Hace un par de semanas, la revista The Economist, una de las más prestigiosas a nivel internacional, se preguntaba en su tapa si era posible imaginar que Estados Unidos tuviera un dictador. En el fondo de esa pregunta, hay otra pregunta por el destino de la república y la democracia norteamericana que, por algunos rasgos, esa república ejemplar se va pareciendo cada vez más a la nuestra.
La forma de hacer política en los Estados Unidos empieza a tener algunos rasgos que la asemejan, por ejemplo, a la política argentina. No es solamente porque el presidente argentino se haya convertido en un contenido de la campaña americana, como vimos cuando Javier Milei participó de la convención conservadora que promueve la candidatura de Donald Trump, viaja todo el tiempo a los Estados Unidos, estuvo en instituciones republicanas la semana pasada, también en campaña. No es por eso solamente. Empieza a haber algo que nosotros conocemos muy bien y que a ellos les resulta raro: judicialización de la campaña, judicialización de la política.
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Donald Trump aparece batiendo varios récords:
- Primer récord. Primer expresidente de la historia sometido a una causa judicial. Sentado en el banquillo.
- Segundo récord. En esa misma causa, primer expresidente de la historia condenado por la justicia de Nueva York.
¿Por qué condenado? Acá hay algo interesante. Por haber tenido una relación con una actriz porno, Stormy Daniels, y después por haberle pagado tratando de ocultar esa relación para que ella no dijera nada durante la campaña electoral del 2016.
Parecidos con la Argentina, uno podría pensar, campaña electoral, relaciones peligrosas en términos de pareja, Insaurralde, un nombre cantado. En los Estados Unidos, es un escándalo. Acá, no fue tan escandaloso. Apareció en El Bandido, navegando por el Mediterráneo, y no pasó nada. Ganó las elecciones en Lomas de Zamora.
Tenemos una larga tradición de ajetreo por el movimiento de los corazones de los candidatos y de los presidentes. Ni que hablar de Carlos Menem, al que se le atribuyeron 40 relaciones. Hay que acordarse, en la campaña del 89, Menem fue tapa de Paris Match por su relación con modelos y vedettes. Era un escándalo; hoy, tal vez no lo sería.
Alberto Fernández, obviamente, es un hombre de familia, un hombre conservador, pero se le atribuían, de manera injusta, seguramente, cantidad de veleidades amorosas, sobre todo por el manejo de su WhatsApp en la madrugada. Pero seguramente eran leyendas de gente que quería ver lo que no había.
Ahora, no solamente está pasando esto. Del otro lado, del lado demócrata, primera vez que el hijo de un presidente está también en el banquillo. Hunter Biden, el hijo de Joe Biden, está acusado y está siendo juzgado por manipular armas de fuego en una situación complicada, porque es consumidor o consumía narcóticos, nada menos que de crack, además que de cocaína. Los Biden dicen, “cualquier familia sabe el drama de tener un adicto”, pero está siendo juzgado.
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Parecidos con la Argentina. Uno dice, hijos metidos en problemas judiciales en medio de una campaña. Hunter Biden, Máximo Kirchner, nada que ver un tema con el otro, pero familias involucradas en temas judiciales durante procesos políticos.
Hay un parecido más, que esto complica más la cosa. ¿Qué dicen los republicanos del juicio a Trump? El juez es demócrata. Investigan al juez, que es un juez de origen colombiano, Juan Manuel Merchan, y descubren que puso US$35 en la campaña demócrata del año 2020. Y que su hija, Lauren Merchan, preside una organización de recaudación de fondos por vía digital para las campañas demócratas.
Entonces, ¿qué dicen los republicanos de Trump? Lawfare, persecución judicial, persecución política a través de la justicia. Interesantísimo cómo una democracia que parecía estar a salvo de estos temas, por ejemplo, de la sospecha de jueces politizados, empieza a estar metida en esto.
Pero algunas diferencias, que son diferencias culturales, que van hasta lo moral. ¿Por qué se ha ensañado tanto la justicia y la prensa y la oposición a él con Trump? Por mentir. El tema no es haber tenido una relación con una actriz porno, como la tuvo. El tema es haber tratado de ocultarlo. La mentira en esa sociedad puritana, protestante, sigue siendo un pecado. Pareciera que, entre nosotros, no.
Hay otros pecados que allá existen y acá no. Por ejemplo, Richard Nixon cayó por espiar una convención opositora. Acá, se está hablando todo el día de que a Nicolás Posse lo echaron por espiar a Sandra Pettovello. Pasa. Y en todos los gobiernos tenemos una historia de espionaje y pasa. Allá, caen presidentes.
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Hay parecidos. Sigue habiendo diferencias. Pero, como en otras sociedades, Brasil, muchas sociedades europeas, fíjense España, la mujer del presidente, Begoña Gómez, ahora también los Estados Unidos, la política judicializada y la justicia politizada.
¿Es posible que Trump gane la presidencia? Dicen que lo que moviliza hoy a la gente no es la adhesión a una idea, no es la adhesión a un proyecto, es el odio. Y el odio, como decía Borges, tiene una lógica peculiar. No importa de qué acusen a mi candidato, porque lo que me dirige en la vida es el odio al otro. Al mío, todo se lo perdono; al otro, todo se lo condeno. Entonces daría la impresión de que las acusaciones contra Trump fortalecen a su base. Esto es lo loco.