El romance de los británicos con su chef más popular, Jamie Oliver (43 años), y la pasión que tienen por todo lo italiano no han sido suficientes para remontar la mala racha de su cadena de restaurantes Jamie’s Italian. La dirección de la empresa, Jamie Olivier Group, ha confirmado este martes que se ha puesto en manos de la consultora KPMG para dar inicio a un proceso concursal que pone en riesgo los empleos de hasta 1.300 personas. El grupo intentó sacar adelante hace un año el negocio a través de una reestructuración que no sido suficiente para remontar la mala racha que afecta en todo el Reino Unido a las franquicias gastronómicas. El propio chef invirtió más de 14 millones de euros de su fortuna personal, estimada en 170 millones de euros, para intentar reflotar el negocio.
“Lanzamos en 2008 Jamie’s Italian con la intención de dar un vuelco de una manera positiva al mercado medio de restaurantes en el Reino Unido”, ha dicho el propio Oliver en un comunicado público. “Añadimos valor al servicio e ingredientes de mucha más calidad. Fuimos los mejores en garantizar que los animales empleados fueran sacrificados del modo más humanitario posible y conté con un impresionante equipo que compartía conmigo la pasión por la comida y por un buen servicio al cliente. Y eso fue exactamente lo que hicimos”.
El proceso concursal activado afectará principalmente a la entidad financiera HSBC, que retiene la mayoría de la deuda generada por la franquicia.
Jamie Oliver nació en Clavering, Essex, y sus padres siguen hasta la fecha al frente de un pub local, The Cricketers. Su primer trabajo fue como repostero en el restaurante Neal's Yard, del italiano Antonio Carluccio. Allí conoció al hombre que considera su mentor y que le transmitió su pasión por la comida, y sobre todo por el talante, de Italia: Gennaro Contaldo.
Oliver saltó a la fama con su programa televisivo The Naked Chef (el chef desnudo), donde su simpatía y un enfoque iconoclasta, divertido y transgresor de la cocina le granjeó de inmediato legiones de admiradores. Le descubrió un equipo de televisión mientras trabajaba en The River Café, un restaurante popular en el barrio londinense de Hammersmith.
Su comida mezcla la tradición italiana y la oriental, con un generoso uso de hierbas aromáticas y especias. En los últimos años se había convertido en un activista contra la obesidad infantil y sonada fue su discusión con el ministro conservador de Educación, Michael Gove, cuando el Gobierno decidió dar luz verde a la venta de comida basura, a través de máquinas expendedoras, en los colegios públicos británicos.
A pesar de la negativa de la empresa, fuentes cercanas al proceso liquidador han asegurado a Sky News que el concurso afectará además al restaurante Barbecoa, propiedad también de Oliver y a su famoso establecimiento Fifteen London, el primer restaurante que abrió al público después de que su programa en la BBC le catapultara a la fama, al que siguieron otros dos con el mismo nombre.
Los 25 locales que la empresa tiene fuera del Reino Unido, que funcionan en régimen de franquicia, según han explicado, no se verán afectados por el procedimiento.
Oliver, como otros chefs mediáticos de todo el mundo, fue capaz de construir un imperio que abarcaba licencias televisivas, libros de cocina y hasta una revista, Jamie. Algunos negocios fueron bien, otros no tanto, como es el caso de los dos establecimientos con temática británica, Union Jack.
En la mayoría de los empeños, Oliver buscó al menos un 50% de apoyo de socios externos, como en la fracasada intentona de poner en marcha una marca de utensilios de cocina. El cocinero está considerado la fortuna número 500 del Reino Unido y uno de los chefs más ricos, si no el que más, del mundo. Sus programas de televisión, distribuidos a través de la productora Fresh Partners TV, se ven en 40 países, y su negocio de catering, Fabulous Feast, sigue marchando viento en popa.
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Poco amigo de las organizaciones benéficas, que considera plagadas de burocracia y papeleo, Oliver se ve a sí mismo en el papel de renegado inconformista, capaz de convencer con su actitud y su estilo a las nuevas generaciones de que tan importante como comer bien es comer sano.
Aguantó 12 años su contrato con la cadena de supermercados Sainsbury's, que distribuía productos con su marca, hasta que su batalla contra el Gobierno y la industria en defensa de una alimentación más saludable acabó con la relación. Hace ya años que el Reino Unido, abierto como ningún otro país a las cocinas del mundo, superó su fama de lugar horrendo para sentarse a la mesa, pero fue gracias a personajes como Oliver como muchos británicos descubrieron que la cocina daba muchas más oportunidades a la creatividad que calentarse un té o hacer un pastel de carne.