El Vaticano autorizó a iniciar el proceso para avanzar con la causa de beatificación del coronel Argentino del Valle Larrabure, un militar que fue secuestrado en 1974 por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), estuvo cautivo durante más de un año en condiciones deplorables y fue asesinado, todo durante un gobierno constitucional.
El cardenal italiano Marcelo Semerano, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, confirmó el “nihil obsta” (nada obsta) a la petición presentada en Roma por el obispo castrense argentino, monseñor Santiago Olivera, lo que significa que fue autorizado para iniciar el proceso.
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Sus impulsores -civiles y militares retirados- consideran que Argentino del Valle Larrabure asumió su situación con heroicidad cristiana, pidiendo en las cartas escritas a sus familiares durante su cautiverio no odiar y perdonar a sus captores.
“Larrabure no se llenó nunca de odio, ni llamó al enfrentamiento, fue un hombre de paz y de perdón”, declaró al diario La Nación el obispo castrense, Santiago Olivera, quien hace un tiempo recibió como diocesano competente la documentación con la que fundamentó el pedido que elevó al Vaticano para que se apruebe la apertura de la causa, principalmente las siete cartas a su familia y a sus compañeros del Ejército. Pero también sobre su vida y compromiso cristiano anterior al secuestro.
Larrabure nació en Tucumán en 1932. Casado, con tres hijos, tenía 43 años cuando fue secuestrado. Era subdirector de la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María, Córdoba.
Precisamente por esa función, sus secuestrados querían que les revelara las fórmulas para fabricar explosivos, petición a la que siempre se negó argumentando que iba a poner en riesgo vidas y “la vida es sagrada y está en manos de Dios”. Un compañero temporario de cautiverio reveló que rezada todos los días.
Las causas de canonización requieren un minucioso estudio de la vida de candidato, que incluye documentos y testimonios. El proceso puede durar décadas. Si se comprueba que fue un católico ejemplar, hace falta que Dios obre un milagro por su intercesión -en general, una curación científicamente inexplicable- para que sea declarado beato.
Si se le comprueba un segundo milagro, es proclamado santo. Pero existe otra vía que prescinde de los milagros: el martirio. Este sería el caso.
Si la causa prospera, la Iglesia sumaría un mártir, víctima del terrorismo, a otros cuatro ya reconocidos, víctimas de la represión: el obispo de La Rioja, Enrique Angelelli; los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville; y el laico Wenceslao Pedernera. Monseñor Olivera cree que la canonización de Larrabure “puede hacernos mucho bien y servir al encuentro entre los argentinos”. ¿Será así?
Tras la vuelta a la democracia, la Iglesia comenzó a bregar por lo que inicialmente llamó la “reconciliación nacional”, un término que fue quedado desacreditado porque -además de ser visto por muchos como una ingenuidad- se lo ligó a una suerte de “aquí no pasó nada” y “miremos para adelante”.
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Sin embargo, en el documento más sobresaliente de los obispos del último medio siglo -Iglesia y Comunidad Nacional, de 1981-, se decía que la reconciliación se basa en tres pilares: la verdad, la justicia y el perdón.
El entonces cardenal Jorge Bergoglio prefería hablar de la “cultura del encuentro”. Pero a casi 40 años del fin de la dictadura y tras una política de derechos humanos signada por ideas y vueltas, las heridas no se cerraron.
No obstante, la Iglesia no se rinde y -más allá de sus exhortaciones- cree haber encontrado un testimonio, en medio del horror de los ‘70, merecedor de un reconocimiento religioso que podría ayudar al reencuentro, seguramente no exento de polémica como todo lo referido a esos años.