La autopista Panamericana, una arteria vital que conecta la zona norte de la provincia de Buenos Aires con la Capital Federal, se ha convertido en un camino de alto riesgo para los conductores. Si bien la ruta ofrece una conexión rápida entre diversos puntos clave, sus estadísticas de accidentes de tránsito son alarmantes. Este tramo, en apariencia eficiente, se ha transformado en un campo minado de siniestros viales que demandan una reflexión profunda sobre nuestras prácticas de conducción y las políticas viales.
Cifras inquietantes en la Panamericana
El informe más reciente sobre accidentes en la Panamericana revela cifras inquietantes. De los que se registraron en los últimos seis meses, hay un equilibrio casi perfecto entre los que sucedieron mano a capital y mano a zona norte. Sin embargo, hay una concentración notable de incidentes entre los kilómetros 35 y 50, una sección crítica del ramal Pilar.
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El carril izquierdo, asociado a la vía rápida, emerge como el más peligroso, albergando el 61,5% de los accidentes. Este dato nos obliga a cuestionar la seguridad de las velocidades permitidas y la responsabilidad de los conductores al circular por esta vía. ¿Estamos preparados para manejar a las velocidades que la infraestructura permite?
La estructura de la Panamericana, con su gran cantidad de entradas y salidas, combinada con velocidades máximas más altas que en otras autopistas, genera condiciones que complican la circulación normal. Las infracciones comunes, como el uso del celular al volante y camiones en carriles indebidos, no solo incrementan el riesgo, sino que también revelan una cultura de conducción imprudente.
Tres zonas se destacan por su peligrosidad
Estas son:
- El kilómetro 19 entre Martínez y San Isidro
- El cruce con Ruta 202
- El ramal Campana Escobar
Estos puntos críticos no solo marcan las áreas de mayor siniestralidad, sino que también representan un desafío constante para las autoridades de tránsito y los conductores que deben extremar precauciones al circular por estas áreas.
A su vez, el caudal vehicular ha crecido exponencialmente, con un aumento del 80% en los últimos 18 años solo en CABA. Además, la proliferación de clubes deportivos y eventos sociales en zona norte agrava esta situación durante los fines de semana. Las condiciones económicas de los habitantes de esta área, con más vehículos por familia, aumentan la densidad del tránsito y, consecuentemente, los riesgos.
Profundizando aún más el análisis, aparece como un fenómeno preocupante la tendencia de los conductores a salir con poco tiempo para llegar a sus destinos. Esta práctica fomenta la imprudencia, como mantener poca distancia entre vehículos y exceder los límites de velocidad, especialmente en horas nocturnas y fines de semana. El domingo de madrugada es cuando los siniestros alcanzan su pico.
La Panamericana es más que una ruta transitada; es un reflejo de nuestra cultura vial y de la necesidad de implementar cambios sustanciales. Las políticas de control y educación vial deben intensificarse. La infraestructura, aunque vital, debe ser reevaluada para garantizar la seguridad de quienes la transitan. Los conductores, por su parte, deben asumir una mayor responsabilidad y conciencia sobre los riesgos de la conducción imprudente.
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En un país donde los accidentes de tránsito son la décima causa de fallecimientos, es imperativo actuar. Las estadísticas reflejan una realidad que duele; vidas afectadas, familias destrozadas y una sociedad que demanda cambios urgentes. La Panamericana puede y debe ser un símbolo de tránsito seguro y responsable, un objetivo que solo alcanzaremos con el compromiso de todos.
(*) El licenciado en Economía Martín Álvarez es investigador del Instituto de Economía (INECO) de UADE