en una ocasión dicté una conferencia para el Instituto Sanmartiniano del Reino Unido durante la cuarentena, y asistió una integrante de la Cámara de los Lores de Inglaterra, algo así como el senado argentino. Luego de terminar la exposición, esa dama pidió su palabra y dijo ser estudiosa de la historia universal, por lo que las actitudes políticas del Libertador le sugerían estar frente a un personaje único de la humanidad, por sus condiciones como militar y político, pero sobre todo por su capacidad de desprendimiento y desapego del poder, en función de propósitos superiores.
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En este entendimiento, recorreremos hoy su actuación en América después de casi tres décadas de permanecer en Europa desde su más tierna niñez.
Su encuentro londinense con los liberales americanos
Hacia fines de 1811 San Martín pidió la baja del ejército y viajó a Londres, recomendado por sus superiores hispanos. En la capital británica participó de reuniones inspiradas por el venezolano Francisco Miranda, quien merece ser considerado el primer libertador de Sudamérica y que las consideraciones políticas sobre quien lo traicionó, Simón Bolívar, ha causado su ocultamiento en el presente. Prometemos una futura columna hablando de la noche negra de la traición de Bolívar a Miranda.
Conoce en las tertulias londinenses a varios americanos que habían servido a España, como Carlos de Alvear, Tomás Guido, José Matías Zapiola y Andrés Bello. Todos compartían el ideario liberal inspirado en las revoluciones estadounidense y francesa. Es probable que todos fueran miembros de la logia masónica “Gran Reunión Americana”, en la que se inspiran las logias independentistas llamadas lautarinas. Si bien se discute la pertenencia de San Martín y otros patriotas a la masonería, es nuestra convicción que no cabe duda al respecto. Hay que recordar que no es fácil el acceso a los libros de la masonería, por lo que las pruebas documentales muchas veces son esquivas.
Estos tiempos deben dedicarse también a la investigación y estudio de los planes y escenarios de la guerra de la independencia sudamericana, donde se destaca el plan Maitland, magníficamente descripto por Rodolfo Terragno en su libro sobre el tema.
Mientras en Buenos Aires trataba de hacer pie el Primer Triunvirato, formado por Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea, amenazada la revolución por la embestida realista desde el Alto Perú que obligó a los revolucionarios encabezados por Juan Martín de Pueyrredón a abandonar esas tierras rumbo a Jujuy, el 12 de enero de 1812, parte desde Inglaterra la nave “George Canning” (nombre anticipatorio de quien reconocería trece años después siendo ministro de relaciones exteriores de Inglaterra la independencia argentina) con San Martín, Alvear y Zapiola.
El regreso a América y su febril acción patriótica
Llegan a Buenos Aires el 9 de marzo luego de casi dos meses de navegación, y se ponen a disposición del gobierno. Es el tiempo en que comienza a desplegarse el pensamiento político liberal de San Martín, comenzando con la fundación de la Logia Lautaro, la destitución del Primer Triunvirato, la convocatoria de la Asamblea General Constituyente del año XIII y la creación de la provincia de Cuyo. Todo formaba parte ya del gran plan continental que el futuro Libertador tenía en su mente.
La llegada de los antiguos oficiales del ejército español a la capital del Plata no estuvo exenta de desconfianza. El teniente coronel San Martín propuso adiestrar sus propias tropas y fue así que, el 16 de marzo de 1812 creó el Regimiento de Granaderos a Caballo en el antiguo cuartel porteño del Retiro. También, para disipar sospechas, José de San Martín rápidamente se casó con una bella niña porteña perteneciente a una de las familias más reconocidas de la ciudad. El 12 de noviembre de 1812, en la Catedral de Buenos Aires, se celebró el matrimonio de San Martín con María de los Remedios Carmen Rafaela Feliciana de Escalada, de sólo 14 años. Es bueno destacar que, para la época, una mujer se convertía en adulta al tiempo en que podía ser madre.
Pero su prueba de fuego y de fidelidad a la causa revolucionaria fue cuando demostró que era capaz de enfrentar hasta la muerte a sus viejos camaradas. Esa es la gran importancia del combate de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813, al norte de la villa del Rosario, sobre el río Paraná. Dos actos heroicos merecen ser destacados del único episodio bélico de San Martín en el territorio argentino: el sargento Juan Bautista Cabral, quien sacrificó su vida para salvar la de su jefe; y el capitán Justo Germán Bermúdez, quien asumió la responsabilidad de su retraso en encabezar la carga de su columna, y se dejó morir en una de las celdas del convento franciscano de San Carlos Borromeo aflojándose el torniquete de su brazo herido.
Al poco tiempo, y luego de la campaña del Ejército del Norte que, comandado por el general Manuel Belgrano, llevó a las tropas patriotas a las victorias de Tucumán y Salta y las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, fue nombrado comandante de aquel ejército. Partió hacia el norte y en las cercanías de Yatasto, una estancia colonial de la que se conserva como testimonio una de sus postas en la provincia de Salta, se encontró por única vez el 20 de enero de 1814 con Belgrano, con quien sostendría una larga amistad patriótica consolidada con una gigantesca correspondencia que se conserva hasta hoy.
Muchas veces se alude a la falta de ambición política de San Martín, pero cuando fue necesario participó activamente de los gobiernos. Es un hecho desconocido por las mayorías que San Martín formó parte del Tercer Triunvirato, junto a Matías de Irigoyen y Manuel de Sarratea, gobierno que sólo duró dos días durante abril de 1815, en reemplazo del director supremo Carlos de Alvear, con quien don José ya estaba enemistado y que fuera destituido por las resistencias a sus acciones de gobierno.
El gobernador de Cuyo
Al asumir la jefatura del Ejército del Norte, en 1813, San Martín se dedica a fortalecer la disciplina, lo que lo enfrenta a uno de sus oficiales, Manuel Dorrego, quien solía burlarse del general Belgrano por su voz aflautada. El Libertador nunca perdonó tal agravio y ordenó que Dorrego nunca peleara bajo sus órdenes. Reunido con sus oficiales en las cálidas noches norteñas, llega a la conclusión de que la guerra no tiene destino atacando al Alto Perú. Así, comienza a dar forma a su mayor creación estratégica: el plan continental, que una vez realizado significó la libertad de medio continente y sin duda, es una de las más grandes campañas militares de la historia.
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Mientras esto ocurría, el Triunvirato creaba la gobernación de Cuyo a su pedido, y poco tiempo después logra el nombramiento de gobernador. Deja a cargo de las tropas norteñas al general Francisco Fernández de la Cruz y confía en Martín Miguel de Güemes como el verdadero alcázar que contendría al ejército imperial en su intento de penetrar en el territorio revolucionario. Parte rumbo a Mendoza, pero al reposar en la estancia cordobesa de Saldán, sufre una enfermedad que lo mantendrá un tiempo cerca de la muerte, un episodio magníficamente retratado en la película “El general y la fiebre” con la extraordinaria actuación de Rubén Stella.
El 10 de agosto de 1814 asume la gobernación de Cuyo, cuya capital está fijada en Mendoza. Llevará adelante una tarea ciclópea, acompañado por el pueblo cuyano, que cambiará la faz del continente. En esos tiempos queda establecida la gran alianza política que dominará los acontecimientos en las Provincias Unidas durante los años siguientes: los Tres Grandes, San Martín (como jefe militar y político), Belgrano (como jefe político y diplomático) y Juan Martín de Pueyrredón, quien será el Director Supremo del Estado, sostén económico de las campañas militares libertadoras y sobre todo, árbitro de la situación política general a partir de la convocatoria al Congreso General Constituyente que se reunirá en San Miguel de Tucumán en 1816. Sin esta alianza, es posible conjeturar que la independencia no hubiera llegado tan rápido.
Cuyo se puso en un todo al servicio de la independencia. San Martín se instaló con su familia en una casa que, destruida por el terremoto de 1861, acaba de ser recuperada arqueológicamente en el centro de Mendoza. Su esposa Remedios dará a luz el 24 de agosto de 1816 a la única hija del matrimonio, Mercedes Tomasa. Pero no sólo se dedicará Remedios a su familia, sino que se convertirá en la animadora de las mujeres que la historia llamará Patricias Mendocinas, como Dolores Prats de Huici, Margarita Corvalán, Mercedes Álvarez y Laureana Ferrari, con quienes confeccionará la bandera del Ejército, que se convertiría con el tiempo en la bandera de la provincia de Mendoza.
El Ejército de los Andes
El gobernador San Martín dispuso, entre otras medidas, la creación de un gran campamento en el Plumerillo, para organizar el Ejército de los Andes. Vale destacar que en esos tiempos los cuerpos militares llevaban el nombre de la región en la que actuaban, Auxiliario del Paraguay, Auxiliario del Alto Perú o del Norte y el Libertador continúa esa tradición. Recién se hablará de Ejército Argentino en la guerra contra el imperio del Brasil, entre 1825 y 1827.
Pero San Martín no descuidó la política: estableció una alianza con el sector de los chilenos que respondían a Bernardo O’Higgins; envió los diputados seguidores de sus objetivos al Congreso de Tucumán, como Francisco Narciso de Laprida y Fray Justo Santa María de Oro por San Juan, Tomás Godoy Cruz y Juan Maza por Mendoza y el mismo Pueyrredón, que fue como diputado por San Luis. Las tremendas economías que San Martín impuso a las provincias cuyanas fueron sobrellevadas gracias al espíritu que imperaba en esos tiempos de la Patria.
Al cabo de dos años y medio, todo estaba listo para emprender la campaña que garantizaría la libertad de la Argentina, provocaría la independencia de Chile y acabaría con el poder de España con la caída de Lima, la capital imperial en la América del Sur. El Ejército de los Andes se había convertido en la más potente maquinaria militar del continente y verdaderamente se puso de manifiesto que el Plan Continental de San Martín era un mecanismo de relojería que se convertiría en imparable y en implacable en el logro de la libertad sudamericana.
En los albores de 1817, el general José de San Martín arengó a sus hombres del Ejército de los Andes, oficiales, soldados y milicianos, para emprender la campaña militar más extraordinaria de la historia americana en el siglo XIX. El Cruce de los Andes constituye una epopeya sin comparación posible ya que nunca jamás algún otro ejército cruzó una cordillera a casi cinco mil metros de altura, y venció a sus oponentes a sólo cuatro días de haberlo logrado. Aníbal y Napoleón cruzaron los Alpes por pasos más sencillos y nunca superaron los 2.500 mts. de altura, lo mismo que Bolívar en los Andes tropicales.
El señor de la guerra, como lo nombra su himno, comenzaba el 18 de enero de 1817 su primera gran batalla en América: vencer a los colosos de América, las más altas cumbres de los Andes. De eso hablaremos en nuestro encuentro del próximo fin de semana.