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    A 15 años del 20 diciembre de 2001, pequeños grupos del cristinismo fogonean una situación similar

    Por Alfredo Leuco | En ese momento la Argentina tocó fondo y estuvo al borde de una guerra civil. Debemos recordar lo que pasó, valorar lo que es la república, la democracia de verdad y el diálogo para que no ocurra nunca más.

    20 de diciembre 2016, 23:09hs
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    Sin tomar en cuenta las atrocidades de las dictaduras, el 20 de diciembre de 2001 ha sido uno de los días más terribles de la historia argentina. Por diferentes motivos, bajamos a los infiernos, estuvimos al borde de la guerra civil y padecimos un momento de anarquía que inquietó absolutamente a todos los argentinos y que nuestra memoria colectiva no va a olvidar jamás.

    Se cumplen 15 años de un momento difícil. Fernando de la Rúa, el vicepresidente Carlos "Chacho" Álvarez y la Alianza como coalición habían ganado la elección luego de los gobiernos de Carlos Menem. La herencia maldita de Menem abarcaba una sostenida falta de empleo, una industria nacional destruida, y altos niveles de corrupción que fueron superados largamente por los gobiernos kirchneristas.

    La inutilidad, la ineficacia y las dudas de De la Rúa potenciaron todos los problemas heredados y se generó una situación muy complicada. En un año, las centrales sindicales le decretaron seis paros generales, pero el comienzo del fin se dio cuando el sindicalismo, con Hugo Moyano a la cabeza, denunció al Gobierno de la Alianza de haber pagado coimas para aprobar una ley de reforma laboral, la Ley Banelco, y desatado el escándalo, renunció Chacho Álvarez. La ida del vicepresidente generó una situación de fragilidad e inestabilidad en el Gobierno preocupante.

    A Domingo Cavallo le estalló su convertibilidad en la cara y todo derivó en lo que se conoció, a nivel mundial, como el corralito. Los argentinos no podíamos disponer de nuestros ahorros: el Gobierno decidía qué cantidad se podía sacar y en qué situaciones se permitía la extracción de dinero. Al grito de "Chorros, chorros, chorros, devuelvan los ahorros", los sectores medios de la población que llegaban a los bancos con martillos, rompían las sucursales y agredían a los empleados.

    Todo se fue haciendo cada vez más difícil, desde todo punto de vista. Periodistas, políticos y dirigentes y partidos políticos participamos de una reunión que organizó la Iglesia. Desde distintos sectores de la sociedad le ofrecieron su colaboración al Presidente. Pero Fernando de la Rúa no registró el momento que estaba pasando y no aceptó la ayuda.

    Algunos intendentes del conurbano, algunos piqueteros se dedicaron a uno de los deportes más golpistas que más les gusta: echar nafta el fuego. Y si alguien echó nafta al fuego fue, también, el propio De la Rúa. Una de las imágenes que más quedaron grabadas en la memoria de los argentinos fueron los saqueos. La imagen de ese comerciante coreano con su supermercado reducido a cenizas y la de otros que defendían su trabajo, incluso armados.

    Frente a la magnitud del descontrol de la represión policial, el presidente De la Rúa no tuvo mejor idea que decretar el estado de sitio. La salvaje represión se fue diseminando desde el centro de la ciudad de Buenos Aires, de la Plaza de Mayo. De acuerdo con la fuente que uno consulte hubo entre 36 y 39 muertos. Muchas de esas víctimas jóvenes que murieron por bala de una Policía que había entrado en un estado de descontrol igual al del resto de la sociedad civil. Una represión que nos mostró la peor cara de la Argentina de aquellos tiempos.

    En diciembre de 2001, Argentina parecía estar en guerra y, sin embargo, nuestro país vivía un proceso democrático deteriorado, quebrado por el espinazo de la credibilidad social entre los dirigentes y los ciudadanos.La consigna del "Qué se vayan todos" estaba dirigida a toda la clase dirigente, pero en particular a De la Rúa, que no reaccionaba absolutamente para nada. A las 16 dijo que no iba a renunciar y, tres horas más tarde, huyó desde el techo de la Casa Rosada en helicóptero. Una imagen de terror que no queremos que se repita.

    A 15 años del 2001 hay pequeños grupos chicos, ligados al cristinismo más dogmático, y más autoritario que en algunos sectores de la población están fogoneando una situación similar. Como dice Fernando Iglesias en su libro, "sueñan con el club del helicóptero", en cada una de las actividades donde trabajan y militan en política están llevando los conflictos a una situación extrema para generar el mayor debilitamiento y fragilidad de las instituciones. Tenemos que tener cuidado. No hay lugar en la democracia para los violentos, para los golpistas ni para los ladrones. Debemos recordar lo que pasó hace 15 años, valorar lo que es la República, la democracia de verdad y el diálogo para que esto no ocurra nunca más en la Argentina.

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