Los raperos Sean “Diddy” Combs y R. Kelly; el ex -y futuro- presidente Donald Trump; el magnate del cine Harvey Weinstein; el actor Bill Cosby; el capo mafioso John Gotti o el narcotraficante mexicano Joaquín El Chapo Guzmán; Ghislaine Maxwell, la cómplice de tráfico sexual de Jeffrey Epstein; Woddy Allen; el policía Derek Chauvin, que mató a George Floyd; el estafador Bernie Madoff, terroristas ... y hasta Mark Chapman, el asesino de John Lennon. Todos tienen al menos dos cosas en común: pasaron por los tribunales federales de Nueva York y fueron retratados en uno de sus peores momentos por Jane Rosenberg.
Con más de 40 años de carrera, Rosenberg es una de las principales retratistas de juicios de Estados Unidos. Y no le escapa nada de lo que ocurre en los tribunales federales de Nueva York. Con su caja de madera llena de pasteles -la misma desde que inició su carrera en los ‘80, toda remendada con cinta-, su caballete, sus binoculares y años de experiencia, transmite al público lo que ocurre puertas adentro.
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Para ello, Jane Rosenberg usa pasteles. “Algunos muy gruesos, otros como palitos finitos. Algunos blandos, otros duros. De tanto frotar pasteles, se me borraron las huellas digitales, podría robar un banco”, se río.
Primero esboza las “líneas negras fundamentales” con su lápiz, “unas formas geométricas que se convertirán en rostros, extremidades y rasgos”, y luego agrega color y luces hasta que “emerge un cuerpo, como si apareciera a través de la niebla”, según explicó en su libro, Drawing Testimony (Testimonio dibujado).
El raro oficio de dibujar juicios
En Estados Unidos está prohibido el acceso de cámaras, teléfonos y dispositivos electrónicos a los tribunales federales y muchos estados aplican restricciones similares en sus cortes, lo que mantiene vivo un raro oficio que existe desde los inicios de la prensa, en el siglo XVII. Uno de los primeros casos en haber obtenido una cobertura masiva fue el de los famosos juicios por brujería de Salem, en Massachussets. Y desde entonces, perdura el hechizo entre el público, los medios y las ilustraciones.
Pero dibujar juicios no es para cualquiera. Requiere de velocidad, observación, buena técnica y temple. “Tengo que entender rápidamente lo que va a ser mi dibujo, la composición. Dependo mucho de mi memoria y de mis conocimientos sobre la anatomía, las expresiones faciales y los músculos que se mueven en la cara”, explicó Rosenberg a TN.
En los juicios, todo pasa rápido. Lo que busca la dibujante es “cazar cualquier situación que ocurra y salga de lo ordinario”. “Si alguien salta de su asiento o hace una cara, parece enojado, feliz o triste o malhumorado o lo que sea. Cualquier emoción que veo, trato de capturarla”, agregó Rosenberg.
Y tomó por ejemplo el caso del exfiscal y exalcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, en una audiencia a principios de enero. Durante un juicio por difamación, por el que debe pagar US$148 millones, “levantó un reloj (que era de su abuelo) que aún no entregó a las mujeres a las que debe dinero”. “Ahí estaba, con el reloj en la mano. Fue un instante. Así que las cosas simplemente suceden y tengo que ir a por ello. Estar atenta a todo lo que ocurre”, explicó Rosenberg.
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Dibujante de juicios: “Un trabajo estresante”
“Es un trabajo estresante. Es muy duro. Es muy intenso. Al final del día estoy agotada y normalmente tengo que prepararme para el día siguiente”, contó Rosenberg. Cuando llega a casa, pasa al menos media hora limpiando su material y reemplazando los pasteles desgastados. Rosenberg está siempre de guardia, con su caja lista para salir corriendo hacia los tribunales. La dibujante, que vive cerca de la universidad de Columbia con su marido... ¡abogado!, muchas veces tiene que madrugar si quiere obtener un buen lugar, sobre todo en los juicios más mediáticos o de alta seguridad, como los del Chapo Guzmán o Donald Trump.
De dibujar prostitutas a Donald Trump
A Jane siempre le encantaron los retratos. Pero cuando egresó de Bellas Artes, “los artistas abstractos como Willem de Kooning o Rothko estaban de moda, los retratos, no”. “Así que me quedaba en casa, en mi pequeña cocina, dibujando autorretratos”, dijo Jane. Durante meses, retrataba a turistas para ganarse la vida, hasta que un día asistió a una charla de una dibujante de juicios en la Sociedad de Ilustradores de Manhattan. Fue una revelación: “Pensé que me encantaría hacer eso. Era tan interesante, tan dinámico, mucho mejor que dibujar retratos de personas con la misma composición y el mismo peinado”.
Un amigo abogado la llevó entonces a las comparuciones en las cortes nocturnas. “En los ‘80, la policía hacía un barrido de prostitutas en las zonas rojas de Nueva York. Eran un montón. Hice bocetos y armé un portafolio, y luego les pregunté a los funcionarios del tribunal dónde se sentaban los artistas cuando venían a la sala y qué traían. Hice tantas preguntas que finalmente me dijeron: ‘Venite la semana que viene. Te dejaremos sentarte con los medios’. Así fue como empezó todo”, recordó Jane.
Al otro día, fue y se sentó junto a otros dos ilustradores. “Uno tenía escrito Fox News en su carpeta, la otra persona no sabía. Resultó que era de CNN. Entonces llamé al tercer gran canal, NBC. Me hicieron ir a la redacción, les gustó me dibujo y lo filmaron. Cuando volví llame a mis papás y les dije, miren, estoy en la TV. Estabamos todos muy emocionados, mirando mi ilustración en un pequeño televisor en blanco y negro. Y desde entonces recibo encargos de canales, diarios y agencias de prensa”, detalló Rosenberg. Cuando arrancó, en los 80, aún había decenas de ilustradores. Recordó un juicio muy mediático en el que fueron hasta 17. Ahora, son alrededor de cinco en Nueva York.
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¿Qué aportan los ilustradores?
En relación con una foto, las ilustraciones tienen la ventaja de la licencia artística: “Una foto son pixeles en un instante, mientras que todo lo que un artista haga a mano aporta algo intangible. Al dibujar, quizás capte más momentos en un cuadro de los que podría captar una instantánea”, opinó Rosemberg sobre el valor de su extraña profesión para transmitir la atmósfera de lo que se vive en el tribunal, los dramas, la tensión.
“A veces tenemos apenas cinco minutos para hacer el dibujo. Trato de anotar toda la información que puedo. Puede que haya una, dos o tres personas en el boceto. Si la audiencia es más larga, puedo llegar a tener cinco o seis bocetos con un montón de gente adentro”, explicó.
“Los juicios de Trump tienen una presión extra debido a la presencia del Servicio Secreto y todos los niveles de seguridad por los que hay que pasar, los detectores de metales. Te abren cada cosa que llevás. Eso lo hace realmente difícil. Y cada vez que un acusado es una persona famosa, hay una presión extra para conseguir un parecido”, explicó.
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Aunque dibujó a poderosos y mafiosos, nunca recibió amenazas de su parte... pero si “e-mails de fans enojados que no están contentos con mis bocetos”. Le pasó con seguidores de Donald Trump o del jugador de futbol americano Tom Brady, por ejemplo. “Trumpista me escribían para decirme ‘¿cómo pudiste hacerlo lucir así?’. Tom Brady es un tipo muy lindo y tiene muchas fanáticas decontentas que me decían:‘¿Cómo pudiste hacerle eso?’. Bueno, tenía 15 minutos para hacerlo”, se río.
Para resguardarse de todo el odio que hay online, Rosenberg no tiene redes sociales. Aún así, “hay quienes encuentra mi mail y me escriben. Pero tengo que matizarlo, también recibo correos electrónicos muy positivos, gente que elogia mi trabajo, mi cobertura de un caso”.
A veces, también interactúa con los acusados, que les pasan “pedidos” o le dan su feedback . “John Gotti (1940-2002, uno de los capos mafiosos más importantes de EEUU) me pedía que le saque papada. Muchas veces me piden que les ponga más pelo. Donald Trump Jr. -el hijo del expresidente- me pidió que le hiciera parecer sexy. El otro día Giuliani me pidió si le iba a dibujar lindo. Le dije que tal vez sí. ‘La otra vez me hiciste parecido a mi perro’”, le reclamó.
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Con varias causas en los últimos años- desde acusaciones de abusos secuales hasta fraude y el asalto al Capitolio- Donald Trump se volvió una figura habitual para Rosenberg. Uno de sus bocetos hasta llegó a la tapa de la revista New Yorker. Según dijo, el exandatario, que volverá al poder el 20 de enero, siempre la saludaba y le preguntaba ‘cómo andas?. “Ya sabe quien soy porque siempre estoy aquí”. Como personaje, Trump le ofreció un amplio rango de actitudes. “Trump parecía enojado muchas veces. Otras parecía somnoliento. A veces sonreía”.
El día en que una acusada la dibujó
Rosenberg recordó otro momento extraño, el día en que Ghislaine Maxwell “se puso a dibujarla mientras ella la retrataba”. “¿Largo, día, no?”, le dijo la mujer condenada a a 20 años de cárcel por tráfico sexual de menores. Esa imagen de Rosenberg se hizo viral. “Suelen ser interacciones breves, pequeños comentarios”, dijo sobre las palabras que cruza con los acusados.
Rosenberg siempre trata de “mantenerse neutral”, de mantener una distancia profesional con el caso. De recordar que los acusados son inocentes hasta que se demuestre su culpabilidad. “Trato de dibujar lo que veo, no lo que siento ni lo que pienso”, afirmó.
Aunque no siempre logra blindarse ante lo que escucha en las juicios. Hay hechos, imágenes como fotos de escenas de crímenes y testimonios que la persiguen. Como en el caso de Susan Smith, una mujer de Carolina del Sur condenada a perpetua por el asesinato de sus hijos.
“Ató a sus dos hijos pequeños en la parte trasera del auto y dejó que el vehículo rodara en un lago. Los ahogó. Todo el testimonio sobre cómo gritaban, cómo se ahogaron... Tenía un hijo de la misma edad que los de ella, era la primera vez que estaba lejos de casa por trabajo y me puse a llorar mientras trabajaba. Tenía que tener mucho cuidado para que mis lágrimas no caigan sobre mis pasteles y arruinen mi trabajo. Así que trato de no tener más lágrimas, me repito que mi trabajo es dibujar lo que veo, intento captar las emociones de las personas, no las mías”
En sus 40 años de carrera, Rosenberg pudo ver lo mejor y lo peor de la humanidad. “Pasan muchas cosas en las cortes. Hay muchas emociones. A menudo no es feliz. Aunque cada tanto veo un final feliz y me encanta”.
Rosenberg está convencida de que “en general el sistema judicial estadounidense por jurado funciona”, aunque sabe que a veces se cometen errores. “Es un sistema imperfecto, por eso tenemos apelaciones todo el tiempo. Hay que estar seguros y eso conlleva un largo proceso”, dijo, “sobre todo en los casos de pena de muerte”.
El día en que ilustró una ejecución que salió mal
A Jane le tocó una vez dibujar una ejecución, al principios de su carrera. Era la de John Evans, el primer recluso ejecutado por el estado de Alabama después de que Estados Unidos restableciera la pena de muerte en 1976. Había sido condenado a la pena capital por un asesinato cometido durante una ola de robos a mano armada.
La experiencia fue tan traumatica que Rosenberg, que hasta entonces “no tenía una opinión al respecto” se convirtió en firme opositora a la pena de muerte.
Se precisaron tres descargas eléctricas, de 1.900 voltios y 30 segundos de duración para ejecutar a Evans. Cuando la primera descarga no cumplió su objetivo, el abogado de Evans llamó al gobernador del Estado, George Wallace, para pedir clemencia, que no obtuvo. Lo mismo hizo después de la segunda descarga, en medio del hedor y el olor a carne quemada. Con el mismo resultado.
“Era al principio de mi carrera, recuerdo haber estado días esperando a ver si iba a tener lugar. Y entonces vi esta cosa horrible. El equipo funcionó mal, las rodilleras se incendiaron, el casco se incendió, salía humo. Y tuvieron que rehacer la electrocución. Tres veces. Miré alrededor de la habitación y no se ve quién aprieta el interruptor. Y me sentí como si lo hubiera hecho yo misma, que tenía las manos sucias. No quiero cometer un asesinato. No creo que sea correcto. No creo que resuelva nada. Creo que asesinar está mal, que no debería ocurrir. Así es como llegué a mi decisión de que la pena de muerte está mal”, declaró a TN.
Cuando no está en los tribunales, Rosenberg pinta paisajes urbanos al óleo. Escenas de su amada Nueva York, desde vendedores callajeros hasta taxis en Times Square o carrozas en Central Park .
“Aunque entre la redacción de mi libro y todos los juicios de Trump, en los últimos años estuve tanto sentada en la sala de audiencias que no tuve un momento libre para hacer pintura.Todavía tengo una galería rogándome que le mande algo, me siento culpable por ello”, reveló.