La República Argentina abrió su Casa de Gobierno para despedir al más trascendental astro del deporte nacional. Tres días de duelo nacional. La agenda presidencial se suspendió. Maradona murió. Tuvo algo muy parecido a exequias de Jefe de Estado. Aunque descontroladas y violentas. Ya no está. Parte de su vida fuera del deporte se entrelazó con el poder político y económico, tanto nacional como internacional.
Fue indiscutido como futbolista. Pero a la vez cuestionado, con dimensiones variables, por diversos sucesos de su vida privada, que él mismo solía hacer pública. Pasó sus años de fama dando explicaciones sobre temas del deporte pero también sobre sí mismo y sobre otros. Pasó niveles de evaluación de parte de la opinión pública como no le sucedió a ningún funcionario elegido por el voto popular para ocupar cargos en alguno de los tres poderes del Estado.
Paradojas argentinas. En las más desarrolladas y robustas democracias del mundo quienes ocupan los puestos más altos en la administración nacional de los gobiernos deben cumplir con el derecho ciudadano de conocer la mayor y más transparente información sobre su pasado, su presente y su rumbo futuro.
Maradona mezclaba idolatría deportiva con celebridad total del jet set, mediatización autoprovocada, magnetismo por sus declaraciones extraordinarias, dramas, drogas, mujeres, escándalos dinerarios. Pero era, más allá de todo, un deportista. Sobran ejemplos sobre la particular dinámica que tuvo el ídolo con sus compatriotas.
Las generalizaciones siempre son injustas. Pero este vínculo ambivalente entre súper adoración y rechazo existió y existe. Se dijo: la singularidad es que Maradona vivió bajo “auditoría” permanente como ningún político argentino. Uno de los aspectos mas cuestionados de la vida privada de Maradona fue cómo, cuándo y por qué reconoció o no a sus hijos e hijas extramatrimoniales.
El tema fue motivo de debates públicos en la prensa, aunque siempre impulsados por sus propios protagonistas. La sociedad argentina nunca puso tanto énfasis, sin embargo, en el tardío reconocimiento de un hijo extramatrimonial de un Presidente en ejercicio del poder.
Carlos Saúl Menem le ocultó a la ciudadanía que había tenido un hijo extramatrimonial con la docente y luego legisladora formoseña Martha Meza. Ocurrió en 1981, cuando Menem fue detenido por la dictadura y pasó ese tiempo privado de su libertad en Formosa. Ganó luego la gobernación de La Rioja; más tarde la Presidencia de la Nación y jamás informó sobre aquel hijo que le reclamaba que lo reconozca como tal.
La revista Noticias reveló la novedad. Y luego fue la propia Meza quien confirmó los hechos en el programa de tevé de Mariano Grondona. Carlos Nair Meza obtuvo el reconocimiento legal de su padre en el 2006. Maradona también suele generar rechazos en parte de la opinión pública más politizada por su cercanía y afinidad manifiesta con casi todos los oficialismos que gobernaron la Argentina. Sean del partido que fueren y sin distinción ideológica.
Diego fue un saltimbanqui político, como buena parte de la dirigencia nacional
Maradona tuvo buena relación con Raúl Alfonsín; un excelente vínculo y hasta cercanía y amistad personal con la familia Menem; fue cordial y amable con De la Rúa; y luego fue ultra militante de Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández; e hizo campaña por Alberto Fernández. Maradona fue un saltimbanqui político. Pero no escapó a buena parte de la dirigencia nacional que comparte la misma cualidad.
La carrera profesional de un gran número de políticos que llegaron a ser o son aun legisladores, gobernadores, ministros, o también como Presidentes, se desarrollaron de un modo similar: con pragmatismo y no con coherencia en las ideas o con lealtad a algún liderazgo.
Los propios Kirchner fueron menemistas y luego duhaldistas, hasta que traicionaron a su pasado militante en el PJ para crear un relato de aparente de coherencia y autonomía partidaria. Maradona no es más que un espejo de aquel trasvestismo político de dirigentes que fueron y son votados sin dar explicaciones sobre inexplicables cambios totalmente antagónicos.
Maradona, eso sí, nunca apoyó a Eduardo Duhalde: jamás le perdonó que bajo su gestión como gobernador bonaerense la Justicia provincial a acusara y metiera preso a su manager y gran amigo Guillermo Cóppola, en una causa sobre drogas que se determinó que no tenía sustento.
La pelea entre Maradona y Macri fue extra política: el rencor recíproco nació cuando el expresidente fue titular del club Boca Juniors y el ídolo fallecido jugaba en ese equipo. Todo terminó mal en el ámbito deportivo y esas broncas continuaron con Macri ya en Olivos.
// Diego Maradona: un héroe griego
Parte de los críticos de Maradona cuestionan la “militancia” maradoniana con los distintos peronismos. Lo mismo pasa con sus simpatías con líderes extranjeros como los venezolanos Hugo Chávez y Nicolás Maduro, el ruso Vladimir Putin o el cubano Fidel Castro.
Son los mismos aliados que tuvieron también presidentes como los Kirchner, que incluso fueron investigados por la Justicia por sus posibles negocios de corrupción con la Venezuela chavista. La vicepresidente Cristina Fernández también eligió Cuba cuando debió internar a su hija debido a una enfermedad que decidió tratarse en la isla.
Hay quienes no le pueden perdonar a Maradona que haya apoyado a esos regímenes totalitarios y hasta donde se violan los Derechos Humanos, según informes de la ONU. Pero los Kirchner nunca dieron demasiadas explicaciones sobre sus vínculos más sospechados con esos políticos.
La República Argentina mantiene relaciones diplomáticas oficiales con Cuba, y también, aunque en un nivel inferior, con Venezuela.
Tanto Raúl Alfonsín como Carlos Menem tuvieron reuniones bilaterales con Fidel Castro.
Incluso Mauricio Macri mantuvo encuentros oficiales con el hermano del líder cubano, Raúl Castro.
La vida de Maradona se alteró por su adicción a las drogas. Sus excesos es otro hecho que genera rechazo en quienes rechazan por ese hecho que sea tomado como modelo, sobre todo, por los argentinos más jóvenes.
Otra vez: Maradona ha aceptado que la droga le afectó la salud, declaró en público varias veces que nadie debería probarla jamás.
¿Por qué gran parte de la sociedad argentina no le cuestiona o no toma como uno de los principales conflictos del país el avance del narcotráfico y la drogadicción? ¿Es un tema de debate en las elecciones nacionales? ¿Algún funcionario nacional o ex funcionario nacional hizo alguna vez una autocrítica o fue sancionado penalmente por la convivencia entre los jefes del narco y la política, tal como probó la Justicia en distintas provincias del país?
Hasta la fortuna de Maradona, ahora su herencia, fue auscultado en los medios y por ende en la opinión pública interesada en estos temas de un modo mucho más profundo que los bienes de los políticos más enriquecidos en la función pública.
Maradona fue un futbolista tan extraordinario que se transformó en el hombre más popular de la Argentina y en uno de los más reconocidos de todo el planeta.
Esa popularidad hizo estallar los problemas privados del ídolo y gran parte de la Argentina los debatió.
El hombre del fútbol pareció ser, igual que en su funeral, un hombre de Estado.
Pero no lo era.